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España

La etarra 'Anboto' se pierde en sus recuerdos durante su estreno ante la Justicia española

La histórica dirigente etarra Soledad Iparraguire, Anboto

Anboto ya no es la joven de la foto en blanco y negro a la que se acostumbraron los ojos de los españoles de tanto verla en los carteles de la Policía que pedían ayuda ciudadana para encontrarla. La histórica etarra tiene ahora 59 años y por primera vez se ha sentado en el banquillo de los acusados en España por uno de sus múltiples crímenes. La Audiencia Nacional prevé juzgarla por 12 causas pendientes.

Soledad Iparragirre ha comparecido dentro de la pecera, a través de un cristal blindado. Vestida con un vestido de estampados negros y blancos con los brazos al descubierto. Tiene el mismo pelo que en aquella vieja foto aunque aclarado por las canas. Detenida en 2004 en Francia, lleva 16 años presa en el país galo hasta que el año pasado la trasladaron a España. 

El nombre de Anboto se leía en las crónicas sobre ETA de corrido, siempre tras el nombre de Mikel Antza. Eran como un ticket electoral siniestro. Mikel Antza y Anboto dirigieron la banda desde la década de los noventa. Ella no es una etarra más, integró el comando Madrid y pasó a dirigirlos a todos cuando ascendió a la dirección. Incluso desde la cárcel ha seguido mandando como portavoz oficial del Colectivo de Presos de ETA. Fue una de las voces que leyó el comunicado de disolución definitiva de la organización criminal después de 50 años de terror y más de 800 muertos. 

Hace no muchos años, su presencia en la Audiencia Nacional hubiese presentado una sala de vistas abarrotada. Hubo un tiempo en el que los supporters proetarras viajaban en autobús de madrugada para presenciar los juicios. Antes paraban a desayunar en la cafetería Riofrío, hoy convertida en un establecimiento chic junto a la Plaza de Colón. Esta vez apenas hay cuatro periodistas habituales y unos pocos allegados. Anboto les ha saludado sonriente cuando les ha visto entrar para ocupar los bancos reservados al público.

Mikel Antza entre el público

Su pareja, Mikel Albisu, Antza, ha sido el primero en llegar a la Audiencia Nacional, ataviado con una camisa de cuadros y una mochila. La mascarilla cubría su cara, lleva gafas, ha perdido pelo y el que le queda es blanco. El que fuera número uno de ETA, llegó andando porque está en libertad desde el año pasado cuando terminó de cumplir sus condenas en Francia. 

Una crónica de Beatriz Parera en El Confidencial relataba esta semana que Anboto renunció al cuidado del hijo que comparte con Antza y que fue confiado durante años a una pareja de anarquistas franceses para que fuera educado en una escuela libertaria de la isla francesa de Oleron. Tenía ocho años cuando arrestaron a sus padres. Entre los familiares de la etarra había hoy un joven veinteañero con pelo corto negro y pantalones cortos, muy callado. Todo ese intercambio habría tenido que presenciar alguna de las víctimas de la terrorista de haber acudido a la Audiencia Nacional. Este miércoles no había ninguna.

Anboto de joven y en otra imagen más reciente

La vista estaba fijada para las 10 pero en la Audiencia Nacional rara vez empieza puntual. La secretaria judicial anuncia los cargos que se presentan contra Anboto. Se le juzga por el asesinato del comandante del Ejército del Tierra Luciano Cortizo mediante la colocación de una bomba en su coche el 22 de diciembre de 1995 en León, a tres días de navidad. Cuando el tribunal le da la palabra, ella dice que “con todo el respeto” solo va a contestar a su abogado y que lo haría en español. Hace años, la política que la banda imponía a sus militantes era negar la legitimidad a los jueces españoles y aceptar su condena como prisioneros de guerra.

La carta clave

Por su tono de voz cuesta imaginarla cuando daba órdenes a los comandos para expandir el terror. Como cuando le escribió al etarra Sergio Polo deseosa de un atentado: "Quedan cinco días para que leas esto, a ver si mientras tanto algo ha hecho 'booom". O como cuando instó a otro comando a volar el museo Guggenheim de Bilbao el día de la inauguración en 1997: “Tiradlo todo patas arriba”. Aquello era ETA, hoy aparentemente inofensiva en un vestido blanco y negro.

Para defenderla en el juicio no está ya tampoco la histórica abogada de Otegi, Jone Goirezalia. Tampoco el eficaz Iñigo Iruin, artífice de los estatutos de Sortu con los que la vieja Batasuna regresó a las instituciones sin condenar su pasado. Ni siquiera la ruda Arantxa Zulueta, encargada durante años de mantener la disciplina férrea de ETA en las prisiones. Hoy su abogado ha sido el joven Aiert Larrarte, quien ejerce la defensa de los terroristas en los últimos años. 

El juicio también es especial para Carmen Ladrón de Guevara. Es la abogada de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Tenía poco más de 20 años cuando empezó a asistir a juicios contra etarras. De eso han pasado ya 15 años y cuenta con decenas de condenas logradas en su currículum y miles de años en condenas. Antes de entrar en la sala, ambos abogados coinciden en un pasillo. La imagen parece a la de un túnel de vestuarios antes de que los dos equipos salten al césped. Hay un breve intercambio, sin perder las distancias.

-“Hoy poco trabajo, ¿no?”, dice el letrado de la etarra.

-“No sé, tú dirás”, contesta la abogada de la víctimas.

-“Nada, nada”, zanja él, anticipando que Anboto no tiene previsto contestarle ni a ella ni al fiscal que le piden 122 años de prisión.

“Me dirigiré a la acusada como Marixol, que es cómo la conozco”, introduce Larrarte antes de arrancar el interrogatorio. Las preguntas y las respuestas parecen más un repaso a sus memorias que la defensa por un asesinato. Se remonta a la década de los ochenta, cuando detuvieron a su padre, la muerte de su primo, Lasa y Zabala, como todo aquello le empujó a entrar en ETA, según su relato. Recuerdos en blanco y negro que al tribunal no le parecen relevantes para la causa. Ante las constantes interrupciones de los jueces, el abogado directamente desiste.  El juicio quedará este jueves visto para sentencia tras escuchar a testigos y peritos.

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