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España

Podemos y el histórico 2020: la entrada en el Gobierno de los 'sospechosos habituales'

El pacto del 'abrazo' entre Sánchez e Iglesias

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias comparten una lectura parecida de la acción política. Los dos representan la nueva generación de líderes forjados más en la comunicación que en la gestión. Iglesias fue un ejemplo de resistencia en 2019. Contra todos los pronósticos salvó los muebles en las generales y alcanzó en enero una coalición con Sánchez. Ya en el Gobierno, en el pleno de una pandemia mundial, el año 2020 ha sido muy intenso para el partido morado: han estallado una docena de polémicas entre ministros, y aunque Iglesias defiende tener una relación cordial y de confianza con Sánchez, la realidad es muy diferente.

“El mejor truco del diablo fue convencer que no existía”. Esta es la frase clave de la película de Bryan Singer de 1995, Sospechosos Habituales, en la que mentira y realidad confunden al espectador desde el comienzo del largometraje. La esencia del montaje se centra en la fragmentación narrativa, hasta que todo se aclara en los últimos minutos y se desvela que el maestro del engaño, el despiadado Kaiser Söze, se oculta en el falso tullido Kevin Spacey, el sospechoso menos sospechoso de la banda. Los investigadores, que habían centrado el tiro en un expolicía corrupto inteligente y guapo, entienden su error demasiado tarde.

El primero gobierno de coalición de la historia de la democracia española sigue un hilo narrativo tan fragmentado como la película de Singer. Buenos y malos se mezclan, los ministros se reprochan mentiras y deslealtades, entre las dos formaciones se ha activado una guerra sin cuartel para capitalizar los anuncios del Ejecutivo. Y la desconfianza va in crescendo. Esta es la tónica de un gobierno en el que los dos líderes, Iglesias y Sánchez, desconfían el uno del otro y desde ambos lados de la coalición cada actor acusa a su “socio” de ser el verdadero impostor que hay que buscar: el Kaiser Söze de la película.

Imagen de la película Sospechosos habituales

Una relación complicada

Sánchez e Iglesias se fundieron en un abrazo hace un año. Iglesias había intentado convencer al socialista de sellar una coalición durante meses, pero Sánchez siempre había respondido con evasivas. “Es como una pared, habla como si estuviera en un plató de televisión”, se quejaban los morados. Después de las elecciones del 10 de noviembre de 2019, en 48 horas Sánchez cambió el guion.

Desde entonces, nadie en el entorno del líder morado se cree las promesas de Sánchez. Oficialmente la relación entre los dos líderes es de cordialidad. Pero en realidad Iglesias no se fía y toda su actuación a lo largo de 2020 demuestra que siempre mira de reojo al socialista.

El rumbo del Podemos se resuelve así en una lucha diaria por la supervivencia. Iglesias ha aprendido que con la guerrilla mediática se ganan las batallas tanto dentro como fuera del Ejecutivo, y su gran éxito ha sido reeditar la mayoría de investidura en los presupuestos. Cuando empezó a tejer su alianza con ERC y Bildu, los asesores de Sánchez en La Moncloa se mofaban de él. Ahora ya nadie lo hace

¿Maestros o aprendices en Moncloa?

El centro neurálgico de asesores de Sánchez, por su parte, está en crisis. En los mensajes que filtran a sus partidarios insisten en que la situación está bajo control y que todo forma parte de una estrategia destinada a canibalizar a Iglesias. Pero en Podemos celebran el fracaso de la "calendarización" de la agenda social de Iván Redondo. Y empiezan a circular voces que apuntan a una situación de caos en la Moncloa.

Iván Redondo.

Además de los presupuestos, en efecto, Iglesias ha ganado este año la batalla por los decretos sobre los desahucios y el corte de suministros. Pronto ganará la de la subida del salario mínimo interprofesional y ya ha puesto en marcha su diplomacia paralela en el viaje a Bolivia.

Para los socialistas esos movimientos demuestran la “deslealtad” del vicepresidente, y piden a Sánchez corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde. En doce meses se pueden contabilizar más de una docena de enfrentamientos entre ministros, y muchos de ellos han terminado con los morados de ganadores.

Se empezó con la bronca entre Carmen Calvo e Irene Montero por la ley de libertad sexual. Posteriormente llegaron los rifirrafes entre Calviño, Escrivá y María Jesús Montero con Iglesias, hasta acabar con los enfrentamientos con Laya y Robles. Cada vez que se genera un choque, Iglesias lleva la cuestión al debate público. En Podemos han aprendido que a menudo es el propio presidente que prefiere recular para no sucumbir a la propaganda de los morados. Así que Sánchez acaba desautorizando a los ministros de su partido.

Iglesias entró en el Gobierno con poderes muy limitados. “Somos un equipo pequeño”, admitían desde el partido morado. Aun así en estos meses el líder de Unidas Podemos ha demostrado ser un profesional de la comunicación política, y de haber desbancado a los supuestos expertos de Sánchez y a otros dirigentes con más peso en el Ejecutivo. Y en esta constante relación de sospechas habituales, Iglesias, cuyo partido es un artefacto ya sin estructura, juega todas sus cartas para adueñarse del relato, sea eso realidad o mentira al igual que ocurre en la película de Singer.

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