La guerra dentro del separatismo muda su naturaleza. La reunión entre Puigdemont y Junqueras celebrada la semana pasada en Waterloo escenificó una tregua entre las dos principales fuerzas separatistas, Junts y Esquerra, que se centrarán menos en sus "diferencias" y más en sus "objetivos compartidos". Una entente que, pese a sus vaivenes, suele repetirse cíclicamente cuando la estrategia secesionista contra el Estado lo requiere —recordemos que el ensayista David Jiménez Torres ha señalado que, en último termino, los "independentistas siempre se ponen de acuerdo"—. Y es que la verdadera pugna ahora dentro del movimiento, cada vez más radicalizado tras el fracaso del 'procés' y el envejecimiento de sus seguidores, tiene lugar en el flanco derecho. Esto es, entre Junts y Aliança Catalana.
Ambas formaciones, como es sabido, cuentan con un gran predicamento en la Cataluña interior dado su rechazo tanto a los ciudadanos del resto de España como a los inmigrantes extranjeros reacios a la catalanización. Un aspecto éste último en el que los neoconvergentes están haciendo hincapié en los últimos tiempos para frenar a AC, en pleno auge tras su desembarco en el Parlament el pasado mayo.
Y es en este contexto en el que debe enmarcarse la moción de confianza presentada por Sílvia Orriols a comienzos de esta semana en Ripoll, localidad donde es alcaldesa. La líder de Aliança dio este paso tras no lograr respaldo a sus presupuestos por segundo año consecutivo, que atribuye a que el resto de grupos se encuentran maniatados por el cordón sanitario impuesto por sus direcciones generales. Y, aunque el jueves perdió la votación de la moción —lo que significa que las otras formaciones disponen de un mes para formar una mayoría alternativa—, este resultado dista mucho de constituir un fracaso para la formación ultra.
La oposición, en discordia
El motivo reside en que sus opositores en el consistorio ripollés mantienen hondas diferencias entre sí, con lo que la elección de un candidato alternativo se antoja harto complicada. La misma Orriols anunció su cuestión de confianza "con la esperanza y la certeza de que [el resto de grupos] no se avendrán; y, si lo hacen, será un guirigay ingobernable". Cabe recordar que Orriols se hizo la con la alcaldía en verano de 2023 al haber fracasado la tentativa de Junts, ERC, PSC, CUP y Som-hi Ripoll de tenderle un cordón sanitario y fraguar una mayoría alternativa.
En aquella ocasión, ERC, PSC y la CUP votaron por la republicana Chantal Pérez, mientras Junts hizo lo propio con su propia aspirante, Manoli Vega. Y es que tanto republicanos como neoconvergentes se consideran merecedores de liderar el Ejecutivo: los primeros, por concitar mayor consenso; y lo segundos, por ser la segunda fuerza más votada tras AC. Si estas querellas persisten e impiden un Ejecutivo alternativo, el reglamento dicta que Orriols recobrará el bastón de mando y sus cuentas se aprobarán automáticamente sin necesidad de votación alguna. Con lo que Orriols saldrá reforzada.
Pero, ¿y si perdiese la alcaldía? En primer lugar, Orriols podría enarbolar el relato de que los de Puigdemont son capaces de todo para intentar frenarla, incluso de aliarse con formaciones "españolistas" como el PSC y anticapitalistas como la CUP. Pero, sobre todo, podría consagrarse a su labor en el Parlament, plataforma que le ha servido para apuntalar su imagen como líder emergente del separatismo radical y antiinmigración. Según el último CEO, en unos nuevos comicios AC pasaría de dos a siete diputados —significativamente, los mismos que perdería Junts—. Y politólogos como Xavier Torrens, autor de un libro sobre el fenómeno, pronostican que Aliança Catalana podría hacerse con un centenar de concejales en las municipales de 2027. Sin olvidar que el nuevo escenario internacional, dominado por líderes que se proclaman 'antiestablishment' como Trump, Meloni o Milei, podría alimentar aún más su proyección.