Quantcast

España

Soraya y Cospedal: la sorprendente resurrección de las 'mujeres desesperadas' de Rajoy

Mariano Rajoy en el balcón de Génova, junto a su mujer, Elvira Fernández, Maria Dolores de Cospedal y Soraya Saénz de Santamaria.

A la derecha del líder, junto a la abnegada Viri, se divisaba a Soraya. A la izquierda, Cospedal. En las noches electorales, siempre es así en el balcón de Génova. Sólo Viri, la abnegada esposa, cambia de sitio. Ora a la derecha de Mariano, como este domingo pasado. Ora a la izquierda, como ocurrió el 20-D. La vicepresidenta y la secretaria general, con mejor o peor cara, siempre están ahí, flanqueando al ‘jefe’, entre lágrimas o cánticos, según haya salido el color de las papeletas.

Hace tan sólo un par de meses, Soraya y Cospedal atravesaban momentos sombríos. Sáenz de Santamaría aparecía enredada en ruidosas batallas con algunos compañeros del Gobierno y con jóvenes dirigentes del partido. A Cospedal se la veía desplazada, en una segunda fila gris e incómoda. De repente, merced a los 137 escaños del domingo, han reverdecido, han recobrado presencia política y hasta han recuperado la sonrisa. Las ‘número dos’ de Rajoy han vuelto a su sitio. Vuelven a ser las 'mujeres fuertes' del Gobierno y el partido. Por el momento.

Del funeral al júbilo

La tarde del 26-J era un funeral en Génova. Las ‘israelitas’ anunciaban una victoria de Podemos sobre el PSOE y una mayoría triunfante de las opciones de izquierda. En pura aritmética parlamentaria, Pablo Iglesias podía ser presidente. Los populares ni arañaban siquiera los 120 escaños. Rajoy estaba políticamente sentenciado y prácticamente 'muerto'. Los tertulianos del PP, desplegados por platós y estudios de radio, recibían por guasap, atribulados, las consignas de la dirección: “Esto pinta mal, hay que esperar, ganar tiempo, insistir en que hemos ganado”. El ministro Margallo fue quizás quien mejor representó su papel.

Rajoy seguía el escrutinio en su despacho, con sus colaboradores. Viri, siempre discreta, casi oculta en un rincón, mantenía la calma entre los acelerones taquicárdicos de los presentes. El desánimo empezaba a cundir por la estancia de la séptima planta. El crujir de dientes llegaba hasta la sala de prensa, cinco plantas más abajo. Eso no era lo previsto. “Es imposible que Podemos llegue a 90 diputados”, comentaban. Rajoy miraba a su esposa, algo inquieto. Y recuperaba la confianza. Jorge Fernández Díaz, el ahora tan cuestionado ministro del Interior en funciones y estrecho amigo del 'presi', mantenía la fe. "Rajoy siempre gana", suele repetir a sus amigos. 

El desánimo empezaba a cundir por la estancia de la séptima planta. El crujir de dientes llegaba hasta la sala de prensa, cinco plantas más abajo

La primera oleada de resultados oficiales, en torno a las 9 de la noche y ya con un 30 por ciento del voto escrutado, hacía renacer la calma. El PP cabalgaba hacia los 130 escaños y el PSOE aguantaba el tirón como segunda fuerza. La 'pesadilla morada' empezaba a esfumarse. Y el enojo de la planta noble de Génova con los institutos de opinión, tan desastrosos, se desataba. A medianoche, Rajoy pensó llegado el momento de salir al balcón. Había recibido las felicitaciones de todos sus rivales.

Arremangado, camisa azul clara, torpe en la expresión, eufórico en el ánimo, desconcertó a sus jóvenes seguidores, que entonaban cánticos disparatados, con una frase inquietante: “Este es el discurso más difícil de mi vida”. ¿No pensará dimitir?, se preguntó algún malintencionado. Tomó por el hombro a su esposa y le besó en los labios. Una tradición. “Quiero darle las gracias a los que me acompañan aquí. No puedo citarlos a todos. Sólo voy a citar a mi mujer”. Soraya y Cospedal, las testigos más próximas, flanqueaban entre aplausos y sonrisas el momento de júbilo. Del pánico se pasó a la preocupación, luego al alivio y, finalmente, al éxtasis. La vicepresidenta cantaba y comentaba el espectáculo junto a Viri. Cospedal lo hacía con Cristina Cifuentes. Soraya y Cospedal, amablemente enemigas, se miraban de hito en hito. Era la noche deseada.

Un papel de perdedora

Tan sólo unas semanas antes, Soraya Sáenz de Santamaría aparecía como una de las grandes relegadas en la campaña electoral. No aparecía esta vez colgada de las farolas, en los pasquines junto al líder; no comparecía en el debate televisivo; apenas se le programaron mítines de importancia. ¿Casualidades o codazos? No hubo foto porque no hubo carteles, no asistió al debate porque lo hizo el presidente, cual corresponde, y recorrió gran número de localidades y plazas a los que no alcanzaba la agenda de Rajoy. Tuvo, ciertamente, menos presencia pública que en diciembre. De ahí las cábalas y los chismes. "La era de Soraya ha terminado", se decía en los círculos del PP en los que se la estima lo justo.

Su choque con medio gobierno, cuando la defenestración del exministro Soria, fue estruendoso. Tampoco faltó estrépito en su pulso con la ‘guardería de Génova’, como se denomina en ambientes de Moncloa a los jóvenes vicesecretarios generales del PP, que cumplen ahora un año en su puesto. Protegida por su cohorte de abogados del Estado y con el apoyo de dos o tres ministros eficaces, Sáenz de Santamaría no dudaba, días atrás, en unir su futuro al de Rajoy. “Llevo 16 años con él”, declaraba en entrevista periodística.

Soraya "no está libre de toda sospecha, Rajoy nunca olvida, seguirá en su función, en su trabajo, y punto", comentan en altas fuentes de Génova

Pasaron los tiempos de la 'operación Menina', las conspiraciones en las que se la envolvía, los movimientos extraños del CNI, la persecución implacable de los rivales, las complicidades nada sutiles con medios periodísticos... de cara a suceder a Rajoy en el caso de que el 26-J no hubiera salido bien. "No está libre de toda sospecha, Rajoy nunca olvida, seguirá en su función, en su trabajo, y punto", comentan en altas fuentes de Génova. El presidente la valora, la considera, la necesita en el día a día del Gobierno. Eso es todo.

Una vez que se haya superado la ronda telefónica de Rajoy con los dirigentes políticos, ella estará al frente del equipo que negociará posibles acuerdos de cara a investiduras y coaliciones, según trascendidos no oficiales. Ahí estarán dos de sus fieles, José Luis Ayllón y Álvaro Nadal, ‘fontaneros monclovitas’, Pablo Casado y Fernando Maíllo, cúpula de Génova, y algún refuerzo circunstancial y 'sorayo' como Alfonso Alonso, muy activo en estas fechas. Quizás no se llegue a la fase de negociaciones y mesas con papeles. Si la hay, Soraya estará allí. Ha recuperado el tono, el brillo y la relevancia. Si hay gobierno de Rajoy, Santamaría seguirá en él.

Dolores Cospedal ha trabajado como una posesa en la campaña electoral. Jorge Moragas se ocupaba de los conceptos y las grandes líneas, Fernando Maíllo de la sala de máquinas y Dolores Cospedal recorría España. Catorce comunidades autónomas y casi treinta ciudades de su región. Un 'tour de force’ imbatible. Un récord casi olímpico. Cospedal quedó fulminada en mayo del pasado año al perder por los pelos la presidencia de Castilla la Mancha. Este domingo se ha resarcido. Ha recuperado dos escaños en su comunidad y ha rescatado más de 60.000 votantes que parecían perdidos. García Page, presidente manchego, se hunde lastrado por su pacto con Podemos.

Un bienio de tormento

Cospedal recupera fuelle. "Tiene derecho a reclamar cierta maternidad en la victoria del PP", comentan sus fieles. Ha vivido dos años de tormento, en especial con las revelaciones de Bárcenas. Sólo ella le plantó cara y levantó un muro de protección entre el tesorero infiel y el presidente del PP. Un bienio insoportable que culminó con la derrota electoral en su región. El bienio horribilis de Cospedal desemboca en un 26-J glorioso. Su partido recupera casi un millón de votos, saca 52 escaños al segundo y Rajoy acaricia la posibilidad de seguir en Moncloa. Cospedal se encargará del organizar el Congreso Nacional del PP, allá para otoño. Será la hora de elegir su sucesor. Quizás Feijóo, Casado, Maíllo. Ella estará ahí para atender los designios de su presidente. 

Le ofreció Rajoy en su día la cartera de Educación. Cospedal declinó la sugerencia. Aceptó el cargo Íñigo Méndez de Vigo, especialista en flotar entre dos aguas, que aspira a repetir en el Gobierno. Exteriores quiere. La secretaria general del PP ocupa plaza en el Congreso. Y se mantiene como jefa de filas de su partido en Castilla la Mancha. Está abierta a nuevos destinos. Se cortó el pelo para la campaña y ahora se lo ha soltado para afrontar su futuro. Rajoy está en deuda con ella. Quizás ahora le pregunte qué quiere ser. Y quizás le conteste, ahora sí, que no rechazaría entrar en el Gobierno. ¿Con Soraya de vicepresidenta? Vaya lío. 

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.