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Aron Modig, copiloto de Carromero en Cuba, se hace el sueco con la teoría de la conspiración

Aron Modig, el joven dirigente de los cristiano-demócratas suecos.

Desde hace meses, Vozpópuli intenta contactar con Aron Modig, exlíder –dejó el cargo hace pocas semanas- de las juventudes del Partido Cristiano-Demócrata Sueco, formación en la que sigue, la cual integra la coalición gubernamental de centro-derecha. Misión imposible: Modig nunca contesta los correos ni las llamadas telefónicas, quizá porque no quiere hablar del accidente de coche que el 22 de julio de 2012 acabó con la vida de los disidentes cubanos Oswaldo Payá y Harold Cepero. La actitud prudente del sueco, copiloto en el momento del choque, contrasta con la del conductor aquel día, el dirigente de Nuevas Generaciones del PP Ángel Carromero. Este lunes, de hecho, tras decenas de llamadas a su partido con motivo de la entrevista a doble página de Carromero en El Mundo en la que asegura que Payá fue “asesinado”, varios compatriotas señalaron a este medio que Modig “prefiere no hacer declaraciones al respecto”.

Modig ya recibió en marzo a Rosa María Payá, hija del fundador del Movimiento Cristiano de Liberación, opuesto a los hermanos Raúl y Fidel Castro. Buscaba Rosa María su respaldo para la versión del cachorro popular, según la cual un coche embiste al que conduce Carromero, un Hyundai Accent, saliéndose éste de la calzada y estrellándose contra un árbol. Pero la enlutada no logró la confesión tras una “conversación privada”, porque el expresidente de los jóvenes demo-cristianos de Suecia mantuvo con ella la misma cautela que ha expresado a cuentagotas ante los medios de su país: “En realidad no recuerdo nada del choque en sí”, como dice en esta entrevista publicada en Youtube. Una afirmación que sigue sosteniendo.

Si el lenguaraz Carromero, apoyado por pesos pesados del PP como Esperanza Aguirre, acusa a los servicios secretos cubanos de pergeñar el “asesinato”, Modig rehúye la polémica con una especie de: ‘¡lo siento, no me acuerdo!’. Este lunes un amigo le preguntó en su cuenta de Twiter: “¿Has leído lo que dice Ángel Carromero en @elmundo.es? Es de pago [se refiere a Orbyt]. Es el tipo que…”. Tras enlazar un link sobre la visita que le hizo Rosa María Payá en marzo, Modig responde: “No, no he podido leerla del todo aún”.

La conspiración castrista promovida por el dirigente de Nuevas Generaciones no es nueva, sino que empezó con declaraciones de Carromero a The Washington Post poco después de que el asesor del Ayuntamiento de Madrid recobrara la libertad condicional, a comienzos de este año. La entrevista con el diario estadounidense incidía en el asesinato encubierto. En cambio, Modig, un sueco muy sueco –alto, espigado, blancuzco, ojos azules, rubísimo y con leves entradas a sus 28 años- se hace el sueco con su colega madrileño, hablando del asunto solo con medios autóctonos. De hecho, en su Twitter cuesta ver una referencia al accidente de Bayamo.

Enviado de vuelta a Suecia en apenas 24 horas gracias a su embajada –el español, condenado por “homicidio imprudente”, regresó a los cinco meses-, tampoco parece compartir Modig el horror vivido por Carromero, quien estaba “seguro” de que le iban a matar. El asesor de Cibeles abunda en detalles pavorosos. “La orina encharca el suelo, los presos sacan las manos para tocarte (…) Estoy drogado y aturdido porque me dan sedantes (…) Piensan que soy un agente de la CIA (…) Sufrí torturas psicológicas, no sé lo que me inyectaban…”.

Aunque Modig no pudo, por falta de tiempo, padecer estas supuestas vejaciones, su experiencia es otra: “Sí, realmente fue aterrador, hubo momentos en que estuve muy preocupado”, dice, para desdramatizar a continuación: “Yo no sabía cuánto tiempo tomaría esto o adónde querían llegar. Nadie sabía dónde estaba. Creo que ellos [las autoridades cubanas] querían demostrar que había entrado con una visa turística cuando en realidad me había encontrado con la oposición cubana”, algo que así ocurrió.

A no ser que el sueco cambie de versión, Carromero se encuentra sin pruebas y con otro testigo mudo. No le faltan, es cierto, apoyos sonados, como el de Aguirre o el del director del Mundo, Pedro José Ramírez, en cuyo twitter ayer expresaba que el joven dirigente “encarna el idealismo del Peace Corps, la Alianza para el Progreso y la nueva frontera kennediana”.     

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