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Política

¿Qué ha pasado con Moragas?: El fiel escudero que no quiso reinar

“De haberlo querido, Jorge Moragas sería hoy ministro”, confiesa un alto miembro del PP. Jefe de Gabinete de Mariano Rajoy desde hace cinco años, coordinador del equipo de Génova desde el verano de 2015, Moragas optó por no dar el paso al frente en esta semana decisiva. Cierto es que algo le ofreció el presidente. Pero no precisamente lo que le interesaba. Y optó por no moverse, por no cambiar.

Moragas es su mano derecha dentro y fuera de Moncloa, su acompañante imprescindible en los desplazamientos, su colaborador más estrecho, controlador de su agenda y, en los últimos meses, el diseñador de sus campañas electorales.

El 26-J le salió redondo. Introdujo novedades arriesgadas como el cambio del logo y hasta del himno del PP, a lo caribeño. Con ese activo, con esos 137 diputados frente a un PSOE declinante, podría haber aspirado a cualquier destino. Se ha hablado con insistencia de su vocación oculta por saltar a Exteriores, ya que es diplomático y tiene una agenda internacional envidiable. Apenas lograba sintonizar con Margallo. Optó por la prudencia. Rajoy le necesita en ese puesto, mencionan esas fuentes.

Trabaja en silencio, entre bambalinas, apenas aparece en los medios, mantiene excelentes contactos con altos cargos de los grupos de comunicación, conoce a periodistas, a los del IBEX, a los de la cultura (su cuñada es una brillante protagonista de este sector), charla con gente que algo pinta en gobiernos europeos. Moragas fue el responsable de dinamitar el plasma y sacar a Rajoy de su cómoda hornacina, (excusa para la broma de columnistas, como el Saramago de Esperanza), de hacerle salir a la calle, de acudir a los medios, de presentarse en espacios televisivos durante mucho tiempo impensables, como el de los párvulos de Ana Rosa o el agitador ‘Salvados’.

Agresivo y audaz

Conocida este jueves la alineación del Gobierno, nadie considera a Moragas un ‘exministrable’, un perdedor en la batalla por la poltrona. Mantiene su condición de pieza fundamental, y, por ahora, insustituible, en la estructura de Moncloa que maneja el día a día del equipo de Rajoy. Idea, diseña, sugiere y, desde luego, moviliza. No es un político de paso lento. Es un 'fontanero' agresivo e inquieto. Quizás por eso es el complemento perfecto de un presidente, parsimonioso y casi inmóvil. Ninguno de sus jóvenes 'cachorros' ha saltado al Gabinete. La 'operación Congreso' del PP está en puertas. Quizás sea ese su momento. Y su lugar.

Aterrizó en Génova cuando la figura de Rajoy estaba en el disparadero. Críticas internas, amagos de ‘soluciones a lo Monti’, conspiraciones, traiciones, dudas y un horizonte oscuro. Las elecciones del 20-D no salieron bien.  El equipo de Moragas y sus ‘jóvenes cachorros’ (Maíllo, Casado, Maroto, Levy) apenas habían logrado hacerse con los resortes de la estructura. Dolores Cospedal ejercía de secretaria general y no cedía un centímetro ante el avance de los recién llegados. También en Moncloa se emitían mensajes de dudas y recelos. Algunos miembros del Gabinete mostraron su faceta menos colaboradora.

Nunca le faltó audacia a este sherpa que ya en 1995 pasilleaba por Moncloa como miembro del equipo de protocolo de Felipe González. Con José María Aznar ocupó cargo en Presidencia como director del secretario general. Su nombre trascendió a los medios al ser expulsado, mochila en ristre, de La Habana, en un episodio de novela de aventuras o película con Mel Gibson. Un episodio muy Moragas.

En el  traumático congreso del PP en Valencia, en 2008, Moragas optó por respaldar al cuestionado presidente. Rajoy, en esos días turbulentos y decisivos, agradeció el gesto de alguien que no era ‘pata negra’ del PP, como un Arenas o un Camps. Y lo llamó a su lado. Buena presencia, leal, amable, con idiomas, Moragas se tansformó en la sombra de Rajoy.

Desembarcó en la sede central del PP, en una jugada casi sorpresa para conseguir el objetivo de renovar la presidencia de un Rajoy empeñado en desmotivar a sus seguidores. Torpón, desconfiado, ajeno a cualquier relación con los medios, el entonces presidente era una mercancía difícil de vender. Moragas logró sacar su aspecto más accesible. “Todos dicen que Rajoy gana mucho en el mano a mano. Eso hizo Moragas. Romper el cerco, las barreras, el plasma”, comenta un miembro de su equipo. Recibió algunas críticas de veteranos dirigentes regionales, desconcertados ante algunas iniciativas en la campaña electoral. Aquello de las vacas, los paseos por los pueblos, los vinitos en las tascas… ¿Dónde están los mítines?, clamaba un candidato de provincias.

Tras el 26-J, se puso en marcha para buscar socios y lograr apoyos. La negociación con Ciudadanos fue ardua y prolija. Tres miembros del equipo del PP, Montserrat, Báñez y Nadal, están ahora en el Gobierno. Moragas vigilaba de cerca. Y mantenía encuentros frecuentes con altos responsables del PSOE. Pedro Sánchez había adoptado una inmovilidad mineral. Era preciso  buscar otras vías y otros aliados. El resultado está a la vista.

Un cambio de destino

Después de la investidura, Moragas podría haberle sugerido a Rajoy algún cambio de funciones. El sueño eterno del político: ser ministro. Quizás porque apreció que el presidente contaba con él para proseguir en un puesto de difícil sustitución o, sencillamente, porque no le apetecía dar el salto al Ejecutivo (hay versiones para todos los gustos, y quizás todas ciertas), Moragas se mantiene firme a la vera del ‘jefe’. Como Sáenz de Santamaría. Como Carmen Martínez Castro, otro de los pilares de la Moncloa, aupada ahora a una mayor responsabilidad con los medios desde su secretaría de Estado de Comunicación. 

Moragas modernizó el gabinete de Presidencia, rejuveneció la dirección del PP, dio un vuelco a la imagen de Rajoy y algo tuvo que ver en las dos victorias electorales del último año. Hay quien considera un fracaso no aparecer ahora como nuevo titular de Exteriores. Moragas conoce y valora a Alfonso Dastis, nuevo jefe de la Diplomacia. Muchas reuniones en Bruselas, negociaciones, tensiones y, desde luego, algún almuerzo y copas de distensión en las largas jornadas de Bruselas. Ese habría sido su puesto. Ni lo ha intentado. Moragas, fiel lugarteniente de Rajoy, ha optado por continuar donde cree que se le necesita. “Hay puestos muy difíciles, no por su manejo, que también, sino porque resulta complicado salir de ellos”, comenta la fuente mencionada. Ser el escudero imprescindible del líder de la derecha española es uno de ellos.

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