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Estilo

Los modelos masculinos ¿mejor? pagados

Sean O'Pry en un anuncio de Armani Jeans.

Si hay un negocio donde la mujer es la que lleva la voz cantante es la moda. O al menos, en la mayor parte de las piezas que componen la industria de la moda. Las mujeres son las principales consumidoras, el público objetivo incluso de aquellos productos que se escapan a su economía -invierten el mismo tiempo informándose, ya sea alta costura o prêt à porter-, copan las redacciones de las revistas especializadas en moda, son las encargadas de elegir qué se va a llevar y cómo hacerlo y, además, algunas privilegiadas prestan su imagen a campañas, anuncios y desfiles. Un reinado femenino que, tradicionalmente, había conquistado todas las parcelas a excepción del diseño. Las mujeres lo compran, lo llevan y lo valoran, pero son los hombres los que deciden cómo deben vestirse las mujeres. Como todo, con el tiempo, la tendencia ha ido equilibrándose, aunque si echamos un vistazo a las principales marcas y casas de moda, continuamos viendo una clara preeminencia del hombre como cabeza pensante. Coco Chanel no lo tuvo fácil en los años veinte y parece que ahora, casi cien años después, seguimos exactamente igual.

¿Acaso es que no ha habido modelos masculinos siempre? ¿Quién era ese que salía en las fotografías con Twiggy?

En el otro extremo de la balanza está el modelaje, la profesión donde los hombres no tienen nada que hacer. Desde el inicio de los tiempos, las modelos han brillado con luz propia. Seguramente podemos nombrar del tirón más de veinte modelos femeninas, pero ¿y los hombres? ¿Acaso es que no ha habido modelos masculinos siempre? ¿Quién era ese que salía en las fotografías con Twiggy?

La llegada de los 90 hizo saltar algún nombre más allá de los círculos de expertos en moda, como el de Mark Vanderloo -aunque su noviazgo con Esther Cañadas ayudó mucho, y más en España-, pero los hombres siguen estando en un discretísimo segundo plano. “Las modelos femeninas cobran unas cantidades enormes de dinero, tienen muchísima cobertura y la gente las conoce por sus nombres. Con los hombres nunca pasa. Pueden hacerlo bien, pero nunca nadie dirá que son modelos”, ha declarado David Gandy, uno de los pocos hombre que ha conseguido colarse entre tanta mujer. No en vano, fue el único modelo masculino -acompañado de cinco mujeres- que desfiló en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres y ha hecho de su nombre y su cuerpo un negocio hasta con aplicaciones para móvil. Pero el tirón de las mujeres no es solo mediático.

De O’Pry a Kortajarena

El pasado 10 de octubre, la revista Forbes publicaba la lista de los modelos masculinos más cotizados del período septiembre de 2012 a septiembre de 2013. En el puesto más alto se sitúa este año el modelo americano Sean O’Pry, con un millón y medio de euros facturados, seguido por David Gandy, con 1’4 millones de dólares, y Simon Nessman con 1’1 millones. La cuota española la protagoniza Jon Kortajarena, en novena posición, y con una facturación de 290.000 dólares. Una ridiculez si lo comparamos con la lista de las modelos más cotizadas, donde Gisele Bundchen continúa imbatible con la friolera de 42 millones de dólares, casi treinta veces más que su equivalente masculino. No obstante, para ser justos, el caso de Bundchen es algo extraordinario, pues la segunda del ranking, Miranda Kerr, facturó ‘únicamente’ 7’2 millones de dólares. Muchísimo menos que la brasileña, pero mucho más que el total de hombres.

La mujer siempre ha sido el centro de atención de hombres y mujeres, mientras que la irrupción de la figura masculina en la moda es muy reciente.

¿Por qué los modelos masculinos continúan, año tras año, a la cola de las mujeres? Podría pensarse que la razón es puramente matemática. Mientras que la industria de la ropa masculina factura unos 400.000 millones de dólares anualmente, la ropa femenina alcanza los 600.000 millones. A eso hay que unirle lencería, maquillaje, peluquería, zapatos, bolsos y demás complementos, sectores donde la presencia de los modelos masculinos o no existe, o es simplemente anecdótica. Así es imposible que los hombres alcancen la misma cuota de popularidad y ganancias que las mujeres.

Sin embargo, otros podrán pensar que, junto a estos argumentos numéricos, se sitúa la propia realidad social. La mujer ha sido, desde siempre, el centro de atención de hombres y mujeres, el objeto de deseo que es admirado, anhelado y envidiado, mientras que la irrupción de la figura masculina tanto en el arte, como en la moda, es muy reciente. El hombre ha sido -y sigue siendo en muchas ocasiones- el que mira y no el que es mirado, y puede que ese lastre alcance todavía más importancia cuando hablamos de modelos. Sea por una causa o por otra, O’Pry ha zanjado la polémica rápidamente. “No voy a quejarme por no ganar 42 millones de dólares. Al final del día me siento muy afortunado con lo que hago”, ha declarado, “no tengo que llevar tacones ni ponerme bikini, así que todo el poder para las mujeres. Estoy muy contento con mi carrera”. A ver si, al final, el secreto va a estar en los tacones...

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