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España

Juan Pablo Fusi

- ¿Se está siendo injusto con don Juan Carlos?

Yo me he adherido al manifiesto en defensa del sistema de 1978. Entiendo que lo que está en cuestión de las responsabilidades que pueda tener el rey Juan Carlos, a mí lo que me interesa históricamente la importancia de su reinado que supuso la recuperación de la democracia en España. No sólo porque me guste o me deje de gustar, sino como historiador, viendo el siglo XIX y XX de España. Son muy controvertidos, muy polémicos, muy inestables. Raymond Carr, cuando habla de la Restauración, habla de que Cánovas soluciona el problema de la inestabilidad en España por cuarenta años, con fraude electoral y lo que se quiera, pero consenso y estabilidad hubo con el poder civil.

- Señalan que, al hilo de las informaciones, existen una proliferación de condenas sin el debido respeto a la presunción de inocencia. No sé si la forma en cómo la Casa Real ha gestionado todo el asunto es una especie de reconocimiento implícito de conductas que puedan tener trascendencia en los tribunales.

No le puedo decir, porque no soy jurista. Pero creo que tiene derecho a la presunción de inocencia. De momento, no hay una acusación directa ni un procesamiento.

- ¿Considera acertada la salida del rey emérito a un país extranjero?

Al principio lo interpreté positivamente porque me parecía una manera de eliminar una presión mediática extraordinaria, pero no estoy seguro de que la opción de los Emiratos Árabes sea la más oportuna y ahí suscribiría los comentarios críticos que se hayan podido. No son países que desde nuestra perspectiva reúnan características institucionales democráticas suficientes y es muy cercano al ámbito de algunas de las acusaciones que se vienen haciendo a su actuación.  

- Sí, quizá una de las contribuciones que más se destaca del comienzo de su reinado fue la de la normalización exterior de España tras décadas de aislamiento e irrelevancia, ¿no?

Sin duda. Y hay una etapa de crecimiento desde 1982 hasta el 2007 en que la riqueza de España se duplica. España se convierte en un país inversor en América Latina, no deja de ser un hecho sorprendente respecto a lo que ha sido en los siglos XIX y XX. Se produce un cambio demográfico considerable con la acogida de inmigrantes. Y adquiere un papel en el mundo, en el que ahora es discreto pero que se corresponde a un país como España.

El rey tiene muy poco poder ejecutivo desde que se aprueba la Constitución. El gran papel del rey Juan Carlos es dar impulso al proceso que lleva a la aprobación de un régimen constitucional. Aunque en el caso concreto de Juan Carlos, sí puede tener un papel personal en la política exterior. Primero, un papel simbólico a través de su persona en América y en la propia Europa. En las cumbres de América Latina que se crean en los noventa, el papel histórico de la Corona española respecto a América le da la presencia del rey cierto atractivo mayor. Y en el caso de los países árabes, incluido Marruecos, las relaciones por su estructura, historia y el papel que tienen las monarquías, la relación personal cuenta. Y ahí ha favorecido a la política exterior con respecto a esos países la relación personal del rey Juan Carlos con los jefes de esas casas reales.

- Decía uno de los firmantes del manifiesto, Alfonso Guerra, que “el rey no puede pasar a la historia en las páginas de sucesos”. Usted que tiene experiencia en esto de las biografías, ¿cree que el título de Rey de la democracia se verá enturbiado por todo esto?

Las figuras de los reyes suelen quedar más por la función del reinado. Probablemente usted tenga una opinión negativa de Fernando VII. Sin embargo, es el creador del Museo del Prado. El reinado hasta su abdicación en 2014 significará el restablecimiento de la democracia en España y la normalización de la política exterior y una política de consenso y de estabilidad democrática en el país. Eso tiene un peso específico y esperemos que la historiografía futura no cambie y siga atenta a lo sustantivo y no a lo más anecdótico, por más atractivo que puedan resultar las anécdotas personales. Habrá un análisis mayoritario de tipo histórico-político. Eso no impedirá que surjan libros llenos de escándalo.

- En España también somos un poco de esto…

Bueno, no tenemos una opinión de Carlos V basada en que bebía mucha cerveza, sino de que creó un imperio. Y de Felipe II, que era reservado y prudente, pero lo que importa es su labor.

- Bueno, quizás con Isabel II…

No es justa esa opinión. Es justa la opinión negativa políticamente, pero en cuanto a su vida personal hay muchos aspectos de masculinidad excesivos, con el morbo por sus relaciones personales, lo que en su propio reinado llamaban ‘los problemas constitucionales de la reina’, por salacidad nos han interesado. Pero el problema de Isabel II de todo ese reinado es la inestabilidad del liberalismo. Eso en los libros, eh. No creo que Raymond Carr, que es el mejor libro del siglo XIX hable demasiado de los problemas personales de la reina. Creo que no habla para nada. Bueno, pues ese es el gran historiador. Tampoco José María Jover ni don Miguel Artola. No han hablado para nada de quién eran los amantes de Isabel II en cada momento.

- Insisten en el manifiesto en que “de la defensa de la integridad de la nación y el buen nombre de las instituciones depende en gran medida la misma calidad de nuestro futuro”. Le quiero preguntar por la actual situación política. ¿Por dónde transita España ahora mismo?

Pues tengo una opinión bastante negativa de lo que viene ocurriendo desde las últimas elecciones e, incluso, de antes. No me gusta el Gobierno que se formó y un principio político que se ha extendido. La idea de que en democracia no importa quien gane las elecciones sino quien gane la mayoría parlamentaria. Eso puede bordear el fraude de ley. Es evidente que el señor Sánchez gana las elecciones, pero lo hace perdiendo 200.000 o 300.000 votos respecto a las anteriores y yendo a un gobierno de coalición que había asegurado que no formaría. También sin respetar el formalismo de que el rey encargara formar gobierno. A mí no me gusta el procedimiento por el que se formó [el Gobierno]. Los gobiernos de coalición me parecen necesarios cuando la mayoría lo permite, pero si se va a elecciones hablando de coalición. Y nadie les dio un mandato para esa coalición. No me gustó la constitución el Gobierno, hay ministros insólitamente desaparecidos desde el principio, no parece haber ningún tipo de política sectorial y hubo una subestimación por parte del Gobierno con consecuencias graves y creo que todas estas contradicciones en el número de muertos, el uso abusivo de las intervenciones del presidente… No me ha gustado nada de todo eso. Y la actuación una vez declarado el estado de alarma. Encuentro contradicciones graves en el Gobierno. Hay ministros no quemados, sino abrasados. Pero parece que en los últimos meses no ocurre nada por lo que pueda pagarse un precio político.

- Dicen que toda generación se define por una experiencia compartida, por responder, como decía Ortega, a un problema vital específico. ¿Cuál es el de nuestros actuales dirigentes políticos?

Se ha producido una división del país. Otros países también están divididos, pero como práctica de la democracia más saludable es la alternancia de partidos en el poder y que haya profundas diferencias sobre hechos fundamentales pero no un enfrentamiento y una división del país provocada probablemente por la moción de censura, la alianza con Podemos, el radicalismo de algunas declaraciones públicas por parte de elementos del Gobierno y la aparición por otro lado de un movimiento del ultraderecha que no existía antes y que contribuye también a tensar cada vez más la cuerda. De un sistema con grandes partidos naturales hemos ido a una fragmentación política y a una polarización con partidos muy radicalizados ideológicamente.

- Sostienen ustedes que con el rey el Juan Carlos, la monarquía “ha llegado a desempeñar un papel central e indispensable en la articulación arbitral de los procesos políticos nacionales”. A la vista de la situación que me describe, ¿qué papel tiene Felipe VI en este momento?

Lo que tiene que tener la monarquía es un papel discreto y ejemplar. El cumplimiento estricto del orden constitucional. Tiene un papel de estabilización institucional, pero no de intervención directa en la política, como puede ocurrir en determinadas circunstancias en la república de Italia. Napolitano intervino mucho con Berlusconi. Pero aquí su misión es ser una monarquía discreta, constitucional y una labor ejemplar de atender con su presencia a los grandes problemas nacionales. Es mantener la jefatura del Estado por encima de la política de partidos y de la batalla ideológica, porque esa es la mayor ventaja que tiene la monarquía constitucional sobre una república. Se antepuso la idea de la estabilidad a la de una república.

- Partidos como Podemos o los republicanos catalanes están agitando el debate entre monarquía y república. No sé qué circunstancias se tendrían que dar para que pudiese afrontarse una discusión sobre el modelo de Estado.

Me parece un debate innecesario. España tiene algún problema, al margen de la pandemia, bastante importante, como la organización territorial y el desafío de los nacionalismos. Y ese me parece infinitamente más grave y más sustantivo que el otro. Tenemos un Estado autonómico con un grado de descentralización máximo que no podrá funcionar si existen nacionalismos. No es un problema que se derive de un déficit democrático español o de su sistema institucional, sino simplemente de la voluntad independentistas que tienen un respaldo fuerte en dos de las regiones más grandes de España. Ese es un gran problema.

- ¿Y eso cómo se soluciona? ¿Con una reforma de la Constitución?

Bueno, uno también puede decir que la Constitución existe y hay que obedecerla y cumplirla. ¿Por qué cada vez que pasa algo hay que cambiar la Constitución? No creo que los norteamericanos con tantos problemas que han tenido la hayan cambiado. Habrán hecho adiciones a la Constitución, pero nadie culpa de la figura de Trump o de Reagan a la Constitución norteamericana. ¿Aquí cada vez que hay un problema, hay que cambiar la Constitución? ¿Por qué? Hay que cumplirla, que es excelente. Eso es el estado de derecho. Habrá que cambiar la letra de algunas cosas. España tiene un sistema rígido de modificación de la Constitución, precisamente, para apuntalar la Constitución democrática, fijarla bien y que no estuviéramos al albur de continuos cambios. Igual que el Reglamento de la Cámara es muy rígido para no convertir el Parlamento en un guirigay. Hay una serie de cosas que se hicieron muy intencionadamente con la idea de dignificar y fortalecer el aparato institucional y democrático nuevo.

 

 

- Dicen que el reinado de Juan Carlos ha supuesto la “etapa histórica más fructífera que ha conocido España en la época contemporánea”. Pero a la vista de la historia de los últimos 200 años, parece que muchas veces los españoles nos encerramos en un continuo adelante y atrás, ¿no?

A veces no son los españoles, sino muy pocos españoles. Las responsabilidades individuales en determinadas iniciativas políticas son evidentes. Y, por tanto, no hay que hablar de los españoles como tal, porque no intervenimos los 44 millones en la gestión diaria de las cosas. Sino que muchos de nosotros hacemos la historia con nuestro trabajo diario pero no tenemos ninguna responsabilidad en decisiones que pueden afectar a todo el poder político. Las responsabilidades suelen estar en política muchas veces a través de decisiones individuales; la acción y apuesta de un partido y de sus líderes. Hay un historiador inglés que decía que la gente ve una responsabilidad nacional cuando lo que hay es el error de un ministro. No minimicemos el error de un Gobierno o de unos políticos. Hay muchos errores necesarios en historia, pero muchos innecesarios.

 Prefiero las situaciones donde no se cuestione el orden institucional. 

 

- ¿Considera que la prensa podría o debería haber tenido otro papel respecto a las actividades privadas del monarca?

 

 

- ¿Le preocupa el actual clima dialéctico de polarización que vemos en las redes sociales o en el Parlamento?

 

- Algunos expertos me comentaban hace unos días que cambiar el modelo de Estado implicaría hacer una Constitución nueva. ¿Qué circunstancias se tendrían que dar para que España pudiese afrontar un debate sobre el modelo constitucional, sobre la forma de Estado, o, si me apura, para corregir algunas de las deficiencias de la actual Carta Magna sin que todo salte por los aires?

 

- Llevamos años dándole vueltas a lo mismo, con algunos intentos frustrados. ¿Tendríamos claro el modelo de España o hay posiciones irreconciliables? Centralismo, federalismo.

 

-Cree que la rigidez del mecanismo de reforma no complica la posibilidad de acometer cambios y una adaptación?

 

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