Política

Pedro Sánchez afronta la negociación decisiva con Puigdemont más débil que nunca: cercado por la corrupción y tras el batacazo gallego

Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo. EFE

Pedro Sánchez empieza a verse acorralado. El presidente del Gobierno está en mitad de una tormenta perfecta que amenaza con dinamitar la recién estrenada legislatura. El líder del PSOE está más débil que nunca, cercado por la corrupción que emana del caso Koldo, originado en su gabinete durante la pandemia, y tras el batacazo del partido en Galicia, donde los socialistas se dejaron buena parte de su capital político en unas elecciones que arrojaron malos resultados para Ferraz -de 14 a 9 escaños-.

En estas circunstancias tan adversas afronta el líder del PSOE la negociación definitiva con Carles Puigdemont para desencallar la ley de amnistía, la llave de una mínima estabilidad en el Congreso de los Diputados, donde los partidos de la coalición solo tienen 152 escaños de los 350 que componen la Cámara. El presidente tiene hasta el 7 de marzo para dar luz verde a la norma, ahora en la comisión de Justicia. Aunque su entorno avisa de que, si finalmente o hay trato, ni tan siquiera votarán la ley en el pleno del Congreso para evitar escenificar una derrota que dejaría la legislatura casi sentenciada.

Los estrategas del PSOE y de Moncloa sabían hace justo siete días que la semana no sería buena. El problema es que ha sido demoledora. El golpe en Galicia sacó a relucir de nuevo la dependencia del partido de los nacionalismos periféricos. En estos momentos, el PSOE no es la alternativa al cambio allí donde gobierna el PP. Ha pasado a ser una mera muleta de los partidos regionalistas e independentistas. Y eso está cabreando en Ferraz, una organización que no puede dar un paso sin que los territorios tengan algo que decir. Se vio en las andaluzas de 2022 y en las municipales y autonómicas del año pasado. Y se ha vuelto a ver ahora.

El 21 de abril llegan los comicios vascos. Y el PSE ya avisa a la dirección federal que no quiere que Sánchez se movilice más que lo estrictamente necesario. Además, el estallido del caso Koldo, en el que se investiga el presunto enriquecimiento con comisiones ilegales por la compra de mascarillas en plena pandemia de Koldo García, uno de los principales asesores de José Luis Ábalos, exministro de Fomento y ahora diputado por Valencia, lo complica todo.

Sánchez, que llegó al Gobierno por una moción de censura al PP de Mariano Rajoy, que recibió una dura sentencia por el caso Gurtel, siempre ha defendido la limpieza de su gabinete. La lucha contra la corrupción fue el momentum fundacional de la llegada de Sánchez a Moncloa. Por eso, este fin de semana también presionó a Ábalos, siguiendo la estela de otros pesos pesados de Ferraz, para que el político valenciano deje el acta. El presidente advirtió de que será "implacable" contra la corrupción "caiga quien caiga".

Mientras, a la oposición y le gotea el colmillo. En Génova saltan de alegría con la irrupción de este caso, porque les permite fustigar al Gobierno con un asunto mucho más polémico para los españoles, que tienen un umbra de tolerancia a la corrupción de los políticos muy bajo tras una década, la que siguió a la crisis de 2008, en el que el país desayunaba casi a diario con un nuevo caso mientras el conjunto de los ciudadanos sufrió un claro empeoramiento de sus condiciones de vida.

De manera que, en efecto, el PP y Vox han hecho del caso Koldo la espina dorsal de sus ataques. La amnistía parece ya cosa del pasado. Hasta el punto de que todas las preguntas de la sesión de control de este miércoles -seis- son sobre este asunto. De la amnistía no hay rastro. El presidente intenta ahora quitarse el marrón de Ábalos. El núcleo duro de Ferraz cree que no pasará de Koldo García y el resto de detenidos, pero confían en que el exministro de Transportes ponga fin a su etapa política por responsabilidad.

De manera que Sánchez pueda centrarse en amarrar la legislatura con la ley de amnistía y, después, con los los Presupuestos. Las negociaciones con Junts son duras. Pero el PSOE cree que, finalmente, habrá acuerdo y que los de Carles Puigdemont se 'flexibilizarán' para poder aprobar la ley. El presidente está convencido de que si lo consigue podrá agotar los próximos cuatro años. Sánchez sigue creyendo tener más vidas políticas que un gato. Pero hasta los gatos dejan de vivir. Y esta última semana se ha dado cuenta.

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