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España

Policías nacionales acosados en Cataluña: "Aquí ya no se puede vivir"

Imagen de archivo de una patrulla de la Policía Nacional

Marcos Veiras es policía nacional en Barcelona, y desarrolla su trabajo en unidades de extranjería. Llegó allí hace siete años desde Galicia y desde hace tres pide volver a su tierra. La última hace apenas unas semanas. "Aquí ya no se puede vivir". Marcos nos atiende por teléfono desde un bar de Barcelona: "Me he tenido que salir fuera, uno no sabe quién puede estar sentado a tu lado con la oreja puesta", asegura.

En los dos últimos ejercicios, 560 agentes han decido hacer la maletas y marcharse lejos de Cataluña. "Pero lo peor de todo es el número de agentes que lo han pedido y no se les ha concedido", explica a este periódico. El 80% de los compañeros de Marcos vienen de otros puntos de España.

Para Veiras hay dos planos por los cuales un policía quiere marcharse de Cataluña. El social, el más evidente, se viene agravando desde la celebración del referéndum ilegal del 1 de octubre. "Cuando los independentistas saben que eres policía te empiezan a descartar socialmente". Le pasó a su mujer, que tuvo que salirse de un grupo de WhatsApp en el que estaba con compañeros de su trabajo. Los comentarios después de la simulada votación se hicieron insoportables, y "la empezaron a apartar" en el ámbito laboral.

"Fuera, perros"

En su propia casa tampoco se encuentra tranquilo. "Encima de nosotros viven independentistas que tienen puesta la estelada en el bacón. Antes, cuando lavaba el uniforme, lo colgaba fuera. Ya no puedo". Dice que muchos compañeros reciben insultos en sus buzones. Notitas dobladas que les 'invitan' a marcharse. "Fora, gossos (fuera perros) es lo que suelen escribirnos", asegura Veiras. Eso mismo le gritaban a él cuando tendía su ropa de trabajo.

En los últimos días los Comités de Defensa de la República (CDR) han aumentado el acoso contra la Policia Nacional y la Guardia Civil. Hasta el punto de que se han producido "pintadas y lanzamientos de huevos" contra comisarías y cuarteles. "La situación a veces es peor que la que era en el País Vasco, porque allí sabías que era la ETA pero aquí es toda una sociedad", afirma Veiras, a lo que añade que "tampoco podemos confiar en todos los Mossos porque muchos son independentistas y actúan con total impunidad".

La situación a veces es peor que la que era en el País Vasco, porque allí sabías que era la ETA pero aquí es toda una sociedad

La otra arista a la que Veiras achaca que cientos de policías hayan pedido marcharse de Cataluña se encuentra en el propio trabajo. "Nosotros trabajamos por objetivos, y nos piden las mismas detenciones que hace 10 años cuando saben que los compañeros se están marchando. Y los que llegan nuevos, que son muchos menos, tienen que aprender, y eso conlleva un proceso", explica.

Según sus cálculos, sólo en Barcelona la Jefatura Superior de Policía tiene 178 plazas desiertas. Esto se traduce en cambios de turnos y cambios de puestos cada dos o tres meses. "Hay gente que hace información o temas judiciales que están cubriendo seguridad en las puertas de los edificios". A él de vez en cuando le toca dar apoyo en los Centros de Internamiento de Extranjeros.

El alto coste de la vida en Cataluña también lastra las ganas de quedarse en una comunidad autónoma que no siempre es lo más benévola para profesiones como las de Veiras. "El precio de los pisos es terrible. Ganando 600 euros menos que los Mossos, algunos compañeros tienen que vivir en pisos pateras". Pero aún así con todo, "los casos más sangrantes son los de quienes son de aquí, los que tienen una familia y un arraigo aquí y no lo tienen tan fácil para marcharse".

Extranjeros en la propia tierra

"Soy charnego y me siento catalán, pero los independentistas me hacen sentir vergüenza. Quieren que me vaya de mi ciudad por sentirme también español". Quien habla es Pedro, también policía nacional, y que ha pedido que se le cambie el nombre en este reportaje. Porque él por ahora se va a quedar en Barcelona. "Aunque no descarto pedir el traslado si esto sigue así".

Su padre, también miembro del cuerpo en su día, vivió los tiempos duros de los atentados terroristas. Por eso sabe de primera mano que por precaución es mejor no decir su profesión según en qué sitios. "Mi profesión es mi profesión, e intento que cuando salgo de trabajar se quede fuera de mi vida. Pero no quiero estar pendiente de la gente con el lacito amarillo que te mira mal, de aquel que sabe que soy Policía y que entonces ya no le gusto", afirma.

El 155 se ha quedado en un 124 muy light

La presión se nota cada día para quien viste un uniforme con la bandera de España. Se nota que el ambiente está enrarecido. Tampoco ayuda la posición del Gobierno central: "Aquí hay el 155 se ha quedado en un 124 muy light”. Aunque para los protagonistas de este reportaje el “abandono del ministerio del Interior” viene de lejos. “Tanto el PP como el PSOE, cuando han necesitado apoyos para gobernar, han tirado de la antigua CiU”. En 2005 eso se tradujo en que los Mossos d’Esquadra empezasen a patrullar por las calles catalanas al asumir la seguridad ciudadana y el orden público.

Él tiene amigos independentistas y sabe que hay temas que directamente no pueden tocar cuando se juntan para unas cervezas. Sabe que sus compañeros que vienen de fuera tienen varios hándicaps añadidos. El primero que te hablen en catalán cuando uno dice que no lo entiende. “Si eres andaluz o gallego, hay sitios donde te hacen el vacío”. Pero también sabe que hay diferencias entre las grandes ciudades y los pueblos. Entre Barcelona o Badalona con Cambrils o Premiá de Mar. “Entre Tabarnia y Tractoria”.

Pedro tiene clara dos cosas. La primera es que el problema radica en dar a la Generalitat la competencia educativa. “Si hubiesen vigilado lo que se daba en los colegios igual no habríamos llegado a este punto”, sugiere. La segunda es que si se diese un plus de peligrosidad, como todavía se hace en el País Vasco y Navarra o en Ceuta y Melilla, el goteo de policías gallegos, andaluces, valencianos, madrileños y del resto del país se cortaría. “Vivir aquí es carísimo, y si encima no se sienten queridos, entiendo perfectamente que se quieran ir”.

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