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España

Los seis meses de Pedro Sánchez, el vía crucis más duro para el PSOE

Pedro Sánchez junto al portavoz del Grupo Socialista, Antonio Hernando.

El expresidente Felipe González fue el primero en vaticinar, meses antes de que el PSOE se pegara el batacazo en las europeas de mayo y Alfredo Pérez Rubalcaba tirara la toalla, que su partido se vería posiblemente abocado a tener que bregar con candidatos de cartón piedra y a transitar por una larga travesía del desierto antes de volver a pisar las alfombras de La Moncloa. A decir del propio González y de la mayoría de los barones socialistas, este pronóstico se ha cumplido y ello a pesar de las expectativas levantadas hace justo seis meses cuando Pedro Sánchez paseó con la cabeza bien alta por el salón de actos de un hotel madrileño nada más ser elegido por aclamación secretario general por los 1.000 delegados asistentes  al congreso extraordinario. Quienes asistieron a este cónclave recuerdan que Sánchez saludó al plenario puño en alto flanqueado por la presidenta andaluza, Susana Díaz, que ofició como presidenta del congreso, y por el valenciano Ximo Puig, precisamente dos de los dirigentes del partido que ahora más reniegan de él.

Pedro Sánchez ha demostrado que el PSOE sigue huérfano de programa, según opinan numerosos parlamentarios de su partido

Sánchez llegó al pódium de Ferraz el pasado julio con un salvoconducto que no tuvieron en su día ni Felipe González ni Joaquín Almunia ni tampoco José Luis Rodríguez Zapatero: ni más ni menos que con el respaldo mayoritario de los 130.000 afiliados que participaron en las primarias, en las que se impuso casi con el 49% de los apoyos al joven diputado vasco Eduardo Madina y al profesor andaluz José Antonio Pérez Tapias.

La alegría duró poco en casa del pobre porque al tener que componer su ejecutiva, Pedro Sánchez tuvo que pagar algunos peajes. Incluyó en ella a personas que en las primarias apoyaron a Madina, como Manuel de la Rocha, ahora al frente del área de Economía, o Meritxell Batet, sentada en la secretaría de Estudios y Programas, y tuvo que enfrentarse a cara de perro con el presidente asturiano, Javier Fernández, para frenar su paso a la presidencia del consejo territorial, órgano que integran los 17 barones regionales, mirador privilegiado que se reservó para ella Susana Díaz.

Sánchez se rodeó de hasta cinco asesores de comunicación externos, algo sin precedentes en el PSOE, y empezó a alentar su culto a la personalidad pisando callos a diestro y siniestro sin respetar veteranías tan asentadas como las de Felipe González. Al expresidente le zahirió proponiendo la eliminación de las ‘puertas giratorias’, a José Luis Rodríguez Zapatero, criticando la reforma constitucional semiclandestina que pilotó en agosto de 2011 y a José Bono despreciando la utilidad del Ministerio de Defensa. Todos se llevaron en su momento las manos a la cabeza, como buena parte de los parlamentarios socialistas, al escuchar la vacuidad de los discursos de su nuevo líder pronunciados en el propio Congreso o en los frecuentes desayunos informativos que calientan las mañanas madrileñas.

Algunos dirigentes están alarmados ante la incapacidad del secretario general para remontar en las encuestas

Han pasado seis meses, se cumplen este lunes, desde su acceso al timón federal del PSOE, y es difícil, comentan algunos diputados que le respaldaron, retener en la memoria alguna propuesta sólida de Gobierno que pueda haber convertido a Pedro Sánchez en un referente para los españoles. “Han pesado más sus meteduras de pata que sus aciertos”, reconoce un miembro de su ejecutiva, “y ha demostrado que el partido sigue huérfano de programa”. “Pero lo que es todavía más alarmante”, prosigue, “es que ha sido capaz de perforar aún más abajo el suelo del 20% en el que Rubalcaba dejó la intención de voto al Partido Socialista.

Si a este último se le criticaba el año pasado por no haber podido superar la barrera del sonido – la mayoría de sus propuestas caían en el vacío–, a Sánchez se le recrimina por haber dejado de su reciente viaje a Estados Unidos el titular de su extravío por las calles de Washington, después de una sobreexposición mediática, llamadas telefónicas al programa Sálvame incluidas, que solo ha contribuido a devaluar sus propuestas y a consolidar en las encuestas más serias la opinión, incluida la de la mayoría de los votantes socialistas, la creencia de que las próximas elecciones generales volverá a ganarlas el PP.

¿Es el fin de Pedro Sánchez? Pues el grueso de las consideraciones  dentro de su partido son afirmativas, teniendo en cuenta que es el secretario general que menos simpatías internas ha generado y que su semestre de andadura ha sido percibido en buena parte de las federaciones, no solo la andaluza, como un calvario, incluso por parte de los dirigentes que confiaron en que despertaría al PSOE del largo letargo al que se vio condenado durante el liderazgo de Rubalcaba.

Se desconoce de momento el calendario preciso de Susana Díaz para dar el salto a la política nacional

Su única tabla de salvación, aseguran veteranos dirigentes socialistas, son las elecciones de mayo. Si en ellas los barones obtienen buenos resultados conquistando plazas clave como Madrid, la comunidad valenciana o alguna de las dos Castillas, Sánchez podrá salvar el pellejo concurriendo en julio a las primarias. Pero si ocurre lo contrario, que es lo que la mayoría sospecha que pasará, el actual secretario general habrá sido flor de un día, devolviendo el control del partido a la federación más importante, la del sur, la misma que, a decir verdad, nunca lo ha perdido.

“Ahora”, reflexiona un veterano del PSOE, “lo único que está por despejar es si Susana Díaz acelera el salto a Madrid después de las elecciones andaluzas o delega este cometido en un tapado, parece que Carmen Chacón está interesada en su resurrección, hasta ver qué pasa después de las legislativas”. El tiempo dirá cuánto dura el vía crucis más duro para los socialistas que la mayoría de sus dirigentes recuerda.

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