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Desde caracteres rusos hasta errores al citar: así rastrea un detector de plagios

Portada de la tesis doctoral del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se encuentra en la Universidad Camilo José Cela, donde se puede consultar.

“La última novedad en el sector es una herramienta que detecta cuando un autor ha empleado una letra del alfabeto cirílico idéntica a nuestra vocal ‘o’ para evitar que salten las alerta de plagio”. Lo dice la encargada de contratar el servicio de programas antiplagio para una universidad española.

Estas herramientas son de uso imprescindible en cualquier centro educativo a la hora medir la calidad de los trabajos de sus alumnos, desde las tareas cotidianas de una asignatura hasta las presentaciones de fin de máster o tesis como la presentada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ahora bajo sospecha.

Con un sistema de uso sencillo, detectan en cuestión de minutos el porcentaje de coincidencias en cualquier documento, si bien las fuentes universitarias consultadas advierten de que, más allá de la cifra, es indispensable revisar cada alerta de forma individual porque no siempre se trata de irregularidades.

Aceptan cualquier formato

Se introduce el documento en cualquier formato y en poco tiempo (en función de la extensión y la calidad del programa) da un porcentaje de plagio. Generalmente la herramienta también remite un correo electrónico con un informe más detallado de la procedencia de los fragmentos presuntamente copiados. A la hora de introducir el texto, se pueden indicar algunos filtros como obviar la bibliografía o aquellas citas que vayan entrecomilladas.

A partir de ahí, empieza el trabajo del profesor, es decir, escrutar qué alertas se tratan realmente de plagios y cuáles corresponden simplemente a errores a la hora de citar a otros autores o incluso a un exceso de celo del programa. A modo de ejemplo, una de las fuentes consultadas introduce en presencia de Vozpópuli un trabajo y el resultado arroja un 6% de plagio. Entre las alertas se cuela como contenido copiado el uso por parte del alumno de la pregunta del referéndum ilegal de Cataluña. A la hora de indicar el origen de presunto plagio, el programa conduce a la Wikipedia.

“¿Se puede considerar eso plagio?”, se pregunta escéptico este experto. “Si alguno se equivoca y se le olvida poner unas comillas, también salta”, añade. A juicio de las fuentes consultadas, estas herramientas son más un medidor de la originalidad del contenido que un detector de plagios. El objetivo principal es prevenir el exceso de citas en detrimento de la cosecha propia y novedosa del autor del trabajo.

Este periódico ha hecho una prueba obteniendo de internet de forma aleatoria un discurso del expresidente del Gobierno Manuel Azaña, pronunciado en 1938, pero reproducido en numerosas ocasiones en la red. Al introducirlo de manera íntegra en el fichero como si fuese un trabajo de creación propia, el porcentaje de plagio detectado por la herramienta resulta, como era obvio, del 100%. El programa detalla además todos los lugares y la bibliografía en la que puede encontrarse.

El detector señala un 100% de plagio al introducir un texto extraído íntegramente de Internet

Antes de ser publicado, el texto de esta información también fue sometido al filtro antiplagio y arrojó un 2% de su contenido como copiado. En concreto, una frase del segundo párrafo “la calidad de los trabajos de sus alumnos”. Según el programa, corresponde originalmente a un texto de la Academia de Bellas Artes de Martín Soria. Obviamente no se había consultado ese portal para elaborar esta información.

Esta información contiene un plagio a una web de arte, según el programa

A juicio de los expertos, de cara al plagio, la labor también es sobre todo de prevención. “Hoy en día nadie presenta una tesis sin haberla sometido antes a uno de estos programas por lo que es muy difícil sorprender a alguien copiando. Los propios directores de tesis cuentan con esta herramienta y recomiendan revisar el trabajo si la cifra es alta”.

Admiten que se suele aceptar un porcentaje siempre que no supere en torno el 15%, pero insisten en que cada alerta debe ser analizada individualmente. También se puede establecer un límite máximo de coincidencias y en caso de que que el documento lo supere, el programa lo rechaza directamente y se lo remite de vuelta al alumno.

Cada vez más concienciación

También reconocen que mientras en los países del entorno tienen más tradición en el uso de estas herramientas, en España ha crecido la concienciación en los últimos años. “Los profesores siempre han tenido a su alcance estos programas y muchos no lo solicitaban, ahora cada vez más”.   

Son varias las ofertas en el mercado y su coste varía en función de los servicios que ofrece. El precio se negocia anualmente y se establece en función de los alumnos que tenga cada centro. Las más utilizadas varían en torno a los 60 céntimos y los 2 euros por alumno. Urkund (cuyo servidor está en Suecia), Turnitin (Alemania), Unicheck (Francia) o Compilatio (Francia) son las compañías más usadas. La Universidad Rey Juan Carlos donde presentó su trabajo de fin de máster la ya exministra Carmen Montón usa Unicheck. 

Todas tienen capacidad de detectar las posibles coincidencias entre el contenido de un trabajo y lo que se ha publicado previamente en Internet. “Si alguien toma una idea de un artículo en la red, aunque cambie palabras, salta la alerta”, advierte un profesor universitario acostumbrado a pasar el filtro a sus alumnos. Más allá de lo que ya circula por la red, lo más importante a la hora de valorar estas herramientas es la base de datos propia en la que pueden haber trabajos publicados antes incluso de la digitalización o en varios idiomas.

En caso de que uno de estos programas se utilice en varias universidades, todos los documentos académicos que se hayan introducido alguna vez pasan a formar parte de esta base de datos propia. Aunque para consultar un trabajo de otra universidad en profundidad es preciso el consentimiento del autor.

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