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¿Por qué seguís creyendo en eso? Las pseudociencias levantan en armas a los escépticos en España

Productos homeopáticos.

Un día de finales de enero de 2010 un grupo de unas sesenta personas quedaron en un bar de Madrid para tomar cervezas y sacarle los colores a la astrología. Nacía Escépticos en el pub, una iniciativa informal y desenfadada que es lo más cerca de la misa diaria que los defensores del pensamiento crítico van a estar jamás. La idea de Escépticos en el pub la tuvo un australiano residente en Inglaterra y pronto, gracias al poder de difusión de las redes sociales, fue imitada en otros países, entre ellos España.

El Círculo Escéptico y la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico llevan décadas en España luchando contra el pensamiento mágico

La anécdota de los bares y la categoría de internet explican el auge del movimiento escéptico en el último lustro. En nuestro país, dos asociaciones -Círculo Escéptico y la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico (ARP-SAPC)- llevan tres décadas luchando contra el pensamiento mágico, las pseudociencias y, en general, cualquier creencia que trate de regatear al método científico. "Ahora tenemos mayor exposición mediática", dice Antonia Oñate, directora ejecutiva de ARTP-SAPC, "pero todavía somos una gota en el océano en comparación con los valedores de las pseudociencias".

El movimiento escéptico –esta semana tuvo lugar en Valencia el Primer Congreso de Pensamiento crítico y Divulgación Científica– tiene hoy mucho trabajo: universidades que patrocinan másteres de medicina natural; neochamanes que pontifican sobre los supuestos peligros para la salud de las ondas y los transgénicos o asociaciones que quieren extender ideas peregrinas sobre el daño, también presunto, que provocan las vacunas. "En los ochenta se combatía más, aunque no solo, a los propagandistas de la conspiración ovni y similares", asegura Oñate, "pero ahora estamos en otras cosas, pseudoterapias, tecnofobia, quimiofobia, etc.".

De los platillos volantes al 'reiki'

"El gran auge de las pseudociencias en el siglo XX vino de la mano de los medios de comunicación de masas", explica Javier Armentia, astrofísico, director del Planetario de Pamplona y de la editorial Laetoli que publica los libros de ¡Vaya Timo! El movimiento escéptico era entonces débil y estaba mucho menos organizado; además, tampoco los gobiernos hacían mucho por popularizar la cultura científica en la sociedad. En los noventa llegó el cambio. Museos de la ciencia, programas de divulgación en las parrillas de TV y un compromiso mayor de la comunidad científica desnudaron la impunidad de los defensores de las falsas creencias, del psicoanálisis al reiki pasando por el creacionismo.

Pero el gran salto vino con internet. Armentia lo llama "masa crítica". El periodista Luis Alfonso Gámez, autor de Magonia y miembro de Círculo Escéptico, lo explica: "Había que destacar el peligro que el pensamiento mágico suponía para la sociedad; de esta manera, gracias a las redes sociales, cada vez que alguien argumenta algo delirante, hay cada vez más gente que lo denuncia". Es decir: activismo escéptico. Recientemente contra los másteres de homeopatía legitimados por centros públicos (los de las Universidades de Valencia y Barcelona acaban de ser eliminados), pero también –un clásico– contra esas rancias informaciones que todavía hoy mezclan a la CIA y los ovnis, las megaconspiraciones universales y los extraterrestres. "Todavía queda mucho que hacer", reconoce Armentia, "pero el activismo social está creciendo".

¿Se han combatido mal las pseudociencias?

La ciencia y el método científico no son infalibles (por eso la ciencia es ciencia: está en constante corrección de sí misma); los defensores del racionalismo tampoco lo son (no tienen la verdad, pero aspiran honestamente a ella). Durante años, los magufos han campado a sus anchas por programas de televisión, radio y publicaciones periódicas. "Nos ha faltado una cosa evidente", argumenta Gámez, "explicar a la gente por qué lo que dice un charlatán es mentira".

"Nos ha faltado una cosa evidente", argumenta Luis Alfonso Gámez, "explicar a la gente por qué lo que dice un charlatán es mentira"

Asimismo, Gámez señala otro fallo importante: "Hay que olvidarse de ideas que son falsas, como que a más divulgación más pensamiento crítico". El legado de Carl Sagan o las obras de Richard Dawkins están muy bien, pero el librepensamiento no se alimenta solo de libros y nombres, sino que es una mezcla de pedagogía, educación, método y, por qué no, humor. "Las pseudociencias tienen un punto absurdo”, reconoce Armentia, "y explotarlo con humor puede hacer más, incluso, que combatirlas con sólidos argumentos científicos".

Este domingo es el Día Internacional de la Homeopatía. En realidad, lo sería si la ONU lo recogiera en su lista oficial de días internacionales. Pero los defensores de esta práctica no avalada por la OMS y las empresas que comercializan sus productos aprovechan para publicitarse. Según la página de Boiron, la empresa de francesa que encabeza las ventas de preparados homeopáticos, "un 33% por ciento" de españoles ha usado alguna vez la homeopatía como remedio para sus males.

Frente a la batería de datos estadísticos de difícil contrastación y aseveraciones sin base científica que –claro– llegarán, los escépticos españoles se preparan:

Porque "también hay que ofrecer espectáculo", sirve Gámez. "Y provocar", machaca Armentia.

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