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España

Santiago Roncagliolo escribe una novela sobre el hombre que pudo robar los restos de Lorca

Todo es ambiguo en Enrique Amorim, el amante uruguayo de Federico García Lorca, a quien el poeta conoció en su viaje a Buenos Aires. Era comunista y a la vez millonario; homosexual y casado; uruguayo pero argentino;  mal poeta y peor narrador, y a la vez mecenas de primera línea. Sobre Amorim se dicen muchas cosas, la mayoría alimentadas por él mismo. 

La más importante, sin embargo, y la que da pie al último libro del periodista y escritor peruano Santiago Roncagliolo, tiene  que ver con los restos de quien fuera su cercano amigo Federico García Lorca. Tal y como narra el Premio Alfaguara 2006 en las primeras páginas de El amante uruguayo (Grupo Editorial Alcalá, 2012) ,en 1953, a orillas del río El Salto, en Uruguay,  una pequeña caja blanca fue enterrada por el propio Amorim  tras un pomposo homenaje, a los pies de una lápida de cinco metros en honor al poeta.

La caja podría contener los restos del poeta sobre cuya sepultura se ha especulado tanto o más que sobre su propia obra. Al menos esa es la pregunta que acompañará al lector a lo largo de una lectura que se pasea por el Buenos Aires de la posguerra y la España de la Guerra Civil, un trecho de la historia del que Amorim entra y sale, a veces como  protagonista, otras -la mayoría de las veces- como testigo. 

Roncagliolo investigó en las memorias inéditas de este personaje, su correspondencia, fotos y filmaciones. Después, las constrató con otras biografías de artistas como Pablo Neruda –a quien Amorim saboteaba para que no le concedieran el premio Nobel-, la de Jorge Luis Borges, los libros del investigador Ian Gibson o entrevistas con la familia de Lorca. Resulta inevitable preguntarle de dónde salió su interés por Amorim: "Fue un encargo de la editorial", responde sin vacilar.

"Siempre me han interesado más los personajes de segunda división,  porque creo que a través de ellos se pueden abordar los grandes temas desde la perspectiva de quien hace las fotos", dice Roncagliolo refiriéndose a un episodio de esta biografía en la que Amorim, para distinguir las fotos por él hechas del viaje a Lorca a Buenos Aires del resto, le regaló al autor de Bodas de sangre una camiseta a rayas que Lorca vestiría como gesto inequívoco de que si alguien estaba detrás de aquella imagen era Amorim.

Criado en un entorno pudiente, una pequeña burguesía latinoameircana, Amorim hizo todo lo posible por mantenerse cerca en los  círculos literarios y formas parte de ellos. Narra Roncagliolo los romances de Amorim con el Premio Nobel Español, Jacinto Benavente, describiéndolo como un frívolo y ambicioso mequetrefe a veces y como un serio y entregado amante de la literatura en otras.

"Creo, firmemente, que Amorim amaba a los artistas y se transformará por completo para poder estar cerca de ellos. Se las ingeniaba para estar en todas las fiestas, para hacer llegar sus libros a todos, para hacer creer a los demás del poder de sus relaciones.  Nada de lo que escriba o haga lo hará sin un sentido de la posteridad. En ese aspecto, podemos decir que es el primer inventor del márketing literario", cuenta Roncagliolo. Y en efecto Amorim, llega  -muchas a veces a inventarse-  reuniones con Sartre, Picasso,  Chaplin o Neruda. 

“No sabemos si él enterró a García Lorca...Enrique Amorin dejó todos los indicios para que pensemos que él había enterrado los restos de Federico García Lorca dentro de aquella caja del tamaño de un osario, porque sabía que sería una historia que alguien iba a contar, algún día. En este caso me tocó a mí", cuenta el peruano.

Resulta inevitable, sin embargo, hacer dos preguntas sobre esta historia. La primera, ¿era Amorim un cretino o un enamorado? La segunda, ¿narra Roncagliolo esta historia porque sabe que será un éxito ahora que está tan de moda el paradero del cadáver de Lorca?.

Sobre la segunda pregunta, Roncagliolo es tajante. "No me interesan las polémicas, pedir que abrieran el osario del Salto le tocaría, en tal caso, a la familia de Lorca". Sobre la primera, ya suaviza el tono el novelista: "Yo creo que son ambas cosas, por un lado Amorim tenía un ego inmenso pero también e scierto que yo creo que amaba a Lorca y esto suponía su último homenaje al poeta".

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