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Política

Que alguien le sujete el cubata a Sánchez

El presidente del Gobierno en funciones y líder del PSOE, Pedro Sánchez, durante un mitin de la precampaña electoral.

Que no cunda el pánico. Llegan los cuatro jinetes del Apocalipsis (sentencia del procés, aranceles de Trump, Brexit y crisis), pero Pedro Sánchez lo tiene todo previsto. Ha mutado hacia la derecha cañí. Ha girado hacia la 'caverna casposa' y está a dos minutos de arrebatarle a Vox la bandera y de convocar una mani en el Valle de los Caídos.

Todo son burlas y memes ante el estrepitoso giro de Sánchez rumbo del territorio azul. Ha abandonado la zona oscura, ha dado un corte de manga a sus socios de investidura, ha abjurado de Torra, del pacto de Pedralbes, del lacito amarillo en las fuentes de la Moncloa y hasta del danzarín Iceta. Se ha puesto el traje ultra de Bono, se ha embaulado los incendiarios discursos de Guerra y ahora exhala imprecaciones contra la hidra independentista en el más puro estilo Boadella. Hasta amenaza con el 155, y con la Ley de Seguridad Nacional, de Jorge Fernández Díaz. Aún no llega al estado de excepción y a los tanques por la Diagonal. "Denle tiempo", comentan entre bromas en sus filas. 

'A por ellos'

Hace apenas nada, Sánchez tachaba de "incendiario y pirómano" el discurso del PP y de cuantos sugerían la necesidad de intervenir la región. Hablaban de afectos, abrazos, cariños y hasta de un 'relator', como ideó Carmen Calvo, para mediar entre España y Cataluña. Ahora Sánchez ha hecho suyo el discurso del "a por ellos". 

Una mutación impúdica que incluso sorprende a los propios. "¿Os pensáis que se puede ser decente en tiempos indecentes?", dice Joker-Sánchez en su reino de Gothan. Sánchez ha enterrado la tabarra de la España plurinacional –recuerden a Patxi: “Pedro, ¿sabes lo que es una nación?”- y se ha convertido en un cruzado de la españolidad, fiero combatiente contra el nacionalismo abrasador. "Yo zoy ezpañó, la tierra der toro, der vino y der zó", cantaba burlescamente Víctor Manuel. Así de falsos suenan ahora, incluso a muchos de los suyos, los discursos de Sánchez.

Difícil comprar esa mercancía. El mismo que en sede parlamentaria zalameaba a Bildu y chocaba las manos, "tenemos que hablar", con Junqueras. ¿Y esta grosera contorsión ideológica, va a funcionar?, musitan dirigentes socialistas entre las espesas dudas de Ferraz. Demasiada desvergüenza en la propuesta, demasiada insolencia en la metamorfosis. No hay problema, Sánchez es de los que piensan que si no te pillan en una mentira es como si estuvieras diciendo la verdad. "Miente hasta en sueños", apunta un correligionario. 

El gesto de la derecha

El presidente en funciones desprecia a sus rivales, descree de las sorpresas y confía ciegamente en su victoria, coinciden algunos de los recientes visitadores de La Moncloa. Además, está convencido de que, llegado el momento, será investido merced a un inevitable gesto de la derecha. "Seguir en posición de bloqueo resultaría de enorme incomodidad para el PP, Casado ya no lo podrá evitar", confiesan en La Moncloa.  

Se multiplica en las entrevistas, ejercicio que antes le espantaba. Recorre infatigable sedes regionales, actos provinciales y hasta recaló el jueves en la feria del ganado de Zafra, donde protagonizó el curioso patinazo del jamón serrano en tierras de Jabugo o donde Fernández Vara evocó a Felipe González como presidente. Quizás el vino local y la fanfarria pastoril animó a los oradores, que se perdieron por los senderos del extravío.

Elecciones muy abiertas, de resultado incierto, comentan los gurús de Sánchez. Ganará el PSOE, con menos escaños de los que tiene. Subirá el PP, sin llegar a 100 diputados y sin posibilidades de Gobierno porque Cs no suma. Bajará Podemos, pero no tanto, y lo de Errejón es la bonoloto del candidato adulterado. Los más pesimistas temen que, pese a la obscena pirueta hacia el centroderecha, ya hay pocos votos que arañarle a Rivera.

"La estrategia de Iván Redondo puede derivar en una mueca ridícula", comentan los espíritus más críticos. Sánchez no escucha a los perplejos ni a los tibios. Su estilo es audaz, arrojado. Le ganó en su día el pulso a su aparato, defenestró después a Rajoy y ahora se derechiza como jugada decisiva para seguir en La Moncloa. "Sujétame el cubata, que voy por ellos", le caricaturizan en las redes. El problema es que esos 'ellos' hace tan sólo unos días eran 'otros'. Todo un lío.

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