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España

Arriola frustró el plan que los barones del PP propusieron a Rajoy para evitar el descalabro del 24-M

Mariano Rajoy, entre María Dolores de Cospedal y Javier Arenas.

“Hemos puesto la vista solo en las generales, sacrificando de forma suicida las autonómicas y municipales para desnudar a Podemos y Ciudadanos”, reza el arranque crítico de uno de los informes que llegaron a La Moncloa semanas antes del 24 de mayo, fechas en las que el canguelo de Alberto Fabra, José Ramón Bauzá, Luisa Fernanda Rudi, José Antonio Monago y hasta de María Dolores de Cospedal, ante la previsible pérdida en las urnas de sus feudos territoriales, se hizo patente en numerosos cenáculos madrileños. “Mariano tiene por escrito nuestras opiniones, nunca podrá decir que no le hemos advertido de lo que se nos viene encima”, se quejaba uno de los expresidentes citados durante un encuentro celebrado en la capital con un grupo de diputados de su circunscripción.

Arriola defendió en reuniones internas que había que dejar que el castigo al PP se vaciara en las locales y autonómicas

En uno de los informes que llegó a la mesa de Rajoy procedente de los barones para intentar convencerle de que tenía que poner pies en pared, se hace una radiografía bastante precisa de los errores que ha cometido el Gobierno desde el inicio de la legislatura. Se resumen así: delegar solo en la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, las explicaciones sobre la gestión del Consejo de ministros, ausencia casi total de interlocución con el Ejecutivo de los presidentes autonómicos y alcaldes, castigo a las clases medias con la subida de impuestos, carencia de respuestas contundentes para reducir el desempleo juvenil, una respuesta tímida al desafío soberanista en Cataluña y, por último, falta de medidas eficaces para combatir la corrupción.

En otros informes que llegaron hace dos meses a La Moncloa para que Rajoy recondujera a tiempo la situación tampoco se deja en muy buen lugar a la dirección del PP, a la que se responsabiliza en lo que le toca de la descoordinación con el Ejecutivo y con las sedes regionales del propio partido, así como de la pasividad a la hora de defender la gestión de los distintos ministerios.

Las primeras alarmas, según se describe en uno de estos documentos de trabajo, se encendieron con las europeas del año pasado, donde la abultada abstención reveló que el electorado del PP se sentía abandonado por el Gobierno, así como la urgencia de proceder a un relevo generacional. Con posterioridad, se confirmaron estos avisos en las andaluzas de marzo donde, a juicio de los barones recientemente destronados, se detectó la debilidad del partido en el sur, visto como una formación de derechas amenazada por la irrupción de Ciudadanos en el espacio del centro. También se evidenció en estos comicios la resistencia del PSOE.

“Hay que elegir uno de estos dos caminos”, se lee en otro de los documentos que se hicieron llegar a Rajoy: “O confiamos todo a la mejora económica desde una cierta ingenuidad o nos movilizamos con cambios de personas en el Gobierno y el partido, introduciendo con rapidez nuevas políticas en el ámbito fiscal, el laboral, el del terrorismo, la corrupción y el soberanismo”. Uno de los presidentes autonómicos que han perdido la poltrona alertaba también al presidente del riesgo de infravalorar la pérdida de poder territorial que se avecinaba y de apostar todo a ganar las elecciones generales con anuncios de rebajas de impuestos, compensaciones a los funcionarios o mejora de las pensiones, iniciativas a todas luces importantes que debían tomarse, a su juicio, antes de lo que luego se tradujo en una severa debacle autonómica y local: pérdida de siete gobiernos regionales, de cientos de ayuntamientos y de casi la mitad de las diputaciones provinciales.

Rajoy guardó en un cajón el consejo de introducir cambios profundos en el Gobierno y en el partido

Según la información que maneja la mayoría de los condenados al ostracismo del Senado desde el pasado 24 de mayo, la culpa de que Rajoy no reaccionara a tiempo a estas alertas la tuvo su consejero palaciego, el sociólogo Pedro Arriola, al que muchos acusan en el PP de no haber ni siquiera olido a tiempo el empuje de Albert Rivera, el entierro de Rosa Díez y el fuerte despegue de los frikis de Podemos en casi toda la geografía nacional. Durante una reunión del experto en demoscopia con parte de la cúpula del PP, mantenida en Sigüenza cuatro meses después de las pasadas europeas, algunos dirigentes del partido ya se coscaron de la doctrina que Arriola le estaba vendiendo a su jefe. “Lo que defendió, en síntesis, es que había que dejar que los españoles volcaran su rabia en el voto de castigo a los alcaldes y presidentes autonómicos, entre otras razones porque iba a servirnos a todos para desenmascarar a Albert Rivera y a Pablo Iglesias”, afirman en el cuartel general de Génova, 13. “Y, lo peor, es que, prácticamente, nadie se atrevió en aquella reunión a rebatirle”, revelan las fuentes.

Arriola se vio reforzado en sus argumentos por el silencio del partido para el que trabaja desde hace varias décadas y acabó convenciendo a Rajoy de que no era necesario ni conveniente disparar con bala de grueso calibre antes del 24-M, pues era recomendable reservar la mejor munición para las legislativas. “Ahora, el problema al que nos enfrentamos es que todas estas medidas, incluidas las que van en los Presupuestos que pronto se debatirán en el Congreso, van a ser interpretadas por la mayoría de nuestros votantes en clave electoral, sobre todo por aquellos que siguen en la abstención y pueden acabar decidiendo el resultado final”, resume uno de los expresidentes que trasladó con tiempo suficiente sus señales a La Moncloa.

Los expresidentes autonómicos critican al asesor de Rajoy no haber olido el despegue de Ciudadanos y el entierro de UPyD

La pregunta que numerosos diputados del PP se hacen ahora es si, con esta forma de proceder, no se habrá tirado todo por la borda, es decir, si el aumento del empleo y del número de afiliados a la Seguridad Social, el saneamiento económico, el crecimiento del consumo y de la confianza, acabarán amortizados en pocos meses ante la renuncia de Rajoy a cambiar de verdad su Gobierno y a eliminar los cuellos de botella que han acabado minando la conexión de éste con las estructuras territoriales del partido, donde se interpreta que los nuevos fichajes –los Casado, Maroto, Levy y Maíllo–, están solo entrenados para dar bien en las tertulias de televisión. Hay apuestas para todos los gustos. 

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