Karla Sofía Gascón nació en Alcobendas (Madrid) el 31 de enero de 1972. Pero cuando llegó al mundo no era Karla Sofía sino Carlos Gascón, un varoncito, segundo vástago de los tres que tuvieron sus padres, Antonio e Irene, que procedían de Andalucía. A pesar de la fama de opulencia de que goza la localidad natal, la familia era más bien humilde: el niño Carlos sufría en el colegio y en el entorno de sus amistades infantiles porque su padre, además de trabajar en una imprenta, era el que se encargaba de recoger los cubos de basura y de regar las plantas del barrio.
Carlos asegura que desde los cuatro años tenía perfectamente claro que era una niña en el cuerpo de un niño. Pero tardaría 42 años más en dar el difícil paso y convertirse en Karla. Estudió en el colegio que había junto a su casa, en la calle de San Antonio. Era un niño, como mínimo, extraño. Lo primero es que salió llamativa, extraordinariamente guapo, rubito de ojos claros. Y lo segundo era su carácter: ya desde chiquillo fue un crío extremo, apasionado, casi podría decirse que teatrero, lenguaraz y con un más que evidente afán de protagonismo. Era muy inteligente, eso sin duda, pero estamos ante el típico caso de un chico que hace las cosas que hace para llamar la atención de los demás, para concitar la admiración y el asombro, para que le aplaudan. Para que lo quieran.
No le ayudó la situación familiar. En casa no sobraba el dinero y Carlitos tuvo que ponerse a trabajar en asuntos relacionados con la electricidad, que fue lo primero que estudió: ayudaba a instalar antenas, por ejemplo. Pero aquello no era lo suyo y él lo sabía. Él dice de sí mismo que era un niño “introvertido pero con mucha iniciativa”; eso es lo que suelen decir los niños hiperactivos o con problemas emocionales que un crío no es capaz de resolver por sí solo. Lo que sí tenía claro el adolescente Carlos, cada vez más guapo, era que su destino estaba en el espectáculo, en las tablas, ante las cámaras. Donde se le viese y se le admirase.
No podía pagarse grandes academias ni escuelas privadas de interpretación, aunque le ayudaron muchos amigos y profesores, así que se inscribió en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM). Como era de esperar, le fue bien. Alto como era, y muy atractivo, no tardó en obtener papeles en las series de televisión que, en los años 90, se convirtieron en auténticas canteras de buenos actores todavía veinteañeros, como Al salir de clase, El súper, Calle nueva, El pasado es mañana y varias más. Hizo publicidad, como tantísimos. Pasó un tiempo en Italia poniendo voz, también en televisión, a muñecos en programas infantiles, como Solletico y Gommapiuma. Intervino en revistas musicales (para televisión) como El águila de fuego. Pero todos estos trabajos no lograron construir una carrera sólida como actor. Iban y venían. Había épocas de mucho brillo que alternaban con otras de negrura. No en vano Karla dice hoy que uno de sus primeros recuerdos felices, de niño, fue ver un eclipse.
En una de aquellas series, El pasado es mañana, conoció al actor y director de televisión mexicano Julián Pastor. Fue él quien le abrió las puertas de México y le dio el empujón que necesitaba. Carlos, que todavía no era Karla, se acababa de casar con la que sigue siendo su esposa, Marisa, madre biológica de la hija de ambos, Victoria. Pero el actor cogió el portante y cruzó el Atlántico.
Y allí sí. En México, Carlos Gascón se convirtió en una celebridad, sobre todo gracias a las telenovelas en que participó: Corazón salvaje, Llena de amor, El señor de los cielos, Hasta el fin del mundo, Como dice el dicho y varias más, incluidas varias películas de éxito en el país y en buena parte de Hispanoamérica. Carlos ya frisaba los 40 y su aspecto había dejado de ser el de un adolescente seductor, pero la vida parecía sonreírle.
Y en 2018, cumplidos ya los 46, dio la campanada. Habló con sus padres y les contó que siempre se había sentido una mujer dentro de un cuerpo equivocado y que pensaba convertirse oficialmente en Karla. Según él, su madre no se sorprendió en absoluto y dijo: “Sé que lo harás, porque siempre haces lo que dices”. Karla asegura que ni Antonio ni Irene, los padres, sospechaban nada. Algo bastante difícil de creer. Ni que fueran tontos. Lo mismo que Marisa, su mujer, quien se quedó de piedra -siempre según él- cuando vio a Carlos transformado en Karla Sofía.
Ese mismo año presentó un libro, Karsia, una historia extraordinaria, en el que relataba la difícil, costosa, dolorosa peripecia de cambiar su identidad de género y casi su personalidad. Después de aquello volvió a México, donde continuó participando en series de televisión (Rebelde, por ejemplo) y en programas como Masterchef Celebrity Mexico.
Y entonces ocurrió un verdadero milagro. El director de cine francés Jacques Audiard estaba buscando a alguien que interpretase el papel protagonista de su película Emilia Pérez, un musical cuya protagonista es una narcotraficante… transexual. La cosa estaba difícil porque son muchos los actores varones que han fracasado cuando han intentado interpretar no ya a mujeres, que eso está en la tradición del teatro europeo, sino a mujeres trans. Se necesitaba una transexual auténtica. Karla Sofía hubiera matado por aquel papel, pero no hizo falta llegar a tanto; en cuanto la vio, Audillard dijo: “Es ella”.
El éxito fue sencillamente extraordinario. En Emilia Pérez, Karla consiguió el triunfo absoluto y la gloria con la que Carlos, su yo anterior, no se habría atrevido ni a soñar, con todo lo guapo que era. El filme se estrenó en el Festival de Cannes en mayo de 2024. El público y la crítica se rindieron ante la película y desde luego ante Karla Sofía. Empezaron a llover los premios y las candidaturas a los grandes galardones del cine mundial. Premio del Jurado en Cannes. El American Film Institute la incluyó entre las diez mejores películas de aquel año. Premio del Cine Europeo. Trece nominaciones a los Globos de Oro, incluyendo a Karla como mejor actriz. Once nominaciones a los Bafta británicos. Y trece nominaciones más para los Oscar, incluyendo de nuevo a Karla Sofía como firmísima candidata a la estatuilla a la mejor actriz, en firme competencia con Demi Moore.
Pero, de pronto, el aparentemente imparable globo estalló. En enero de este mismo año, 2025, alguien (no se sabe quién) empezó a hacer circular “tuits” publicados en esa red social por Karla Sofía Gascón… apenas cuatro o cinco años atrás, cuando ya era Karla y no Carlos. Siempre anduvo esta mujer muy demasiadamente suelta de lengua y escasa de prudencia y comedimiento. Seguramente no pensó que aquellas frases intolerables habían de tener algún día la repercusión que han tenido; si el medio es el mensaje, como decía McLuhan, hay que admitir que las atrocidades que escribió Karla sobre los musulmanes, los putos moros, sobre las vacunas que acabaron con la covid-19, sobre el asesinato del negro norteamericano Nick Floyd (le llama “drogata estafador”) que provocó una verdadera conmoción en EE UU, sobre algunas compañeras de profesión, sobre la diversidad en los Oscar y sobre cincuenta cosas más… no son precisamente lo peor que ha podido leerse sobre todos esos asuntos en semejante estercolero, en donde el anonimato es un insuperable estímulo para decir barbaridades. Pero es que Karla Sofía Gascón no se escondía detrás de ningún seudónimo. Firmaba con su nombre aquellas brutalidades que, en muy pocos días, convirtieron las cañas en lanzas, volvieron contra ella a casi todos los que hasta ese mismo momento se inclinaban ante su talento y le proporcionaron el más espantoso batacazo de su vida.
El activista, escritor y columnista Bob Pop, nada sospechoso de homofobia, lo definió con más brevedad que nadie: “Es una señora de Vox”, dijo, “solo le ha faltado hablar de lo de la paguita”. El director de la película Emilia Pérez, Audillard, que hasta ese momento había sido su ángel de la guarda, rompió toda relación con ella. A Karla le hicieron saber que su presencia en la ceremonia de los Goya, para apoyar el filme, estaba más que desaconsejada. Netflix dejó de contar con la actriz para la promoción del filme en EE UU y le advirtió que no pagaría un solo avión más. El ministro de Cultura de España, Ernest Urtasun, hasta ese momento el más fervoroso apoyo de la actriz, le volvió inmediatamente la espalda. La editorial Dos Bigotes dejó de promocionar su libro Karsia, que se estaba vendiendo como rosquillas. Fue una catástrofe en toda regla.
Karla Sofía Gascón pidió perdón por aquellos viejos tuits (no tan viejos) y cerró su cuenta en X (de soltera, Twitter), como hizo notar el actor Antonio Banderas: “Por lo menos ha pedido perdón”. No sirvió de nada. Karla, que pasó de ser hombre a ser mujer hace menos de siete años, se metamorfoseó de heroína del cine y de los derechos humanos en una apestada en toda regla, y todo eso en menos de una semana. No se veía semejante hundimiento desde el Titanic.
Su reacción ha sido la esperable: lágrimas que, al menos esta vez, no son sobreactuadas. Victimismo a espuertas. Amenazas. Palabras gruesas, que esas las ha usado siempre, contra quienes la odian, sean quienes sean porque hasta hace un par de semanas no parecía odiarla nadie… fuera del Twitter, que está para eso. Teatralidad de la que ha usado y abusado toda su vida. Los expertos dan por hecho de que Hollywood negará a esta mujer un Oscar que tenía prácticamente ganado y más que merecido. Y todo esto envuelto en una sensación de soledad, de súbito desamparo, comparable a la de Cenicienta cuando la carroza de cristal volvió a convertirse en calabaza.
Por su mala cabeza.
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Conocemos y queremos al pez payaso (numerosas especies del género Amphipriona) gracias a la película de Disney Buscando a Nemo, que tiene ya 22 años, parece increíble, ¿verdad?
Pero en la encantadora peli no se contaba todo lo que hay que saber sobre este pececito que cae tan simpático y al que hemos motejado de payaso no por su especial gracia ni por lo bien que imita a Chiquito del Arrecife, sino por sus llamativos colores blancos, negros y anaranjados que se parecen mucho a las trazas que suelen llevar los clowns en el circo y en la tele.
Pero el pez payaso tiene una singular característica más: la suya es tan solo una de las más de 500 especies de peces que con capaces de cambiar de sexo si lo necesitan. Los machos pueden volverse hembras y al revés.
¿De qué depende el sexo de estos pececillos? Pues de muchas cosas, como por ejemplo la temperatura del agua. Pero sobre todo de su capacidad de adaptación a las circunstancias. Los peces que pueden cambiar de sexo suelen ser pequeños, algunos de ellos minúsculos. Si pasa por allí otro pez más grande y se come, un suponer, al macho reproductor o fertilizador de los pececitos, inmediatamente algunas hembras se transformarán en machos para ocupar su lugar y garantizar la reproducción. Y si las devoradas son las hembras, pues los machos harán lo mismo pero en sentido contrario.
Esta sorprendente mudanza de muchísimos peces (entre ellos los payaso) no obedece, por lo común, a problemas de identidad de género ni a cosas así. Su vida suele ser tan corta que no les da tiempo a plantearse esas cuestiones, eso queda para los animales más longevos. Y tampoco consta que a los peces payaso, que son capaces de convivir con bichos tan peligrosos y venenosos como las anémonas urticantes que abundan en Twitter, les cambie el carácter ni se vuelvan histéricos con los cambios. Si mudan de sexo es sencillamente para vivir mejor, ser más felices y garantizar la continuidad de la especie. Lo demás, ni se lo plantean.
Por cierto: la película Buscando a Nemo sí que ganó un Oscar. Y sin meterse con nadie.
MataNarcisos
08/02/2025 11:07
Si Karla se hubiese metido en sus Twits, con la Virgen María, con algún Santo, o simplemente contra el Catolicismo en general, no solo no hubiese sido "repudiada" es que hasta la defenderían los mismos que ahora la atacan y destruyen. PERO AL IGUAL QUE CON EL FEMINISMO, AQUELLOS QUE TODO EL DÍA MACHACAN CON SU DEFENSA, SON LOS QUE MENOS DEFIENDEN A LA MUJER, AL GAY, Y AL TRANS.... Pero y lo bien que queda para salir en la tele, ser defensor de lo que no son.
ses_
08/02/2025 11:32
Difícil situación , eterno planteamiento el de separar o no las cualidades profesionales de las personales. En esta ocasión estamos en los dos extremos, no lo juzgo aunque pienso que a veces la ideología prima sobre otras cosas y creo que se pierde objetividad
JoseMa
08/02/2025 11:43
Y para los buenistas y tolerantes progres, ¿donde queda la persona Karla, después de haberla arrojado a la hoguera? ¿A alguno de ellos le preocupa que va a ser ahora de esa persona? ¿O solo les preocupa la salud de su ideología y su relato?
giledu
08/02/2025 12:37
Estos subvencionados solo saben vivir de lo que contenta a los "pagadores". Cambian de chaqueta según les indique la veleta, que también cambia.
lepanto2012
08/02/2025 19:27
KULTURA DE LA KANZELAZION : NO ES KULTIURA SON NAZIS