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España

Los ‘círculos’ de PP y PSOE: rebeldía de base contra la atrofia en los viejos partidos

Isabel Benjumea, presidenta de Floridablanca.

Son militantes en busca –otra vez– de su partido. En realidad partido todavía tienen, y no pretenden renegar de él, pero se sienten huérfanos, desamparados: las siglas que una vez les ilusionaron son hoy un pálido reflejo de aquel prístino compromiso ideológico. Este es el sentir de parte de las bases de los 'viejos' partidos. PSOE y PP atraviesan una crisis de identidad y liderazgo que se percibe en el magma nervioso de su militancia. Si Podemos tiene sus círculos, que lo alimentan y corrigen, populares y socialistas tiene un puñado de plataformas, think tanks y asociaciones críticas que luchan por derribar sus caducas estructuras, airear sus vicios y denunciar sus pecados.

Pero, ¿qué piden estas nuevas corrientes? Básicamente, todas lo mismo: más democracia interna. Visibilidad para sus ideas y algún tipo de movimiento en las élites que sugiera que el aparato del partido tiene en cuenta a las nuevas generaciones de militantes. “Este tipo de organizaciones son el resultado de la crisis interna de los partidos", explica Ignacio Jurado, politólogo de la Universidad de York, "lo que hay que ver es qué capacidad tienen para modificar la hoja de ruta de sus formaciones". Tanto PSOE como PP atraviesan un periodo convulso, pero esa debilidad no es garantía de triunfo para estas plataformas de críticos. "Pueden ganar en visibilidad y en reputación, pero lograr cambiar las cosas es complicado", afirma Jurado.

“Este tipo de organizaciones son el resultado de la crisis interna de los partidos", explica Ignacio Jurado, politólogo de la Universidad de York

Floridablanca, que nació hace justo un año y medio en el seno del PP, es una de esas organizaciones críticas. A sus más de 350 integrantes les mueven dos objetivos, según su presidenta, Isabel Benjumea: por un lado, "hacer pedagogía del pensamiento liberal-conservador", que en su opinión ha experimentado un fuerte retroceso en el partido, y por otro "cambiar las estructuras internas de la formación".

Regeneración (lucha contra la corrupción) y democratización (primarias internas), pero siempre bajo una misma enseña: "Leales con el partido y críticos con la dirección". Floridablanca, aunque muy combativo con la actual dirección del PP, viene apadrinado por personalidades que, como el exdiputado Eugenio Nasarre, dan un aura de legitimidad al proyecto. En este sentido, este "modesto think tank", como lo llama Benjumea, está más cerca de las élites de la formación de lo que lo están proyectos similares en el PSOE.

Con ser el más relevante, Floridablanca no es el único grupo crítico que ha surgido en los últimos años dentro del PP. Desde posiciones más conservadoras (sobre todo en lo moral: se definen como "humanistas cristianos") y con un perfil menos escorado al think tank, Qveremos nació hace unos meses apadrinado por otro peso pesado del partido, el exministro Jaime Mayor Oreja. Su objetivo –también– es "reformar el centro derecha español". Y lo quieren hacer desde la constatación de la "brecha que separa a los políticos de los ciudadanos”. Según su manifiesto fundacional, el PP es un partido "esclerotizado", donde "prima la fidelidad y no la capacidad". En su vocabulario político incluyen expresiones como "movilización ciudadana", "debate de idas" y "acción común". Tanto Qveremos como Floridablanca –movimientos juveniles, aunque ajenos a la trama de Nuevas Generaciones– aspiran a cambiar el paradigma dentro del PP, lo que Jurado interpreta como un deseo de "ganar reputación" y lograr una "posición de fuerza".

También el PSOE atraviesa una lacerante crisis interna. Y también los socialistas han visto cómo, en los últimos tiempos, brotan iniciativas de base amparadas en la bandera de la regeneración política. No son exactamente círculos, como los de Podemos, maestros en dotar a la militancia de una significación real en el partido, a la vez tradicional y novedosa, pero sí son proyectos que dan cuenta de un déficit: el de los viejos partidos con sus (potenciales) nuevos militantes. Socialismo necesario, por ejemplo, es una modesta plataforma nacida hace un año, que busca "cambiar las prioridades ideológicas" del PSOE así como los métodos y canales de participación y las reglas de presentación de candidaturas para liderar la formación.

Socialismo necesario, como otros grupos críticos dentro del PSOE –Redflexiona, Las Bases Decidimos– coinciden con las plataformas homólogas del PP en su sed de renovación, pero se diferencian en su estatus dentro del partido. Aunque Floridablanca y Qveremos se postulan como organizaciones ajenas al esqueleto de su partido, tienen evidentes vínculos espirituales con algunos de los líderes del pasado. Son movimientos fuera del (actual) sistema, pero dentro de las élites. En cambio, las organizaciones cercanas al PSOE están situadas en una posición intermedia entre el propio partido y la sociedad civil. Es como si el partido hubiera externalizado la crítica a una militancia más laxa, menos orgánica, más porosa, en consonancia con los nuevos modelos de fidelización de los partidos en los últimos años.

Ciudadanos y Podemos también tienen sus críticos

La disidencia interna es estos días casi una obligación. Sin llegar a las exageradas predicciones de Unamuno cuando dijo que no formaría parte de un partido político porque lo partiría, lo cierto es que los partidos –todos – afrontan una cierta oleada de contestación internas, como si ser disidente revistiese de un aura especial, de un compromiso más hondo en tiempos, precisamente, de afectos políticos líquidos. Incluso a las formaciones nuevas, o renovadas, les salen estos apéndices criticones. En 2014, Ciudadanos vio como nacía la Plataforma por las Garantías Ciudadanas, que denunciaba “los métodos oscurantistas y poco democráticos” de la formación de Rivera. Y estos días ha nacido la coalición Unidos por el Futuro!, que integra a disidentes de Podemos, un nuevo partido casi intrínsecamente asociado al concepto de disidencia.

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