Política

Alarma en Exteriores: España quedará fuera de las decisiones estratégicas en defensa

La situación política interna de Pedro Sánchez le impide situarse en el timón de mando de la respuesta europea a la amenaza rusa

  • Pedro Sánchez (c) entre Enmanuel Macron y Keir Satarmer. -

Los diplomáticos españoles están preocupados a la par que decepcionados, porque, una vez más en la historia, ante un momento crucial para el devenir de Europa, España no podrá sentarse en el puente de mando. Las fuentes consultadas en el mundo diplomático admiten que, por el momento, Madrid quedará fuera de la toma de decisiones estratégicas para el rearme y la defensa comunitaria. La situación política interna del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lo impide.

Una fuente diplomática de alto nivel explica a este diario el difícil panorama que afronta el líder socialista: "El presidente Sánchez tiene serios problemas. Jugará a quitarse presión con gestos y anuncios, pero, por ahora, no hará mucho de manera efectiva". Sánchez, en efecto, no puede liderar la escalada armamentística que han abrazado Francia, Alemania o Reino Unido. Y, por eso, intentará influir en las decisiones europeas desde su altar de líder socialdemócrata.

El presidente jugará la única baza que le queda: saberse el único faro de la otra gran familia política que construyó la Unión junto a los conservadores, quienes, pese a su preponderancia en la mayoría de las cancillerías europeas, no pueden permitirse obviar a los socialdemócratas. En la UE solo resisten España, Dinamarca y Malta con partidos en el Gobierno pertenecientes a la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas. Y, fuera de la gran familia europea, capea el temporal el primer ministro británico, el laborista Keir Starmer.

Lo cierto es que el presidente del Gobierno ha pasado en poco menos de dos años de considerarse un "actor global" con influencia —según su equipo— a perderla poco a poco. Las coordenadas políticas de Occidente están cambiando aceleradamente y se están desacoplando de la sensibilidad ideológica del PSOE. La primera potencia del planeta, Estados Unidos, está comandada ahora por Donald Trump. La llegada del republicano a la Casa Blanca ha trastocado por completo la sintonía entre Bruselas y Washington.

En verdad, el derrumbe de aliados "progresistas" del presidente se ha acelerado en los últimos años. Si Sánchez ya no tiene a Joe Biden a los mandos de Estados Unidos, tampoco podrá contar con Justin Trudeau al frente de Canadá, que renunció a principios de año. También ha perdido a su colega socialdemócrata alemán Olaf Scholz. La potencia europea estará dentro de muy poco liderada por el conservador Friedrich Merz, aunque será una gran coalición entre los democristianos y los socialdemócratas la que tome las riendas del Gobierno alemán.

El discurso oficial de la Moncloa es que, en un contexto de incertidumbre y sacudidas geopolíticas con impacto en la vida diaria como el actual, los ciudadanos valoran más el peso internacional de Sánchez y la estabilidad económica que ofrece, frente a la alternativa de Alberto Núñez Feijóo. Y esa será la apuesta del Gobierno socialista en los próximos meses, mientras en el plano interno se mantiene un perfil bajo.

Pero lo cierto es que en el complejo presidencial preocupa la nueva debilidad de Sánchez en la Unión Europea. En estos momentos, el presidente no tiene capacidad para mostrarse como un socio fiable ante sus colegas europeos ni para comprometerse con la fiebre del rearme que ha invadido las capitales comunitarias para hacer frente a la amenaza rusa y la hostilidad estadounidense. Sánchez ha trasladado en Bruselas que el incremento de las partidas de defensa no tiene por qué pasar por el Congreso.

Cosa distinta es la eventual participación de militares españoles en una misión en Ucrania. Sánchez querría jugar en la liga de mando de las decisiones europeas. No por casualidad, durante la cumbre en Londres de líderes para trazar la seguridad del viejo continente, el presidente español se sentó entre su colega francés, Emmanuel Macron, y el británico, Keir Starmer, que son, precisamente, los partidarios de desplegar una fuerza de paz que lleve hasta Kiev uniformados europeos.

El problema es que Sánchez no cuenta para ello con el apoyo, no ya de la mayoría en el Parlamento que le dio su tercera investidura, sino de un tercio de su Gobierno. Sumar ha enseñado ya sus cartas: no quiere oír hablar de gastar más en armas y resucita el grito histórico de la izquierda española contra la OTAN. Las tropas, ni en sueños. Todo indica que Sánchez, sin apoyo total dentro de su Gobierno y sin apoyos suficientes en el Parlamento, parcheará la falta de presupuestos generales para engordar las cuentas del Ministerio de Margarita Robles por la vía de contingencia, es decir, mediante ampliaciones de crédito aprobadas en el Consejo de Ministros, ya que estas no requieren ratificación de las Cortes, que es exactamente lo que ya se ha hecho en los últimos años.

De hecho, y como consecuencia de ello, el gasto militar real puede duplicar el previsto en los presupuestos en vigor, aprobados en 2022. Los mensajes políticos procedentes de España no gustan en Bruselas. Cada uno de ellos resta credibilidad y fuerza a Sánchez, que está perdiendo la batalla del relato. El presidente hace malabares e intenta convencer a la opinión pública española (y a sus socios parlamentarios) de que, cuando se refiere a gastar más en defensa, la cosa no va de tanques o fusiles, sino de "ciberseguridad".

Pero nada más lejos de la realidad. Europa tiene que rearmarse como nunca en ocho décadas: construir un mando común, una estructura militar única y disponer de armas homologables que hablen el mismo idioma, porque en estos momentos hay 27 arsenales distintos que carecen de interoperabilidad. Y todo indica que España y el resto de países europeos se van a ver obligados a hacer recortes en su gasto público para cumplir tan colosal empresa. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, acostumbra a tomar nota de todo lo que no le gusta. Y en el PSOE, en privado, se admite que a la alemana no tuvo que gustarle nada escuchar a Sánchez criticar el nombre del plan con el que quiere movilizar hasta 800.000 millones: Rearm Europe. El presidente está en fuera de juego diplomático.

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