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Luisgé Martín: “El machismo ejercido por mujeres es mucho más devastador”

El escritor Luisgé Martín.

Acaso porque su nombre es una palabra aguda o porque la contracción de Luis y García en Luisgé lo convierte en un tobogán con tilde. Acaso por eso -o por todo junto- algo en él suena con la fuerza de los verbos conjugados en pasado simple: acciones que no se borran, que se sujetan a la lengua de quien las pronuncia y al corazón de quien las ejecutó. Acaso por eso -o por todo junto- este libro traza surcos en quien lo escribió y en quienes lo leen. Es el perdigón en la carne de la perdiz que ensartamos con el tenedor. Algo herido que alimenta.

Tuvieron que pasar casi 30 años para que Luisgé Martín fuera capaz de escribir un relato en primera persona sobre la asunción de su homosexualidad

Tuvieron que pasar casi 30 años para que Luisgé Martín (Madrid, 1962) fuera capaz de escribir  El amor del revés  (Anagrama), un relato en primera persona sobre la asunción de su propia sexualidad. En sus páginas, el escritor madrileño narra el periodo de su vida que transcurre entre el descubrimiento de su homosexualidad y la afirmación de la opción que durante años ocultó. Una metamorfosis a la inversa. Una extracción en dirección contraria, como si alguien devolviese a su corazón los pellejos que un viento arrancó, años atrás. Eso es este libro. Eso es esa tilde: una zarza ardiente. 

"Había dejado de ser una cucaracha y me había ido convirtiendo poco a poco en un ser humano", escribe  Luisgé Martín en estas páginas. Construirse a uno mismo como una penitencia. Arder una vida entera y usar la escritura como agua para calmar la quema. Él, que se arrodilló pidiendo a Dios que le gustaran las mujeres, ya no cree... o al menos lo justo. Once años en un colegio de curas le quitaron la identidad y la Fe. Una la recuperó, la otra ya no la necesita. Escritor, agente y crítico literario, Luisgé Martín, el autor de El amor del revésse desprende de las máscaras y se cuenta en el viaje de vuelta, en la estación final de esa larga travesía hacia sí mismo. 

Once años en un colegio de curas le quitaron la identidad y la Fe. Una la recuperó, la otra ya no la necesita.

-El amor del revés es una metamorfosis a la inversa. Alguien, humano, se cuenta como un insecto, una cucaracha. Sin embargo, en el libro abundan las imágenes zoológicas. ¿Por qué?

-Lo que intento contar en El amor del revés es cómo la sociedad trata al ‘desviado’, en este caso el homosexual. Pero se puede extender a cualquiera que se salga de la norma, porque se le deshumaniza. De forma no necesariamente consciente, he utilizado muchas imágenes zoológicas coherentes con ese proceso de arrancamiento.

-El libro está contando y elaborado desde la culpa, el aislamiento y el extrañamiento. ¿Dónde y cuando comenzó a sentirse arrancado de sí mismo?

-El punto de partida es un adolescente que a sus 15 años comienza a descubrir el mundo y la necesidad de amar, además (claro) de la necesidad fisiológica de acudir al sexo. Ese chico se da cuenta de que tiene esa bomba de relojería dentro: quiere tener sexo y amar a aquellos a quienes le dicen que no puede hacerlo. Eso genera esa sensación de extrañamiento, apartamiento y aislamiento y lo empuja a la reconstrucción de una identidad falsa, hecha sobre máscaras y exageraciones. Hasta que llega un momento en que se da cuenta de que no puede vivir y asumir que tendrá que estar desmontando eso durante el resto de su vida.

De forma no necesariamente consciente, he utilizado muchas imágenes zoológicas coherentes con ese proceso de arrancamiento.

-La felicidad no se conquista, escribe en el libro. Asegura que usted ha sido realmente feliz en la invención, en la ensoñación de una vida perfecta. ¿Eso también es una forma de escritura?

-Se trata más bien de crear. Planificar o soñar una realidad en la que uno es feliz habitándola. Tiene que ver con ese anhelo adolescente de viajar, de conocer otras cosas, de tener una profesión maravillosa. Vivir desde esa nada, desde ese salón de una casa de familia de clase media en la que un adolescente se sienta a imaginar, sin escribir, sólo inventando la vida. Eso es la ensoñación y es la sensación de esos años lo que recuerda como el estado más cercano a la felicidad.

-Todo ocurre en un colegio cristiano. Pero, seamos sinceros, nadie sale vivo de esas carnicerías escolares. ¿Los colegios son la picadora de carne de los futuros adultos?

-Yo no puedo defender la educación católica que ha habido en España y mucho menos en esa generación. Es un proceso de adoctrinamiento que hace negar a los chicos sus instintos más primarios. Ocurre con la homosexualidad pero también con aquellos adolescentes que se masturbaban y a quienes esa culpa los acompañaría, condicionándolos. Te decían que estabas matando a 13 mil niños en cualquier masturbación. Eso ocurría por igual para todos, homosexuales y heterosexuales, pero para los que además salíamos de la norma se convertía en algo tortuoso y torturante. Yo supe reconstruirme pero otros no.

"Con la literatura necesito una distancia para poder sentarme a escribir, de lo contrario, lo que obtendría sería mala literatura"

- Tardó casi 30 años para escribir, para dar orden y discurso, a algo que llevaba años haciéndole daño. ¿Por qué?

-Este libro lo podía haber escrito hace ya algunos años, pero tardé, acaso por razones familiares. Pero bueno tampoco tendría por qué, mi padre murió en el proceso de escritura del libro y aunque cuento muchas cosas, mi madre tampoco tuvo problemas asimilándolos. En ese sentido quizá fue más un prejuicio por mi parte. Lo que sí es cierto, es que con la literatura necesito una distancia para poder sentarme a escribir lo que me ha rozado en el tiempo, de lo contrario, lo que obtendría sería mala literatura.

-Hay una sensación de agravio. ‘Yo he sufrido tanto porque no me habéis entendido’. ¿Es del todo errado detectar un reproche en estas páginas?

-Es posible. Yo no tengo esa sensación, porque en realidad mi conciencia vital me permitía entender las cosas de otra forma. Nunca le he pedido cuentas a mi familia, hizo lo que pudo. Podría pedir cuentas al mundo, porque el mundo tiene que modificar cosas para que otros no sufran lo que yo he sufrido. Sin embargo, por la homofobia que tuve durante un tiempo, pensaba en el mundo como algo difuso. No veía a nadie a quién echarle la culpa. A pesar de eso, no he querido que hubiese ningún tono de ese tipo.

"El machismo ejercido por mujeres era mucho más devastador que el ejercido por hombres"

-¿Me puede explicar exactamente a qué se refiere con la homofobia ejercida por los homosexuales?

-En España hay un machismo culturalmente muy arraigado. Las mujeres decidían que quienes debían recoger la mesa fueran las hijas y no los hijos. Ellas tenían asumido ese reparto de tareas. Ese machismo ejercido por mujeres era mucho más devastador que el ejercido por hombres. Sobre mi homofobia, pues no es que yo fuese diciendo que había que matar a los maricas, pero durante muchos asumí postulados homófonos.

-Déme un ejemplo, por favor.

-Cosas del tipo 'los bares de ambiente sólo van los promíscuos'; 'los que van a la manifestación del orgullo son unos mamarrachos , los homosexuales no son así'. Ese tipo de reclamos, al final, son homófobos y están tratando de recluir a los homosexuales en un espacio cerrado y sirven para negar que hay una discriminación de base. Si eso lo dice un homosexual cobra más peso, más rotundidad. Cuando Álvaro Pombo dice barbaridades sobre el matrimonio igualitario o las marchas del orgullo, tiene un efecto más radical que cuando lo dice Ana Botella.

Cuando Álvaro Pombo dice barbaridades sobre el matrimonio igualitario o las marchas del orgullo, tiene un efecto más radical que cuando lo dice Ana Botella.

-Toda escritura reivindicativa genera hartazgo, sea literatura femenina o cualquier otra de ese tipo. ¿Cómo evitar que la escritura sobre la propia homosexualidad se convierta en activismo y no en literatura?

-El secreto siempre es la diferencia entre buena y mala literatura. Eso se aplica en cualquier caso: la escritura femenina, o la escrituran homosexual militante. Si se consigue hacer algo que trascienda y llegue a muchos que pueden reconocerse en algo que les conmueve, da igual lo que esté detrás. Eso es literatura. Lo que sí ocurre es que históricamente en algunos momentos sea necesario una literatura que sirva para llevar a la trinchera algunas posiciones.

-Este libro sofistica o a su manera resuelve algo que ya aparece en otros de sus libros: el tema del amor como sentimiento complejo. Este libro resuelve el primer amor y el primer desamor: el propio.

-Ojalá se note que esa vivencia está detrás, porque eso humaniza el libro y hacer que se siente cómo palpita. En toda mi literatura está el amor, incluso en las manos cortadas, que puede ser una novela política, aparecen algunas de mis obsesiones sentimentales. Hay tres libros que defienden lo que el amor supone en mi escritura. Los oscuros, un libro de relatos que aborda lo romántico puro; Los amores confiados tiene bastante de experiencia vital y El amor del revés, que cierra provisionalmente esa ruta. Este libro sirve de llave para entender porqué el amor está presente en todas mis novelas.

Lorca tardó mucho en asumir su homosexualidad, nunca se hablaba de él como homosexual, hasta la izquierda callaba sobre eso

-En España la figura del escritor homosexual, sin embargo, existe. Federico García Lorca o Jaime Gil de Biedma.

-Lorca tardó mucho en asumir su homosexualidad, nunca se hablaba de él como homosexual, hasta la izquierda callaba sobre eso. Claro que había escritores homosexuales, sobre todo poetas, pero estaba en el segundo plano. En esto el paso del tiempo nos la juega, hay cosas que tendemos a decir ‘tampoco era para tanto’, pero cuando lo piensas detenidamente te das cuenta que no era así. Se negaba la identidad homosexual de Vicente Aleixandre y que, en el fondo, las musas que tuvo eran hombres. Ahora es que se comienza a hablar de eso. A pesar de que parezca que esto no era tan grave, es porque estaba tapado. Había ambientes con un determinado perímetro de normalidad. Gil de Biedma no tenía que esconderse ante su círculo de amigos, pero había una línea que nadie traspasaba.

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