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España

Sánchez estuvo a punto de tirar la toalla tras su último encuentro con el Rey

Imagen de archivo de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados.

Fuentes socialistas de toda solvencia la describen como la tarde más aciaga para Pedro Sánchez desde que en el verano de 2014 subió a la secretaría general, no porque esperara un milagro de última hora para alcanzar La Moncloa, su sueño dorado, ni tampoco porque confiara en que el Rey le volviera a encomendar la formación de Gobierno, entre otras razones porque apenas había tiempo para ello. El caso es que el martes 26 de abril, salió a media tarde de La Zarzuela de su entrevista con Felipe VI y se dirigió en el coche del partido a la madrileña Carrera de San Jerónimo sentado en la parte trasera junto a su jefe de Gabinete, Juan Manuel Serrano, para comparecer ante los periodistas que le esperaban en el Congreso y explicarles el fin de la ficción en la que había embarcado al país desde que en la noche del 20 de diciembre, con solo 90 diputados, trató de convencer a todos, su entorno incluido, de que tenía al alcance de la mano convertirse en presidente.

Miembros del equipo negociador tuvieron que animar a Sánchez para calmar su abatimiento

Serrano, un joven abogado de 41 años al que Sánchez conoció como gerente de la Federación Española de Municipios y pronto convirtió en su amigo personal, descendió del vehículo junto a él y se adentró en el edificio de los grupos parlamentarios, donde les esperaban dos de sus asesoras de comunicación y también parte del equipo negociador. Un testigo presencial describe así lo que observó: "Pedro entró cabizbajo, con la mandíbula rígida, hasta el punto de que le tuvimos que decir que cambiara esa cara, pues estaba a punto de comparecer ante los medios y no podía dar sensación de abatimiento. Le aconsejamos también que solo respondiera una pregunta por periodista, pensamos que con ese desánimo difícilmente podía aguantar una rueda de prensa al uso, donde cada informador suele hacer dos o tres preguntas y resulta fatigante, todos le vimos con ganas de tirar la toalla…".

Veinte minutos después de despachar en este estado de abatimiento con su guardia pretoriana y recibir ánimos para que aguantara el tirón y estuviera a la altura de las circunstancias, Sánchez entró en la sala de prensa del edificio nuevo del Congreso, situada enfrente de donde tienen sus oficinas los grupos parlamentarios, escoltado por la mayor parte de los que en los últimos dos meses negociaron con Ciudadanos y Podemos para ganar la investidura. Allí estaban, entre otros, José Enrique Serrano, el exministro Jordi Sevilla y Rodolfo Ares. El primer detalle que sorprendió a los periodistas fue que invitara a un fotógrafo que había quedado rezagado a su derecha a cambiar de ubicación. La segunda sorpresa llegó cuando antes de comenzar la rueda advirtió a los informadores que solo debían formularle una pregunta por medio.

La "traición" de Pablo Iglesias al PSOE

Durante su comparecencia, Sánchez acusó al ala dura de Podemos de haber boicoteado el acuerdo con el PSOE para formar Gobierno, acusó de "traición" a Pablo Iglesias, se arrepintió de no haber comenzado las negociaciones inmediatamente después de las elecciones y, a duras penas, intentó disimular su postración asegurando que "el Gobierno del cambio" solo quedaba aplazado dos meses. La imagen de desolación que ofreció al tratar de disfrazar su fracaso movió a sus asesores a convocar una reunión para el día siguiente, miércoles 27, con el grupo parlamentario. "Pensé que las fuerzas del cambio no tenían tanto prejuicios, pero se ha comprobado que no", confesó en tono de derrota.

Algunos barones comentaron en el último comité federal que Sánchez es un peligro para el partido

Miércoles, 27. A la una de la tarde, un discurso deshilachado en el que volvió a meter la pluma Juanma Serrano obligó a los diputados a aplaudir con desgana en varias ocasiones, creyendo que había terminado la perorata. Cuando realmente acabó, parecía que iba a continuar hablando y las palmas tardaron varios segundos en llegar. Algunos parlamentarios comentaron a la salida que se habían sentido incómodos y habían visto desfallecido al secretario general.  Sánchez, que había participado esa misma mañana en un programa de radio donde reconoció haberse equivocado al llamar indecente a Mariano Rajoy durante la campaña electoral, recordó ante su audiencia al exministro socialista asesinado por ETA Ernest Lluch, recordó el sms del presidente a Bárcenas y pidió unidad a su partido. "Cuanto más fuerte esté el PSOE, más garantías de cambio", dijo.

El sábado 30, el líder del PSOE afrontaba un comité federal de puro trámite para poner en marcha un proceso de primarias que muy posiblemente no lleguen a celebrarse así como la elaboración de las listas. En la reunión, algunos de los asistentes comentaron con ironía que les había colocado la misma arenga que tres días antes había pronunciado ante el grupo parlamentario: recordatorio de Lluch, críticas a Podemos… Lo más interesante llegó a puerta cerrada, cuando Sánchez señaló que el principal problema que afrontan los socialistas no es él, ni la actual ejecutiva, ni siquiera las tensiones por las candidaturas, sino la falta de cohesión interna. Al escuchar estos reproches, un barón situado en primera fila comentó a otro al oído: "¡qué tío! Todavía no se ha dado cuenta que el principal peligro es él…".

Susana Díaz sigue recelando de la flojera de Sánchez y mira a la noche del 26-J

Desde la tarde del 26 de abril, los miembros del equipo negociador que ahora, con la excepción de Jordi Sevilla, forman parte del comité electoral y tanto le han oído quejarse de la deslealtad de los barones, saben que Pedro Sánchez, después de su cadena de fracasos, tiene la mandíbula de cristal. Su anuncio reciente de que, pase lo que pase el 26-J, volverá a presentarse en el próximo congreso a la secretaría general, se considera una machada gratuita. Entre los barones, la única que sigue recelando de su flojera es Susana Díaz, dispuesta a evitar a toda costa que se intente parapetarse en el grupo parlamentario tras una nueva derrota electoral.

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