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El Parlamento Europeo abandona sus premios de periodismo tras dos polémicos galardones

A falta de lluvias en Bruselas, una extraña controversia en la que se mezclan la información, la política y la crisis planea estos días sobre la capital europea y belga. El pasado 19 de octubre se celebró la IV edición de los Premios de Periodismo del Parlamento Europeo, en la que no faltó la polémica: de los cuatro galardones que se reparten anualmente (prensa, radio, televisión e Internet), dos –prensa e Internet- han sido juzgados por varios medios continentales como demasiado complacientes con las instituciones de la UE. 

Las críticas, espoleadas en Twitter y otras redes sociales, se turbaron solo dos días después. El 21 de octubre, el blog ‘lacomeuropéenne’ informaba de que “tras cuatro años de una existencia moribunda, el premio (…) ha sido finalmente abandonado al día siguiente de la ceremonia”. Una versión que el departamento de prensa de la UE –que no ha explicado los motivos ni en la web del Parlamento, órgano que tomó la decisión de suprimirlo, ni en ninguna parte- ha confirmado a este diario.

¿Qué ha ocurrido? Según la Unión, una de las razones es económica y se adoptó en 2009, "cuando los eurodiputados resolvieron recortar algunas partidas del presupuesto,entre las que se hallaban estos premios”. Algo sin demasiada lógica: el importe total de los cuatro galardones es de 20.000 euros, 5.000 por premio, ninguna barbaridad. Desde Bruselas avanzan otra razón: “Hay diputados que ven el premio inoportuno, ya que el Parlamento no puede recompensar a periodistas sin ir contra los principios de la libertad de prensa”.

Nadie duda del mérito de dos de las coronas. Una se la llevó el finlandés Tero Koskinen por el programa de televisión Romanien paluu (“El regreso de los gitanos”). Y otra, la de la radio, la ganó el alemán Steffen Wurzel por el programa Flüchtlinge, Schlepper und Zäune (Refugiados, mafias y verjas). Pero sobre las otras dos medallas el consenso se resquebraja.

Delicioso en prosa, cuestionable en crítica

En el campo de la prensa escrita, el vencedor es el francés Romain Goubert por L'incroyable roman de l'euro (La increíble novela del euro, aparecida en Le Point), relato que evoca los logros de Comunidad Económica Europea de los ochenta y noventa.Para el jurado, “una narración ágil y lúcida de un tema complejo que servirá como una excelente herramienta educativa para entender el euro". El diario sueco L´Expressen respondía al día siguiente. “El objetivo del periodismo no es el de mejorar la comprensión de la política de la UE, ni su burocracia bizantina, sino investigar y explicar, lo cual significa otra cosa”. “La increíble novela del euro” es un reportaje delicioso en prosa y en investigación histórica, pero también de dudoso espíritu crítico.

El segundo en discordia corresponde a la categoría Internet, y el afortunado fue el italiano Massimiliano Nespola. Nespola publicó un post en su blog titulado Non si sa quando, ma la Costituzione europea arriverà (“No sabemos cuándo, pero la Constitución Europea llegará”), que, en palabras del tribunal, “describe hábilmente la UE como una institución en pleno desarrollo que representa no solo los intereses económicos de diferentes sectores, sino los de todos los ciudadanos europeos”. El artículo fue fustigado por el periodista Ron Patz: “Es un simple texto sin ningún hipervínculo; no incluye opciones multimedia, como infografías o visualización de datos; no contiene ninguna investigación ni documentación originales sobre la UE; y no ha suscitado, finalmente, ningún comentario ni ninguna reacción en la web”. 

La tentación de premiar el elogio

Lorenzo Consoli, reputado corresponsal de la prensa italiana en Bruselas y presidente de honor de la Asociación de la Prensa Internacional (API, que participa en el jurado), defiende la vigencia del premio. “Este año ha sido el primero en el que no he asistido como miembro del tribunal, y todavía no he podido ver ninguno de los trabajos premiados”. Consoli insiste en que los trabajos pasan un primer filtro nacional, y después uno comunitario. “Y los que decidimos somos, siempre, periodistas”. En efecto, los eurodiputados y comisarios quedan en minoría dentro del jurado. 

Consoli, un informador nada sospechoso de aquiescencia con el poder, cree que la iniciativa de enterrarlo partió de la cada vez más numerosa bancada de “euroescépticos” en el PE . El departamento de prensa de la UE abunda en la misma línea. Pero lo cierto es que fue el propio Parlamento el que votó mayoritariamente a favor de la supresión del premio.

A Gian Paolo Accardo, redactor jefe adjunto de Presseurop.eu, web que puede leerse en 10 lenguas de la UE, le parece “difícil resistir a la tentación de recompensar trabajos elogiosos. Las instituciones internacionales tienen un evidente problema de comunicación, y el objetivo de los periodistas es no hacer propaganda, sí; pero también es explicar cosas que son difíciles de entender”. Accardo, que no se opone al premio, bromea sobre su medio: “Nosotros no debemos de estar haciéndolo mal. Unos nos tachan de propagandistas y otros de euroescépticos…”. 

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