España

Entrevista al general Dávila: "Putin aún no ha jugado todas sus bazas en Ucrania"

"Estados Unidos es quien está haciendo la guerra en Ucrania", sostiene el militar retirado en una entrevista con 'Vozpópuli'. También habla del Sahel, Marruecos, Argelia o los mercenarios de Wagner

El general Rafael Dávila
El general Rafael Dávila

Sin tapujos por su condición de militar retirado, pero con la experiencia que le ha dado una vida de servicio a la milicia, el general de división Rafael Dávila Álvarez presenta un nuevo libro, El nuevo arte de la guerra [La Esfera de los Libros], con conclusiones inevitablemente conducen a los acontecimientos que se están viviendo en Ucrania, en particular, y en el resto del mundo, sumido en una creciente convulsión. Porque su aproximación al concepto de "guerra" baila entre lo filosófico y lo antropológico, y sus reflexiones fácilmente se pueden trasladar a cualquier escenario sumido en una crisis de seguridad.

Pero la actualidad manda. Y el árbol de Ucrania tapa -de momento- el bosque de otros rincones del mundo. ¿Hasta cuándo se alargará la guerra? El general Dávila da una clave: hasta que la economía aguante, bien sea la de Rusia o la de Ucrania -con Europa y Estados Unidos detrás-. Lo que ha quedado claro es que el ejército a las órdenes del Kremlin no se ha desempeñado con la eficacia predispuesta por los ojos occidentales.

No obstante, "Putin aún no ha jugado todas sus bazas". ¿La opción nuclear es una de ellas? "Sin duda", desliza el general, destinado durante su trayectoria en algunos puestos sensibles del organigrama militar, entre los que figuran el de coronel jefe de la Guardia Real, general jefe de la Brigada de la Legión Rey Alfonso XIII, jefe de Tropas de Canarias y jefe de la Primera Subinspección del Ejército, lo que le ha supuesto la distinción de incontables condecoraciones.

El general Dávila también alerta de la creciente tensión que se vive a las mismas puertas de España, entre Marruecos y Argelia, así como de la expansión de Rusia -a través de los mercenarios de Wagner- en el Sahel africano. Y advierte: "En las guerras, todos pierden... pero siempre hay alguno que gana algo".

Pregunta. Habría quien hace unos años diría que, en el siglo XXI, sería difícil abordar el concepto de “guerra” o “conflicto” desde una perspectiva casi filosófica o antropológica, como usted hace en su libro. Al menos, por la distancia geográfica con la que vivía Occidente estos episodios convulsos. Y, sin embargo, ese análisis recupera ahora toda su vigencia con Ucrania.

Respuesta. Empecé a escribir el libro cuando aun no se había producido la invasión. Todo esto que ha ocurrido en Ucrania ha pillado a muchos analistas fuera de juego, como ocurrió con la caída del muro de Berlín, ni el día antes, ni siquiera [Henry] Kissinger -exsecretario de Estado de Estados Unidos-, lo podía imaginar. El JEMAD, almirante [Teodoro Esteban] López Calderón, afirmó hace poco en el Congreso que nadie preveía una guerra larga. Ha pillado por sorpresa hasta a la industria militar, sin capacidad para acelerar su producción. El libro es puro filosófico, no hablo de batallas, ni de guerras. Todo eso está escrito. Pero mirar el pasado es la única forma de mirar el futuro. He intentado abordar el concepto de la guerra. Hay una cosa que está clara: los errores que se dejan hacer por benignidad son los más peligrosos. Y nosotros nos hemos encontrado con ese buenismo.

P. En un fragmento de su libro dice: “Solo venció el honor y el valor de los soldados. No es nada raro, suele ocurrir en todas las guerras; las pierden los que una vez que las empiezan no tienen, para ganarlas, el valor suficiente o no lo exigen a los que mandan”. ¿Cree que eso se puede aplicar a la Rusia de Putin?

R. Ojo con vender la piel antes de haberlo cazado. Jamás diría que la guerra la ha ganado Putin o la ha ganado Ucrania. Aunque Rusia no haya sido la potencia que esperábamos, Putin aún no ha jugado todas sus bazas. Es cierto que hay un factor clave que es el honor y la voluntad de vencer: tiene mucho que ver con la causa con la que luchas, y si no es justa se puede volver contra ti. Ese es el mayor enemigo al que se enfrenta Putin. Si la guerra no se detiene pronto, Rusia perderá la fuerza moral que te lleva a la lucha. Los soldados tienen su corazón. Ucrania lucha por su libertad. No luchan solo los soldados, lo hace toda la población.

P. En su libro, también dice sobre la guerra: “¿Hay un método para ganarla? Hasta ahora era lo militar lo organizado para la lucha y la victoria. Ahora es mucho más complejo y la organización es una mezcla heterogénea de voluntades en organizaciones de diversas características”. ¿Está demostrando Ucrania haber entendido mejor este concepto?

R. Ucrania, no. El que se ha dado cuenta es Estados Unidos, que es en definitiva quien está haciendo la guerra. Es el actor principal y quien dirige la guerra. Pero es cierto que en Ucrania no hay la más mínima fractura entre los que combaten de uniforme y los que viven en galerías subterráneas: todo el país es un único ejército, ya sea vestido de paisano o de uniforme, que lucha por su libertad. Ucrania podría terminar la guerra dejando que Putin se quede con Azov, el Mar Negro, ciertas regiones en el este… Pero no. Han dicho que preferían morir que perder su libertad.

Funeral de un soldado ucraniano.EFE / EPA / Oleg Petrasyuk.

P. Estamos viendo que la guerra de Ucrania no difiere en exceso a la de otros conflictos recientes, especialmente en la guerra fría, en el sentido que provoca alineamientos o acercamientos entre naciones o alianzas internacionales: la OTAN y la UE con Ucrania, o Irán y China hacia los postulados rusos -con entrega directa de armas, en la mayoría de los casos-.

R. Hoy vivir en soledad es absolutamente imposible. Hay que tener alianzas y estar con alguien, es imposible aguantar con las capacidades de cada uno. Vayamos a los clásicos. La Ilíada, ¿qué es? Va mucho más allá de Paris y Helena: es una alianza fuerte contra Troya en busca de un paso libre para ir al este a por el estaño. Como en Ucrania, es una guerra que tiene que ver con los recursos. La guerra es la continuación de la economía por otros medios.

De lo cognitivo a lo nuclear

P. Hay quienes sostienen que la guerra se libra “por y entre la población civil”. ¿Cree que la “guerra de la información” ha cobrado más relevancia que nunca?

R. Esta guerra es la guerra moderna. El campo de batalla es un laboratorio donde se analiza hasta la más mínima bomba que cae. Todo es información o desinformación. Todos estamos haciendo esta guerra, incluso con esta entrevista. Es el concepto de la guerra cognitiva, de los datos, de las audiencias. Recuerdo una frase que dijo [Arthur Wellesley] Wellington -quien lideró tropas británicas en las guerras napoleónicas-: “Después de una batalla perdida no hay nada más triste que una guerra ganada”.

En realidad esto no es nuevo, pero sí las técnicas. Por poner un ejemplo: la guerra hace tiempo que se hace desde la distancia, desde la espada se pasó al arco, y ahora los drones son las flechas de Apolo al comienzo de La Ilíada. Se trata de matar y matar más lejos. La guerra se ha convertido en un videojuego. Provoca la desmotivación emocional, pierdes el cara a cara.

P. Antes ha dicho que en cierto modo son Estados Unidos y Rusia los que combaten en Ucrania. ¿Nos acercamos a un mundo cada vez más polarizado, en similitud a lo que ocurrió en la Guerra Fría?

R. No me cabe la menor duda. Abrimos el zoom y nos encontramos que no solo está en guerra Ucrania. También las dos Coreas. Los combatientes son los mismos: Rusia y Estados Unidos. O en Tigray [Etiopía]. ¿Qué pasa en Kosovo? ¿Y si nos vamos al Sahel? Esto no es en solo Ucrania. La geopolítica se esta jugando en un tablero de ajedrez en el cual las piezas están en el suelo y hay que empezar la partida de cero. Veremos quién tiene las piezas blancas y las negras; quién es el rey y la reina.

P. En su libro rescata una frase del mariscal Bernard Law Montgomery: “Cuando han fallado los medios para alcanzar un acuerdo siempre ha sido árbitro la guerra”. ¿Parece posible que se pueda alcanzar un acuerdo a corto plazo para poner fin a la guerra de Ucrania? A su juicio, ¿qué planteamiento debe tomar Occidente ante Moscú: el de una ‘victoria total militar’ o el de una ‘salida airosa’? [Suponiendo que Ucrania y sus aliados se impongan en esta guerra].

R. Nadie lo sabe. Ni el mismo Putin lo sabe. Lo que todos sabemos es que Putin no va a ceder. Puede que Rusia lo haga, pero no Putin. No lo sé. Este libro recorre el interior de los hombres de guerra: acercarnos al pasado para conocer el futuro. Hay un marcador común que nos puede decir algo sobre el fin de la guerra de Ucrania: durará lo que la economía aguante. Decía Sun tzu: “A un general que no cuidó de asegurar los víveres se destruye sin pelear”. Es exactamente aplicable al día de hoy. Y hemos visto que la industria de guerra no estaba preparada.

El presidente ruso, Vladímir Putin, rodeado de militares. EFE / EPA / Mikhael Klimentyev / Sputnik / Kremlin.

P. ¿Y qué contendiente en la guerra de Ucrania presenta un mayor desgaste en su economía?

R. El otro día el JEMAD decía en el Congreso que no estábamos preparados para una guerra larga. Hemos invertido parte del presupuesto en la munición. Un carro de combate, un dron… no se hacen de hoy para mañana. [Josep] Borrell -alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad- dice que Europa se está quedando sin municiones. Es inconcebible que Europa no tenga industria única de armamento. Por su parte, Rusia lleva tiempo tratando de reordenar un nuevo ejército con conceptos tácticos distintos, aunque parece que su industria armamentística no es tan grande. Pero vayamos a la base de todo. El mundo militar avanza mucho en armas de gran poder, pero en el tema del poder de maniobras, de la moral, de la milicia… Ahí no veo que haya cambios muy importantes.

P. ¿Ve posible el empleo de armas nucleares en la guerra de Ucrania?

R. Sin duda lo veo posible, y también probable. Esto es otro mundo. El mundo de la guerra sobrevuela el aspecto nuclear, el convencional y la bomba sucia de la que ya tuvimos cierto peligro en Europa. Ahora estamos ante un laboratorio y se empieza a hablar de conceptos como la fusión con cierta asiduidad. Desconocemos lo que va a salir de ahí. Me atrevo a decir que no es una guerra convencional, por mucho que la gente diga que sí: lo nuclear lo condiciona todo. Si no existiese arma nuclear, puede ser que Rusia hubiera sido arrasada de algún modo.

Marruecos, el Sahel y España

P. ¿Le resulta llamativo que Putin recurra a los mercenarios de Wagner en el año 2022?

R. Un ejército es cualquier cosa menos una empresa que mira su cuenta de beneficios. Un ejército se construye desde valores morales, respeto a la ley y al orden. Ortega y Gasset dice que los ejércitos han evitado más guerras que las que han protagonizado. Pero vemos que hay intentos de convertir compañías privadas en ejércitos, y eso es gravísimo. Y Rusia no solo lo hace en Ucrania; también en el Sahel, en Mali, donde hay una misión española instruyendo a soldados. Pero la diferencia es clara: Wagner no respeta los derechos humanos.

P. Ya que habla del Sahel. ¿Teme que el mundo pierda el foco a lo que ocurre allí, a las puertas de España, por lo que está pasando en Ucrania?

R. Es gravísimo. Las palabras del JEMAD son tajantes: no debemos dejar de mirar al Sahel, nos repercute de forma directa a nosotros. Pero la Unión Europea se va de allí. También decía el JEMAD que en el Sahel se está disparando el crimen organizado, el tráfico de armas y seres humanos. Todo ello invadido por Wagner, que no deja de ser Rusia. En las guerras todos pierden, pero siempre hay alguno que gana algo. Y quien está ganando es Argelia, que está ingresando mucho dinero por el gas, lo que le permite aumentar su presupuesto en Defensa hasta el cien por cien. Y marruecos le sigue, desarrollando armamento y munición. Sahel y el Magreb se están calentando enormemente, no lo podemos olvidar.

El rey Mohamed VI de Marruecos. EP

P. ¿Hasta qué punto se “está calentando” la inestabilidad en el norte de África?

R. Volvemos a los mismos contendientes: Argelia es aliado de Rusia, Marruecos es un gran aliado de Estados Unidos. Entre Europa y el Magreb está el Estrecho de Gibraltar, donde se unen Mediterráneo y Atlántico. Esa zona está ahora controlada ahora por Estados Unidos, Marruecos y Reino Unido, a través de Gibraltar. ¿Y España qué hace? Pues poco.

P. ¿Cómo debería España afrontar sus relaciones con Marruecos?

R. En estos momentos me conformaría con ser buenos vecinos. La situación es delicada. Hace unos años, hablando con un oficial de una nación amiga -no diré cuál-, comentábamos la situación sobre Ceuta y Melilla. Me dijo que, si Marruecos sigue una política inteligente, no iría más allá en sus pretensiones sobre ambas ciudades que alguna reivindicación aislada. Para Marruecos, Ceuta y Melilla son dos pilares de un puente que une Europa con África, y les interesa mantener ese puente.

P. ¿Está preparada España -o su clase política- para ese cambio de paradigma que usted apunta, sobre un crecimiento de las amenazas y las inestabilidades en el mundo?

R. No lo está. En absoluto. Convendría que despertáramos del letargo buenista. Los cambios en la guerra son muy rápidos. Y tirando de refranero: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar…”. Nuestro gobierno, en lugar de dividir, tendría que unir. Y España no da ejemplo de unidad ni de defensa común; al menos desde la perspectiva política. Sí lo hace el Ejército, que es ejemplar y de los mejores del mundo, que ya ha recuperado su imagen tras la retirada de Irak que nos dejó tan tocados.

Más información