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España

González Macho incomoda al sector del cine con su discurso en la Gala de los Goya

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Para la mayoría de los críticos, periodistas especializados y generalistas, la gala de los Premios Goya fue lamentable. Para algunos lo fue por el humor obvio, plano y corto de Eva Hache. Para otros, por el criterio de votación y premiación, e incluso por la politización de algunos discursos o los falos de seguridad. Sin embargo, lo que fue realmente decisivo para la mayoría de los espectadores, fue la posición asumida por la Academia de Cine en la persona de su director, Enrique González Macho, acerca de la relación entre la industria del cine e Internet.

A diferencia de su predecesor, Alex de la Iglesia, quien en la  gala pasada hizo una entusiasta defensa de la necesidad de entender e incorporar Internet como parte del negocio del cine, Enrique González Macho entonó un discurso fatalista que todavía hoy, tres días después, sigue levantando polémica entre internautas.

“Internet no forma parte todavía de la actividad económica del cine. Internet, desgraciadamente, todavía no es alternativa ni sustituto, ni tan si quiera un complemento al enorme esfuerzo económico que supone producir cine. Prácticamente toda nuestra economía procede de las salas, la televisión, el DVD y otras formas de comercialización”, dijo en la gala, flanqueado por las vicepresidentas Marta Etura y Judith Colell y salpicando sus palabras con gotas de autocrítica.

 

Poco más de una hora después de pronunciar estas palabras, a las doce de la noche de ese domingo, la página Web de la Academia fue intervenida por el grupo de “hacktivistas” Anonymous, quienes utilizaron la Web para protestar contra la llamada Ley Sinde. "Los criminales no están detrás de pantallas de ordenadores sino sentados en muchas de esas butacas", manifestaban en un vídeo alojado en Youtube con el que intervinieron la página, la cual tuvo que ser cerrada.

Hackeos a parte, lo que sí es cierto, es que las palabras de González Macho abrieron la discusión sobre la rentabilidad de un sector que no parece muy dispuesto a reinventarse ni repensarse. Así lo plantea Alex de la Iglesia en una reflexión tan sincera como demoledora: ”¿Podemos decir que internet no es una alternativa al negocio del cine cuando ni tan siquiera lo hemos intentado? ¿No somos responsables de no saber adaptarnos a las necesidades del mercado?”.

Esta discusión surge además, en un momento en el que, desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes se busca poner en marcha un modelo mixto de ayudas directas con una figura de mecenazgo, lo cual pasa, necesariamente, por la concepción de un nuevo modelo de negocio que necesita de Internet tanto como de cualquier otro espacio, más aún si se toma cuenta que, según la Federación de Cines de España (Fece),  la venta de entradas ha caído en 40 millones de espectadores en los últimos siete años -el precio de las entradas subió un 36%-  y la venta de DVD en un 18%.

Sin embargo, resulta curioso que González Macho sostenga una posición tan fatalista como la que defendió en Los Goya cuando ha sido justamente él quien ha apoyado la creación de  Filmin, una alternativa legal en España para ver cine en Internet.

Filmin es una opción "desde la industria", como la define su director general, Juan Carlos Tous, un entusiasta defensor del buen cine y de Internet. La plataforma nació de la colaboración entre el grueso de las empresas cinematográficas independientes españolas y las que se fueron sumando al proyecto: Cameo, El Deseo, Tornasol Films, Golem, Avalon, Wanda Films, Vértigo, AltaFilms, Versus o Castafiore Films.

"Todos los socios me apoyaron cuando propuse poner en marcha Filmin. También él. Hemos tenido muchos problemas, como todas las empresas que crecen. Y González Macho siempre ha estado ahí. Él sabe que el futuro es Internet.  Tengo que reconocer su labor como empresario de exhibición -que son los más reacios-, como distribuidor, productor y director de la Academia.Alguna vez lo comparan con Álex de la Iglesia como si fuera menos sensible a la Red, pero él sabe mucho de esto", comenta Tous.

Más allá de personalizar o no la discusión, lo que sí queda claro tras la oposición de opiniones es la necesidad de replantear cuanto antes una lectura sobre un mercado que corre el riesgo de estancarse en el pozo  de la excesiva “sensatez”.

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