A Ana Pastor vino Dios a verla con Teodoro, el hombre pequeño

Hay algo doloroso en el aire templado de primavera y es normal. Después de pasar todo el invierno a la espera de que el sol picara y el abrigo molestara, llega todo de golpe y caemos en la cuenta de que la vida sigue igual. Malditas expectativas…, se despiertan a la mínima y de forma incontrolable. Uno aguarda la ocasión y, al final, sucede lo previsible, sin sorpresas. Hay crisis en el Partido Popular y cualquiera podría prever que Televisión Española iba a echar el resto en la cobertura informativa. Nada de eso ha sucedido. Poco acierto, desgana, fractura interna… Llamémoslo como sea, pero es lo de siempre. Atresmedia le ha vuelto a pasar por encima. Para esto hemos esperado el buen tiempo.

Mientras en la televisión pública se miran el ombligo y recuerdan historias pasadas que, de lejanas, casi se pierden en la memoria, La Sexta ha mejorado su audiencia de forma significativa estos días. Entre otras cosas, porque Mauricio Casals -veterano ejecutivo de la casa y presidente de La Razón- de movió bien este martes y consiguió la entrevista que todo el mundo buscaba ayer. La de Teodoro García Egea. Le vino Dios a ver a Ana Pastor (que estuvo bien): el 12,9% de cuota de pantalla y 1,7 millones de espectadores.

En La 1, se estrenaba la nueva temporada del programa ‘Maestros de la costura’ con la peor audiencia histórica del primer episodio del año. Fueron 977.000 espectadores y el 8,4% de cuota de pantalla. 

No han pasado doce meses desde que José Manuel Pérez Tornero asumió la presidencia de la casa y su directiva ya está enfrentada. Tal es así que a nadie le extrañaría la marcha de uno de sus fichajes más rimbombantes: la responsable de contenidos. Pueden seguir peleando. Ya casi nadie les ve. El martes, los informativos de Antena 3 obtuvieron el 20,9 y el 22,1% de cuota de pantalla. Los de La 1, el 9,4 y el 10,7%. Los de La Sexta, el segundo canal de Atresmedia, el 12,3 y el 9,2%.

Teodoro García Redondo

Quien siguiera la entrevista a Teodoro García Egea seguramente deduciría que su figura política es tan escasa y voluble que no aguanta una entrevista. ¿En qué manos hemos estado? El fontanero del Partido Popular quiso arrasar todo a su paso, como Atila, y ha muerto en una emboscada. Lo previsible. No es que mirara en su labor por los intereses de los españoles. Es que ni siquiera atendió a los de su propio partido. Sólo a los suyos. ¿Cómo le llegó la información sobre el hermano de Isabel Díaz Ayuso a Íñigo Errejón? Pues eso, mal capitán para un barco. Ayer, con Ana Pastor, se hacía pequeño, tan tan pequeño que incluso resultaba difícilmente detectable en algunos planos. Dio un 75% de posibilidades de que en un congreso del PP haya un rival para Alberto Núñez Feijóo. Se empecinó en la postura que menos sentido tiene para la centro-derecha española en este preciso instante.

Fue víctima de su pensamiento circular. El que crea delirios que no tienen nada que ver con la realidad. Le ocurrió lo mismo a Iván Redondo. Anoten este nombre: Teodoro García Redondo. O Iván Redondo Egea. ¿Qué no habrá hecho esta criatura? Y qué grande parecía, pero qué menuda es. Basta observar la entrevista de ayer con detenimiento. Ninguna respuesta brillante. Varias falacias insostenibles. Dijo Teodoro que nadie le ha decepcionado estos días, pero le han sorprendido las muestras de cariño. Típica frase que hubiera pronunciado el capitán de un barco solitario que, desnudo y con un sombrero de papel en la cabeza, apelaría a una tripulación que no existe.

En fin…, qué cruel es la primavera. Llega el buen tiempo y le recuerda a uno a tiempos de grandeza que ahora están lejos. El recuerdo agranda los episodios pretéritos y lo presente siempre parece mediocre. Y asalta la sensación de que nunca más volveremos a alcanzar la talla que tuvimos. Teodoro García Egea y Pablo Casado deberían tener esa sensación si todavía conservan alguna parte de su cuerpo en contacto con el suelo. Estuvieron a la cabeza de un partido histórico y difícilmente volverán a alcanzar cotas similares. Ha tenido que llegar el buen tiempo para anunciárselo. Qué jodida es esta estación.