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España

La corona se enfrenta a dos momentos sin precedentes: juicio a la infanta y consultas para la investidura imposible

El rey recibe a Rajoy en la Zarzuela

Arranca una de los momentos más complicados para el rey desde su proclamación. Dos episodios coinciden en el calendario. El lunes, la apertura de juicio oral a los imputados por el 'Caso Nóos', en el que su hermana, la infanta Cristina, deberá sentare en el banquillo de la Audiencia de Palma. El miércoles, una vez consituido el Congreso, tendrá que iniciar las rondas de consultas con los representantes políticos a la búsqueda de la figura que consiga reunir el suficiente apoyo parlamentario para superar una sesión de investidura. "Los intereses de la Nación han de estar por encima de todo", había advertido en su importante mensaje de Navidad.

La figura del rey va a ser objeto de una atención sin precedentes desde su proclamación al frente de la corona, hace ahora año y medio. Todo es excepcional tras el embrollo surgido de los comicios del 20D, incluso el papel del monarca en la designación del próximo presidente del Gobierno. Lo que hasta ahora no eran más que meros trámites sin complicaciones, se van a convertir en pasos delicados y de enorme trascendencia. Algunos de ellos, ni siquiera están estrictamente regulados por la Constitución. Silencio y prudencia en Zarzuela antes de abordar esta delicada etapa.

En busca de un presidente del Gobierno

Todo empieza esta semana, con la sesión constitutiva del Congreso, la formación de la Mesa y la elección del presidente de la Cámara. Desde ese momento, esta figura va a adquirir una responsabilidad manifiesta hasta el momento mismo en que los parlamentarios den su aprobación al nuevo jefe del Ejecutivo.

El rey abrirá un periodo de audiencias con aquellos dirigentes que se incluyan en la lista elaborada por el presidente del Congreso

Este miércoles 13, el mecanismo de elección se pone en marcha. El rey abrirá un periodo de audiencias con aquellos dirigentes que se incluyan en la lista que ha elaborado el presidente del Congreso, fruto de un consenso previo con las fuerzas políticas en él representadas. Entramos en una fase muy abierta ya que ni el reglamento de la Cortes ni la Constitución especifican cuánto tiempo puede demorarse este trámite ni en qué fecha ha de celebrarse la sesión de investidura. Lo habitual es que ese periodo no se alargue demasiado. Con Adolfo Suárez apenas se demoró tres días pero en 1996, con un José María Aznar sin mayoría suficiente, se alargó hasta 20. Ahora todo es posible.

Finalizadas las consultas regias, el monarca propondrá un nombre al presidente del Congreso, momento en el que no caben esperar grandes novedades puesto que se da por hecho que el primer intento le corresponderá al cabeza de la lista más votada. Acto seguido se publicará en el BOE y se procederá a la convocatoria de un pleno de investidura. Como el ordenamiento jurídico no recoge plazos ni calendarios, resulta imposible prever cuando se llevará a cabo esta extraordinaria sesión de las Cortes. Atendiendo a la tradición, cabe suponer que se celebrará a finales de mes o primeros de febrero.

Una fórmula inédita

Este es uno de los momentos en los que el rey, en diálogo permanente con el titular de la Cámara, tiene amplia capacidad para marcar los tiempos. Incluso hay quien le endosa a la figura del Jefe del Estado aún mayores responsabilidades, como las de impulsar las negociaciones o apoyar los consensos en aras de alcanzar un acuerdo cuanto antes. También circula la especie de que, en el caso de que, tras intentos y consultas, no se logre salir del atolladero, el rey presentaría un candidato propio, independiente, no necesariamente un político, pero, eso sí, consensuado con dirigentes de los diferentes partidos. En ningún lugar está escrito que el presidente del Gobierno haya de ser un diputado. De este modo, Rajoy y Sánchez pasarían a la historia, sus respectivas formaciones se quitarían de encima sendos quebraderos de cabeza y podría ponerse en marcha un Gobierno de mayoría parlamentaria PP-PSOE para abordar las reformas pendientes y necesarias. Pero se trata de meras habladurías, distorsiones de la realidad en momentos de inestabilidad e incertidumbre. Desde Zarzuela se insiste en que el papel del rey, en estos delicados pasos, se ceñirán a lo estrictamente establecido en el texto constitucional y no se irá ni un centímetro más allá de lo estipulado. El problema es que el margen de maniobra en este punto es muy amplio y pude dar lugar a todo tipo de análisis.

Consumadas las consultas, se llegará por fin a la sesión de investidura. En caso de que el nombre propuesto no logre superar la mayoría absoluta en primera votación, ha de pasarse a una segunda intentona, 48 horas después, en la que tan sólo se requeriría una mayoría simple. Si tampoco se logra el objetivo, se abrirá otro periodo de incertidumbre. Tan sólo está tasado que a partir del primer intento nulo, el Congreso tendrá dos meses para dar con un candidato que consiga el respaldo del número suficiente de diputados para ser investido. Llegamos a una situación sin precedentes en nuestra democracia, ya que, hasta ahora, el candidato propuesto por el presidente del Congreso superaba sin problemas la votación. Ahora seguramente no va a ser así, de acuerdo con los anuncios que se escuchan estos días desde los distintos partidos.

En ningún lugar se especifica cuántos han der ser los contactos del rey ni quién ha de ser el siguiente candidato

Por lo tanto, se abrirá una puerta que hasta ahora ni había hecho falta. El rey iniciará entonces una nueva ronda de consultas, pero en ningún lugar se especifica cuántos han de ser los contactos ni quién ha de ser el siguiente candidato. Serán momentos de negociaciones y de tensiones, y de nervios ya que, ahora sí, el reloj cuenta. Puede proponerse un candidato, o dos... no hay más límite que el cronómetro. Dos meses inamovibles. Si en ese tiempo no logra evitarse el fracaso, el rey, siempre con el refrendo del presidente de las Cortes, procederá a disolver las Cortes y a convocar nuevas elecciones generales. Lo razonable es que sea Pedro Sánchez, líder del segundo partido con más votos en las generales, quien protagonice el nuevo intento. En ello está estos días, lanzando mensajes de entendimiento para cosechar el respaldo de las 'fuerzas progresistas'. No hay antecedentes en los que apoyarse ni referencias pretéritas que sirvan de línea a seguir. Estamos ante un escenario que no se ha transitado desde la restauración democrática. De ahí que la figura del rey vaya a estar en el foco general como no lo ha estado hasta ahora. Hay quien incluso compara la situación actual con la noche del 23F vivida por su padre, don Juan Carlos. Una auténtica exageración a todas luces

Felipe VI va a tener que conducir este farragoso proceso bajo dos premisas, según comentan fuentes políticas: celeridad y prudencia. Es evidente que el artículo 99 de la Constitución define un marco jurídico bien claro para todo este procedimiento. Pero hay algunos puntos oscuros, no suficientemente tasados. De ahí que lo fundamental será contar con la colaboración absoluta de todas las fuerzas polítcias y con una relación fluida y exquisita entre el Jefe del Estado y el presidente de las Cortes. No puede el monarca dar ni un solo paso, en el ámbito político, que no esté refrendado por el Gobierno o por las Cortes. Al no haber Ejecutivo, ha de ser el titular de la Cámara quien ejerza esa función. No debe la figura del monarca quedar expuesta a un desliz o un patinazo. Ni tampoco ir más allá de lo que señala la Carta Magana. De ahí lo importante que resulta el acertar en la elección de la figura de la tercera personalidad del Estado, el titular del Congreso, ya que se abren dos meses muy complicados, inciertos y quizás inestables. 

Este panorama revuelto tiene el añadido de la apertura del juicio oral por el 'caso Nóos'

A todo este revuelto panorama se suma la apertura del juicio oral por el 'caso Nóos', en el que su hermana, la infanta doña Cristina, deberá sentarse en el banquillo de los acusados. También otro hecho sin precedentes. Don Felipe supo levantar con habilidad un cortafuegos entre la anterior etapa de la corona con la que él encarna. Aún así, la institución volverá a estar en el punto de mira en un momento político sumamente inoportuno. Cierto que la Monarquía no es ahora objeto de discusión social, superado el trance de la última etapa del reinado de don Juan Carlos, sacudido por los escándalos y la corrupción, en el que su continuidad estaba abiertamente en riesgo. Pero falta aún mucho tiempo y esfuerzo para su consolidación. El rey, pues, se adentra a su semana más comprometida copn dos asuntos de enorme relevancia en su agenda. Todas las miradas estarán puestas en la Zarzuela.

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