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España

Moncloa le declara la guerra al PP: culpa al partido y sus corrupciones del desastre electoral

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, junto a Mariano Rajoy

La desolación desborda los principales despachos del Partido Popular, donde no se acierta a dar con la causa del tremendo castigo sufrido en la cita electoral del domingo. Todos esperaban un correctivo, incluso una estruendosa bofetada, empezando por el propio Rajoy. Han sido tres años de medidas dolorosas e impopulares. Sin embargo, el puñetazo recibido ha hecho daño. Dos millones y medio de votos y la pérdida de la mayoría absoluta en todas las comunidades donde gobernaba es un reproche superlativo, una respuesta desmesurada, según la opinión de los dirigentes de Génova, donde cunde el desconcierto.

En Moncloa no se andan tampoco con paños calientes. El entorno de la vicepresidenta es implacable contra Dolores Cospedal, la pieza más dañada, junto con Aguirre, en el revolcón del 24-M. Desde el Gobierno se lanzan críticas feroces, sin anestesia, verdaderas puñaladas sobre los altos mandos del partido al completo. Al hilo de esta tensión, Cristina Cifuentes, una de las pocas vencedoras de la jornada, aconsejó a sus compañeros dejar los puñales porque es tiempo de unidad y de recomponer las filas.

Sáenz de Santamaría piensa que la dirección del PP no supo actuar con la contundencia necesaria para atajar la corrupción

Bombardeo implacable

Nada de eso está ocurriendo. Sáenz de Santamaría piensa que la dirección del PP no supo actuar con la celeridad y contundencia necesaria para atajar la peste de la corrupción que ha enlodado todas las estructuras del partido. "Se miraba para otro lado, se perdonaba a los amiguetes, se perdió mucho tiempo", comentan ahora en el Gobierno, donde se recuerda, por ejemplo, casos flagrantes como los de Carlos Fabra, el 'pope' de Castellón o Sonia Castedo, la exalcaldesa de Alicante.

Años y años campando a sus anchas mientras la marea del escándalo les llegaba al cuello. Mencionan la Gúrtel, reina de Madrid y Valencia, o la Púnica. Casos y más casos. El bombardeo desde los altos despachos de La Moncloa no disimula y culpa al PP y sus corrupciones del cataclismo electoral.

El camuflaje de Arenas

En Génova no terminan de comprender el porqué de tal campaña, entre otras cosas, porque ha sido el propio Rajoy quien impidió tomar medidas. Muchos de los protagonistas de casos de latrocinio o saqueo han seguido en sus puestos porque el presidente del Gobierno no consideraba oportuno hacer ruido. Da lo mismo, no hay excusas. De todos estos males, auténtica plaga que devora poco a poco al partido, la culpa es tanto de Dolores Cospedal como de otros viejos dirigentes de la formación. Sale a la luz el nombre de Javier Arenas, el más veterano de la dirección del PP que tuvo mucho que ver con el escándalo de Luis Bárcenas, de quien fue amigo, lo amparó y hasta colaboró con él durante años. También le defendió el chófer, el coche y el sueldo tras ser apartado como tesorero del PP, comenta la fuente consultada.

Wert, Guindos y Montoro han sido repudiados y apenas han aparecido en los mítines

La respuesta de Génova tiene menos potencia. La dirección del partido está noqueada, con Dolores Cospedal al frente, ella misma herida de muerte en la refriega de los comicios. Gente como González Pons o Carlos Floriano tienen muy claro, aunque no lo expresan en público, que el Gobierno no colabora en las tareas de transmitir los mensajes económicos positivos. No colaboran, no apoyan, no se lo creen, sólo se movieron dos semanas, justo después de que Rajoy exigiera actividad y presencia del Gobierno en los medios. Sáenz de Santamaría hizo algunas apariciones, varios de sus ministros la secundaron pero el impulso se exitinguió pronto. En la campaña electoral se han volcado Fátima Báñez, Ana Pastor, García-Margallo y la propia vicepresidenta, los miembros del Gobierno más reclamados por los candidatos. Wert, Guindos y Montoro han sido repudiados y apenas han aparecido en los mítines.

El pulso andaluz

En Génova cunde el desánimo y consideran que la batalla de las elecciones generales no ofrece un horizonte demasiado esperanzador. Rajoy insistió este lunes en que no habrá cambios aunque se da por hecho algún retoque. Con la moral por los suelos, la respuesta de los dirigentes del PP a los misiles que disparan desde La Moncloa resulta débil y fatigada. El pulso entre Cospedal y Santamaría vivió momentos incandescentes en torno a la designacón del presidente del PP andaluz. El pulso lo ganó la vicepresidenta, al colocar a su protegido Moreno Bonilla, cuya gestión se caracteriza por sufrir derrotas en todas las elecciones que le han tocado en suerte.

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