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España

Felipe VI enfría su implicación en el conflicto catalán y aconseja “mucha prudencia” a Rajoy

El relevo en la Corona levantó algunas expectativas, sobre todo en el nacionalismo catalán, sobre el papel que podría desempeñar Felipe VI como mediador en el conflicto y promotor de soluciones. Su discurso de proclamación –“Deseo una España en la que no se rompan nunca los puentes de entendimiento” –, fue procesado al detalle por las principales fuerzas políticas dentro de un denominador común muy básico: el deseo del nuevo rey de desbloquear un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles. La primera recomendación del monarca ya se ha cumplido: Mariano Rajoy y Artur Mas han recuperado el diálogo después de casi un año de incomunicación, ampliando más allá del contencioso sobre el referéndum el perímetro de la negociación.

Rajoy ha sido permeable al primer consejo de Felipe VI recuperando el diálogo con Artur Mas

De cualquier modo, tanto en la Casa Real como en La Moncloa se vaticina un otoño “muy duro”, después de una Diada probablemente tan espectacular como la que ha anticipado el presidente de la Generalitat y una consulta en el horizonte con altas probabilidades de ser convocada y no celebrarse. Ante este panorama, hay empresarios, financieros y líderes políticos de toda clase y condición, algunos de ellos también extranjeros, que han aconsejado a Felipe VI que vea los toros desde la barrera, que no se implique en el desafío soberanista “más allá de escuchar y “recomendar mucha prudencia”. Y esto es, precisamente, lo que ha hecho con Mariano Rajoy y también con el líder socialista, Pedro Sánchez: escucharles con semblante de evidente preocupación compartiendo con el presidente del Gobierno la garantía de que, en todo caso, el Estado dispone de los resortes necesarios como para derrotar la provocación sin necesidad de llegar a soluciones drásticas como, por ejemplo, la suspensión de la autonomía a través del artículo 155 de la Constitución.

El núcleo radical de CiU, el más decepcionado

Según fuentes de los dos principales partidos, a quien más está defraudando la actitud del rey es al núcleo soberanista del nacionalismo catalán, esperanzado después de escuchar su discurso de proclamación de hace mes y medio en que asumiera un arbitraje eficaz en el conflicto y promoviera una salida dialogada para ganar una popularidad parecida a la que disfrutó don Juan Carlos tras la fallida asonada del 23-F. Poco antes del arranque de su reinado, Felipe VI también recibía señales directas del PNV en la misma dirección.  “Para nosotros, el nuevo rey es una auténtica incógnita, no podrá limitarse a ser una figura de cera y si quiere legitimarse, deberá dejar una idea clara más pronto que tarde de qué modelo de Estado imagina”, sentenció el diputado Aitor Esteban.

La distancia que Felipe VI ha tomado frente a la amenaza independentista no quiere decir, señalan fuentes del Gobierno, que carezca de criterio. Es más, los ministros que han tenido ocasión de abordar con él este problema, intuyen que el rey está más próximo a una reforma constitucional que a otras alternativas como receta más directa para superar la pulsión soberanista. No aprecia otras vías de escape, aunque comprende perfectamente el rechazo que le produce a Mariano Rajoy abrir este melón sin tener antes garantizado un amplio consenso político que impida que el cauce se desborde.

En el Gobierno se recuerda también el último discurso de Navidad de don Juan Carlos, cuando apeló a la actualización de los “acuerdos de convivencia” incorporados a la Constitución, un aviso que fue interpretado por Alfredo Pérez Rubalcaba y la anterior dirección del PSOE como un respaldo evidente a la reforma que este partido todavía propone. En el Gobierno se percibe que Felipe VI participa también de este principio y defiende, por tanto, la necesidad de ajustes en la Constitución que con el tiempo se hubieran planteado con o sin el problema catalán, pero cuyo estallido ha hecho ahora más indispensables que nunca.

Reformas necesarias, con o sin Cataluña

Hay un sector del Gobierno que entiende que Cataluña ha convertido en urgentes reformas que España necesitaba desde hace tiempo y considera que lo importante es acertar en el momento oportuno para hacerlas. “Iniciar ahora esta excursión”, reflexiona un miembro del Gabinete, “sería tanto como colocar al soberanismo catalán como motor de un cambio en los pilares básicos de todo el Estado, algo que resultaría incomprensible para muchos, en especial para el resto de los territorios”.

Después de los primeros titubeos, el rey prefiere esperar y ver cómo evoluciona el conflicto soberanista

Mientras las nubes no desaparezcan del horizonte y se rebase el “duro otoño”, la función de Felipe VI será la de escuchar, esperar y ver, se opina en las direcciones de los dos principales partidos, pendientes de las crestas principales que surgirán en el proceso secesionista a la vuelta de vacaciones: Diada del 11 de septiembre, referéndum escocés del 18, aprobación definitiva en el Parlamento catalán de la ley de Consultas, recurso del Gobierno al Tribunal Constitucional, decreto de convocatoria del referéndum para el 9 de noviembre y reunión al más alto nivel del frente soberanista para tomar decisiones, una vez haya constatado que la consulta no ha podido celebrarse. En ese momento arrancará la “nueva fase” a la que en tono de misterio aludió Artur Mas el pasado miércoles al acabar su encuentro con Rajoy.

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