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Chefs

Gianni Pinto transforma en sus platos la tradición y raíces italianas

La cocina de Gianni Pinto está en continua evolución, pero siempre respetando la tradición de sus orígenes sicilianos.

Cuando Gianni Pinto llegó a España en 2012 lo hizo con el bagaje de una formación al lado de grandes nombres de la gastronomía italiana, pero también con un lenguaje personal que ha aportado una nueva línea de expresión a la cocina tradicional italiana, como lo demuestra en Noi (Calle Recoletos, 6. Madrid). Si algo define a Pinto es su búsqueda de la perfección: “Y eso, dice, viene de la educación. De mi madre y de mi padre. Él ha sido un ingeniero con un alma muy sensible; mi madre, también muy sensible pero rígida y exigente. Y eso ha marcado y refleja mi producción”. Por eso, el cocinero ha crecido en su nivel de perfección. Pero matiza algo importante: “Hay que hacer una propuesta que se entienda, lo que no quiere decir hacer algo fácil o aburrido”.

Pinto reconoce que cuando se planteó con su socio la decoración de Noi, le dijo: “Quiero algo entre un estrella Michelin y la trattoria de toda la vida."

Pasados los años, me he dado cuenta de que la perfección no existe, pero hay que trabajar para ser intentar alcanzarla a diario

Y es que la relación de Gianni Pinto con el cliente es una de las claves para entender al cocinero; le gusta que el comensal disfrute. Conserva un cierto punto romántico de la cocina: “Me gusta cocinar, me divierte lo que hago y en ningún caso me planteo mi trabajo solo como un business. Porque entonces no estaría haciendo lo que hago”.

Saber, saber hacer y hacer saber

En su tránsito culinario, las crisis “existenciales y emocionales”, han ido formando un carácter y también han hecho evolucionar al creador. “Han sido catarsis que han ido formando mi personalidad. Ahora sé lo que me gusta, y es esto que hago. Probar nuevos platos, abrazar a los clientes... pensar la cocina no como un plato sino como una emoción”. Por eso cada ‘integrante’ de su carta está lleno de matices. “Y es que tengo una libertad increíble para hacer lo que me gusta. He entrado en una fase de madurez, donde he perdido el miedo a gustar. Mi cocina no tiene por qué llegar a todo el mundo, ni lo pretendo”.

Imagen del comedor del restaurante Noi, situado en el centro de la capital.

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