Es muy probable que Pedro Sánchez, que este viernes no tuvo agenda pública, se sentara en algún sofá del Palacio de la Moncloa, encendiera la televisión, y se partiera de risa al ver la comparecencia de Carles Puigdemont desde Waterloo. Tanta amenaza para escucharle decir, finalmente, que suspende las negociaciones con el PSOE, pero que no rompe. Nada nuevo, tuvo que pensar. Exactamente lo que creen varios ministros del Ejecutivo consultados por este diario: "Es más de lo mismo", explica uno de ellos.
En público, el mensaje de los miembros del Consejo de Ministros es más contenido, pero igualmente cargado de condescendencia. El titular de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, mandó varios recados a Junts. El primero, que el Gobierno "siempre" cumple sus acuerdos; el segundo, que más les vale ponerse a dialogar y, el tercero, que esa, la del diálogo, es la línea que el Gobierno sigue. No solo con Junts, sino "con cualquier otra fuerza política". Se percibe cierto hastío de los "fuegos de artificio": "Nuestro país necesita avanzar", llegó a decir un soriente Bolaños.
En el PSOE tampoco se toman muy en serio la última jugada de Puigdemont. Los socialistas solo lamentan no tener una mayoría más amplia para no depender de él. "Ya nada sorprende. Yo creo que es una chorrada", explica un dirigente del partido. Al final, todo dependerá de Pedro Sánchez, explican las fuentes consultadas, pero en la cúpula socialista, que pide "diálogo y discreción", respiran con cierto alivio. La cúpula del partido está dispuesta a aceptar reunirse en Suiza, como les ha pedido el líder de Junts, para calibrar el estado del pacto de investidura.
En cualquier caso, si además el PSOE impide la semana que viene que se debata en el Congreso la proposición de Junts para que Sánchez valore someterse a una moción de confianza, el cuadro del menosprecio socialista a sus socios independentistas quedaría completo pese a los guiños de las últimas semanas: la proposición de ley para acotar el papel de las acusaciones populares en las causas judiciales —y alimentar el relato del 'lawfare' judicial en España—, la desclasificación de documentos de los atentados del 17-A en Barcelona y Cambrils —una vieja reclamación de Junts, que quiere señalar a las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles— y la recusación del magistrado conservador Macías, por orden del imputado fiscal general, para que no pueda deliberar sobre la constitucionalidad de la amnistía en el Tribunal de garantías —donde Puigdemont juega su última partida—.
Lo cierto es que Puigdemont está atado a Sánchez y viceversa. Los dos se repudian y desconfían el uno del otro, pero en realidad se necesitan para mantenerse al frente de sus respectivas empresas: la presidencia, uno, y el liderazgo independentista, otro. Sumar también quitó importancia a Puigdemont, en el que perciben también cierto elemento de escenificación de su posición clave en el Congreso, dado que son determinantes para poder tener Presupuestos y sacar leyes en la cámara ante la compleja aritmética parlamentaria.
Mientras, el mundo independentista se debate en un dilema: romper o colaborar con Madrid. De eso va el órdago del líder Junts. Pero en Moncloa, donde hasta este viernes por la mañana reinaba el desconcierto y el nerviosismo, según las fuentes consultadas, se atrincheran: "Nosotros, a seguir gobernando", sintetiza una fuente de peso en el entramado de la tormentosa relación PSOE-Junts. El análisis que hacen algunos sectores del independentismo es que la colaboración con el PSOE solo les ha traído problemas.
Las alarmas llevan tiempo sonando en sus respectivos cuarteles. Y los pata negra de la independencia quieren ruido, porque no toleran que Puigdemont se siente ante las cámaras de TV3 y hunda la audiencia —apenas 219.000 espectadores hace menos de un mes—. Pero la lista de agravios va más allá. Tampoco toleran que el socialista Salvador Illa esté a los mandos de la Generalitat, a quien, en última instancia, consideran un usurpador españolista. Si a esto se suma que la ley de amnistía está encallada, a la espera de que decida el Tribunal Constitucional, previsiblemente en octubre, y que esta no se le ha aplicado a su principal destinatario, el propio Puigdemont, el cóctel es explosivo. Pero la bomba no termina de estallar.
MataNarcisos
18/01/2025 12:16
Exacto, más de lo mismo, y continuo de esta DESGRACIA DE BANDA DESGOBERNANTE, y los ciudadanos estamos hasta los EGGS (idioma de Moliere) de tener que soportar MÁS DE LO MISMO.