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España

Catalanes en la UE: “En Bruselas la gente ya no entiende qué se va a votar el 9-N”

La Asociación Casal, de corte apolítico, frente al Manneken Pis en Bruselas

Bien representados en el organigrama de la Comisión y el Parlamento europeos, los funcionarios españoles comunitarios oriundos de Cataluña hace tiempo que dejaron de creer, si es que alguna vez lo hicieron, en la vía independentista abierta por Artur Mas. “Aquí antes de la impugnación nadie decía ‘consulta’ sino ‘referendo de autodeterminación’”, explica un alto funcionario.

“Pero una vez que la consulta se diluye en el denominado proceso participativo del 9-N, todos los no españoles y los no catalanes con los que trato en Bruselas se pierden y no entienden qué se va a votar este domingo”.

Al ingresar España en la UE, todos los trabajadores europeos entrevistados –anónimamente- por este diario recuerdan que en 1986 las primeras delegaciones españolas estaban “atestadas” de catalanes, un ritmo que se ha mantenido constante con el paso de los años. Algunos llevan ya más tiempo en Bélgica y Luxemburgo que el que pasaron en su Cataluña natal y reconocen cierta “diferencia emocional, sobre todo con los jóvenes”.

La mayoría respaldaría tanto una votación pactada (“en la que haya tiempo para debatir las consecuencias de la autodeterminación, porque la UE ya ha dejado claro dónde estaría Cataluña inicialmente: fuera”) como un acuerdo con Madrid que eluda una votación a cara de perro.

Ninguno de los interrogados cree en la consulta del domingo. Tampoco ninguno se confiesa fan de la vía contraria, de Sociedad Civil y de los postulados que subrayan la falta de libertad lingüística y educativa en Cataluña, como denuncian UPyD o Ciutadans con periodicidad.

“Quizás Escocia es una buena opción, pero yo viví desde dentro el asunto y puedo asegurar que saltaron las alarmas”

“La votación del domingo carece de garantías. Si sale un apoyo mayoritario y la Generalitat lo reivindica supondrá un golpe a la credibilidad del proceso. ¿Cómo se va a controlar que alguien vote varias veces?”, duda otro catalán funcionario. “Bruselas ha criticado las recientes elecciones en el Este prorruso ucraniano por un motivo no tan alejado. ¿Acaso alguien piensa que la Comisión va a reconocer el 9-N?”. 

Desde el mundo de los negocios y los lobbies radicados en Bruselas, bien relacionados con las instituciones comunitarias, hay quien tiene respuesta para la cuestión anterior. “El problema ya no es solo si Bruselas va a reconocer el 9-N, sino que en la sociedad catalana ha calado hondo la idea de que mantener el actual status quo es insostenible y que Madrid no va a dar nunca su brazo a torcer”. Cala la vía escocesa, con matices. “Probablemente Escocia fuera una buena opción para Cataluña, pero yo la viví desde dentro de la UE. Y puedo asegurar que saltaron las alarmas por el miedo al , y que las consecuencias directas habrían sido una Escocia fuera de la Unión”.

La comunidad catalana en Bruselas está bien organizada y no siempre politizada. Es el caso del Casal Català, que evita cualquier sedición nacionalista. “Organizamos cenas, actos culturales, pero es verdad que la problemática no deja de estar ahí y no somos ciegos. Por ejemplo, en los últimos 11 de septiembre en nuestra tradicional ofrenda al Manneken Pis cada vez se ven más banderas esteladas”.  

“No somos ciegos. Hasta en las asociaciones apolíticas se ven cada vez más esteladas en los actos públicos”

Otros lucen abiertamente su objetivo independentista, como la Asociación Nacional Catalana (ANC) u Ómnium, redoblando su actividad en todos los lugares donde se asientan, y Bruselas no es excepción. Y luego está la delegación catalana ante la Unión Europea, una sede imponente situada en la rotonda Schuman, a dos pasos del edificio de la Comisión, que el PP alguna vez ha calificado de “embajada de ideas de Artur Mas”. 

Pero el sector de los negocios no es tan aguerrido como el asociativo. “Es verdad que el consenso es más o menos unánime en las pequeñas y medianas empresas a favor de la consulta, y hasta me atrevería a decir que de la autodeterminación”, concede un consultor catalán, “pero en las grandes impera el pragmatismo, porque el catalán suele ser discreto, y si es empresario más”. “Las grandes, las que de verdad exportan, rechazan de plano la autodeterminación”, corrige un empleado europeo.

El netamente independentista Cercle Català de Negocis intentó normalizar su relación con Business Europe, sin éxito.

Foment del Treball (integrada en CEOE) no se pronunciará con seguridad sobre la independencia, y la patronal europea Business Europe, que aglutina a las grandes empresas del continente, no vería con buenos ojos la ruptura de la unidad de mercado porque las multinacionales españolas no están por la labor. “El Cercle Català de Negocis –radicalmente independentista- intentó normalizar el hecho de que una patronal catalana representara a Cataluña ante la UE, pero Business Europe no tragó”, recuerda otro empresario.

Un autónomo catalán cree que a diferencia de las hornadas de jóvenes españoles que aterrizan últimamente en Bruselas para ganarse la vida (al igual que en Londres o Berlín: basta darse una vuelta por la Grande-Place para comprobarlo) “el joven que llega de Cataluña tiene un plus de preparación, casi siempre con carrera universitaria y máster bajo el brazo”. Y ese perfil joven titulado defiende por lo general la consulta y la autodeterminación. “Así que”, añade, “es probable que la media independentista de la comunidad catalana sea más alta en cualquier parte del extranjero que en la propia Cataluña”.

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