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“Que se joda la policía”: cinco claves de la revuelta racial en Estados Unidos

La muerte de George Floyd en Minneapolis durante una detención policial ha desatado una oleada de protestas y vandalismo en diversos puntos de Estados Unidos. Estamos ante un triste episodio, de larga tradición en el país, que se puede retrotraer -como poco- a los disturbios de Watts (Los Ángeles) en 1965. En aquella ocasión, el resultado fue de 24 muertes y 40 millones de dólares de la época en daños. La crisis del coronavirus y la proximidad de las elecciones enturbian y magnifican las consecuencias de las protestas de 2020. Esta vez los manifestantes llegaron a las puertas de la Casa Blanca y Donald Trump se vio obligado a refugiarse en el búnker presidencial. Estas cinco claves culturales pueden ayudar a situarnos:

1.“El color de la justicia”, de Michelle Alexander

Nadie puede decir que no estaba avisado. En 2010, dos años después de la victoria de Barack Obama, la brillante jurista Michelle Alexander (Oregón, 1957) publicó El color de la justicia: la nueva segregación racial en Estados Unidos. La editorial madrileña Capitán Swing lo tradujo al castellano en 2014. Su antipática tesis es que Estados Unidos no ha terminado con el racismo, sino que ha perpetuado por otros métodos el sistema de castas instaurado en los años de la esclavitud. Hoy existen celebridades negras y clases medias con ese color de piel, pero las capas que viven en los guetos urbanos no han progresado apenas, debido a un conjunto de leyes diseñadas para impedir su movilidad social.

colorjusticia

La guerra contra las drogas iniciada por Ronald Reagan en los años 80 fue el pistoletazo de salida de un proceso devastador: la población reclusa de Estados Unidos pasó de menos de 350.000 presos en 1972 a más de 2.000.000 en la actualidad. Por supuesto, los principales afectados por el encarcelamiento masivo fueron los afroamericanos de los barrios pobres. “Actualmente hay más hombres negros en la cárcel que en ningún otro momento de la historia de nuestra nación", denunciaba Alexander. La administración Obama también es responsable, ya que dedicó más dinero que Reagan a las fuerzas del orden y menos que el presidente republicano a la prevención y tratamiento de adicciones.

2. El discurso televisivo del rapero “Killer” Mike

Como es habitual, las posiciones menos estereotipadas son las más interesantes. Es el caso de este discurso de ocho minutos del rapero radical “Killer” Mike (Atlanta, 1975), transmitido por las grandes cadenas de televisión estadounidense. Hablamos de un rimador nacido en una familia de policías, desde su padre hasta sus primos. Su intervención, nada dogmática, comienza diciendo “no quería estar aquí” y termina con frases como “no tengo las respuestas” y “os quiero y os respeto a todos”. La idea central que intenta transmitir es muy sencilla: “No queméis la casa donde vivís”.

Michael Render, su nombre real, ilustra sus tesis con ejemplos, como que en su ciudad hay más de cincuenta restaurantes dirigidos por mujeres negras -no le gusta utilizar el término “de color”- y que no ve ningún sentido a provocar daños a esos negocios. Además acusa a la CNN de empeorar la situación con su sensacionalismo y aboga por soluciones institucionales, como un Comisión de Control Comunitario para las prácticas policiales. También recuerda la protesta pacífica y organizada que obligó a Coca-cola a retirar su apoyo al régimen del ‘apartheid’ sudafricano. Lo único que desentona en su intervención es la camiseta como el el lema “Mata a tus amos”, pero está claro por su actitud y sus lágrimas que defiende sinceramente la acción política pacífica. “Tenemos que ser mejores que el momento que estamos viviendo”, propone.

3. Frivolidad de las estrellas blancas

La mayoría de las celebridades estadounidenses han hecho llamamientos contra la violencia, pero hay millonarios blancos del mundo de la cultura pop que parecen excitarse o alegrarse con la situación que atraviesa Estados Unidos. El caso más evidente es el de la prestigiosa actriz Frances Fisher, presente desde Titanic a la serie Watchmen, que escribió un contundente tuit que decía “Quieren una guerra racial. Les daremos una guerra racial”. Las presiones por su incendiario mensaje consiguieron que lo retirase.

Madonna obtuvo respuestas rotundas al compartir un vídeo de su hijo en la cocina bailando una canción reivindicativa de Michael Jackson

Madonna cruzó una vez más la fina línea entre el activismo y la autopromoción al compartir en sus redes sociales un vídeo de su hijo, David Banda, bailando en la cocina el éxito reivindicativo de Michael Jackson “They Don’t Care About Us” . Obtuvo respuestas airadas, como la de la prestigiosa guionista de televisión Akilah Green, que opinó que esa decisión había sido peor que el anuncio de Kendall Jenner para Pepsi donde se estetizaban protestas sociales para vender el refresco. También es muy rotunda la respuesta del republicano Ted Cruz a la estrella pop Justin Timberlake, preguntando por qué prefería pagar la asistencia legal a quienes participan en los disturbios antes que crear un fondo de reconstrucción para pequeños negocios latinos y afroamericanos destruidos en las revueltas.

En España, la estrella del trap Yung Beef escribió tuits de apoyo a la insurrección, con mensajes como “La policía matándonos y los raperos callaos como putas” y “Yo personalmente creo que lo más sustancial ahora mismo es el fuego”. En realidad, su actitud es otro capítulo de un larga cadena de celebración estética de la violencia en los guetos de las grandes ciudades. Un ejemplo palmario es el vídeoclip “Stress” del dúo francés Justice, donde el realizador Romain Gavras -hijo del legendario director de izquierda Costa Gavras- recrea el levantamineto de una ‘banlieue’ pobre del país, eludiendo cualquier contexto para centrarse en el impacto visual de las imágenes. El arte es un espacio donde deberíamos tener máxima libertad, sin obligación de responsabilidades sociales, pero es complicado quitar la razón a quienes defienden que idealizar los disturbios urbanos de esta manera es un enfoque sensacionalista y descerebrado.

4. El Manifiesto redneck y la ola de rechazo a las políticas de la identidad

La posición de los blancos también cuenta en este conflicto. Para hacernos una idea del cuestionamiento a las revueltas, podemos recordar el éxito del Manifiesto redneck (1998), del polemista conservador Jim Goad. Se trata de un libro descarnado y políticamente incorrecto, pero muy bien documentado, que para algunos académicos de prestigio supuso el aviso más claro -con casi veinte años de adelanto- de que alguien como Donald Trump podría llegar a la presidencia de Estados Unidos. ¿Enfoque del texto? Tras varias décadas de discriminación positiva, muchos blancos pobres han desarrollado un agudo resentimiento hacia las minorías, especialmente la afroamericana, ya que sienten que se han “saltado la cola” en la competición por las mejores oportunidades en el campo del trabajo, la vivienda y las ayudas sociales.

Ensayos de izquierda como Estados de agravio (Wendy Brown) y Extraños en su propia tierra (Arlie Hoschild) coinciden con Goad sobre el malestar social que ha llevado a muchos blancos a abrazar el trumpismo

No importa demasiado hasta qué punto esta percepción sea cierta, lo importante es que hablamos de un estado de ánimo real capaz de influir en la política del país. El libro de Goad se basa en ipremisas de intelectuales igualitarios como Karl Marx, Howard Zinn y Alexis de Tocqueville, además de hacer un sólido recordatorio histórico de que los blancos pobres también fueron esclavizados en Estados Unidos, por mucho que este episodio se quiera minimizar en foros académicos progresistas. Ensayos de izquierda como Estados de agravio (Wendy Brown, 2010) y Extraños en su propia tierra (Arlie Hoschild, 2016) coinciden en el diagnóstico de Goad sobre el malestar social real que ha llevado a muchos blancos a abrazar las posiciones del trumpismo, el movimiento Tea Party y el rechazo a las políticas de la identidad.

Straight Outta Compton y la sombra de Rodney King

Durante el pasado fin de semana, el célebre grupo antisistema Anonymous hackeó las radios policiales de Chicago para hacer que sonara el himno “Fuck The Police” (N.W.A), traducible como “Que se joda la policía”. Hablamos del himno más emblemático del legendario grupo de Los Ángeles Niggaz With an Attitude (Negratas con actitud), uno de los grupos clave del llamado ‘rap gángster’, del que salieron estrellas como Ice Cube, Dr. Dre o el malogrado Eazy-E. La canción apenas fue promocionada en las emisoras de radio, pero el álbum obtuvo un disco de platino al conectar con las frustraciones sociales de muchos barrios marginados. El impacto cultural de la letra creció al convertirse en banda sonora oficiosa de las revueltas en 1992 en Los Ángeles, en respuesta a la absolución, por un jurado completamente blanco, de los policías que pegaron una brutal paliza a un indefenso Rodney King. Hablamos de un taxista afroamericano que estaba en libertad condicional por robo y había incurrido en un exceso de velocidad.

Una historia crucial conectada con esta: el rapero que más se ha identificado con el movimiento 'Black Lives Matter' (“Las vidas negras importan”) es Kendrick Lamar, que nació  en 1987 en el mismo barrio que ardió a ritmo de N.W.A entre abril y mayo de 1992. Lamar era cabeza de cartel del festival Bilbao BBK Live 2020 y estaba previsto que publicase disco antes de su gira europea de verano. Ahora parece previsible que retrase su lanzamiento para incluir alusiones a los disturbios de estos días. En las dos primeras canciones de “Damn” (su último disco), Lamar sampleó las feroces reacciones que los comentaristas de Fox News -la cadena derechista propiedad de Rupert Murdoch- dedicaron a su himno 'Alright'. El estribillo de esa pieza (“todo va a salir bien”) fue cantado con frecuencia en las calles por manifestantes de 'Black Lives Matter' durante protestas contra la violencia policial en Chicago, Cleveland y Nueva York, entre otras ciudades. La prensa llegó a calificar la canción como un “No nos moverán “ del siglo XXI. Tres años después, no parece el mensaje más realista para unas protestas imprevisibles en dirección e intensidad

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