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España

Miquel Roca o cómo medrar con España rompiendo España

Miquel Roca, uno de los siete fundadores de Convergencia Democrática de Cataluña.

“Nosotros utilizamos los servicios técnicos de la Generalitat no para que valoren los pliegos y seleccionen la mejor oferta, sino para que, una vez que nosotros decidimos cuál es la que tiene que ganar, se pongan a trabajar para justificar esa decisión”. La frase, pronunciada en los años noventa, es de Miguel Roca i Junyent, uno de los siete fundadores de Convergencia Democrática de Cataluña, siempre en los fogones de CDC como pinche del chef Pujol, y uno de los llamados “padres” de la Constitución, además de socio-presidente del despacho de abogados del mismo nombre, dizque abogado de hermana de rey e hija de rey, y miembro de no sé cuántos consejos de administración de las Españas, reconocido catalanista, acendrado independentista de última hora, acostumbrado siempre a medrar a la sombra de esa España a veces madre y siempre madrasta, a quien tanta gente “bien” ha exprimido la teta mientras le escupe en la cara. Senvant por excelencia de Jordi Pujol i Soley, siempre a la sombra de Pujol, que todo lo debe a Pujol, es personaje arquetipo de esa elite barcelonesa desagradecida, desideologizada y trepadora, cuyo único Dios al que merece la pena servir es el dinero. Una elite que se ha aprovechado mucho de España, y ha hecho mucho daño a España.

La gente que le conoce, y son muchos, sostienen que pocas veces han visto a alguien poseído por unas ansias de poder tan notorias y tan estrepitosamente fracasadas al tiempo. La historia de la frustrada “Operación Roca” es una buena muestra de ello. La UCD acaba de desaparecer víctima de mil traiciones, y nuestro hombre consideró llegado el momento de crear desde Cataluña un partido de centro, el Partido Reformista Democrático (PRD), capaz de colocar a un catalán en la presidencia del Gobierno de España, de acuerdo con su ambiciosa idea, por tantas cosas elogiable, de que el nacionalismo catalán moderado debía tener una mayor presencia en la política española, tomar una participación mucho más activa en la formulación de las grandes políticas y estrategias del Estado.

La gente que le conoce sostiene que pocas veces han visto a alguien poseído por unas ansias de poder tan notorias y fracasadas

Como representante de Pujol y CDC en las negociaciones que cristalizaron en el texto constitucional de 1978, don Miguel había contactado en Madrid con gente de postín como los Garrigues, los March y otros del mismo fuste. A todos embarca en la “aventura reformista”. De secretario del PRD oficiaba ni más ni menos que un tal Florentino Pérez (“Si ganamos, yo seré vicepresidente del Gobierno”, contaba a sus amigos este experto en alcaldes y concejales de urbanismo) uno de sus perennes asideros madrileños. A todos sacó dinero, pero él también lo puso. La Banca March le dio los últimos 150 millones de pesetas que necesita cubrir, a cambio de hipotecar su casa en la Costa Brava. Pero, cobardón por naturaleza, prefirió asegurar el escaño metiéndose en la lista de CiU por Barcelona, en lugar de atreverse a encabezar la de Madrid como candidato a la presidencia del Gobierno. El PRD no sacó ni un solo diputado en las generales de junio de 1986. Miguel Angel Arroyo, número uno de la candidatura por Badajoz, se olió la tostada el día que Roca se acercó a dar un mitin: “es que ha pedido el desayuno desde la habitación del hotel en catalán… Así no sacamos ni un puto voto en Extremadura”, contaba desolado a Madrid. Fiasco monumental. Todo el mundo palmó pasta. Y ahí estaba nuestro héroe llorando por las esquinas de Barcelona, pidiendo ayuda para convencer a los March de que no le embargaran la preciosa casa de Port de la Selva que había heredado de su padre.

Como secretario general de Convergencia desde su fundación en 1978 hasta el año 1996, y por tanto a cargo de las cuentas de la formación, Roca conoce al dedillo las mil triquiñuelas necesarias para financiar un partido en una España carente de controles democráticos. Él se las apañaba muy bien para cerrar los presupuestos anuales de CDC en las oficinas de la Garriga Nogués hasta su quiebra y disolución en 1986. En la Garriga Nogués, primero, y en La Caixa, después, le proporcionaban los millones que faltaban para cuadrar. Con tantas facilidades, no es extraño que algún notable de la coalición empezara a visitar los mismos despachos bancarios para, con una naturalidad encomiable, colocar un maletín encima de la mesa con la petición consiguiente: “¿Me lo puedes poner en Suiza…?” Se podía, naturalmente que se podía, que poner dinero en Suiza ha sido siempre una especialidad de los ricos españoles, en general, y barceloneses, en particular. Dinero del partido que quedaba en las uñas de quienes lo manejaban. Los testigos prefieren callar.

Convertirse en heredero político de Pujol

Lo que nunca hizo Roca fue descuidar sus amistades madrileñas, que él siempre fue un vendedor de influencias de Madrid en Barcelona y viceversa. Él hizo de Convergencia lo que siempre fue en Madrid: una eficaz gestoría a la que cualquier empresario catalán tenía que acudir para resolver sus asuntos en la villa y corte. Nunca, sin embargo, perdió el norte de su primigenia aspiración: la de convertirse en heredero político de Pujol y presidente de la Generalitat de Cataluña. Su último intento al respecto, siempre teledirigido por Yoda, el Gran Maestro de la Orden Jedi del nacionalismo catalán, fue la alcaldía de Barcelona, empeño en el que también fracasó cuando parecía tenerlo todo a favor. Pero don Jordi tenía otros planes. En realidad hay gente que sostiene que el molt honorable –el verdadero triunfador de aquel envite- le empujó sutilmente al fracaso de la “Operación Reformista” para hacer añicos su carrera política.

Es la esencia de la radical deslealtad de un individuo que sigue medrando sin ningún problema moral a costa de España

El abogado lo tuvo claro cuando resultó evidente que el heredero era Oriol Pujol Ferrusola, ello a tono con las aspiraciones de una dinastía familiar dispuesta a reinar en Cataluña por los siglos de los siglos. A Roca le dio entonces un pronto y se vino a Madrid a contarle al entonces ministro del Interior, José Luis Corcuera, los desmanes de los Pujol: “Es que están robando a manos llenas”. Naturalmente Corcuera llamó al president para darle cuenta de la visita, y al honorable le faltó tiempo para afear la conducta de su pupilo. No se puso colorado el abogadito. Aseguró que estaba dispuesto a retractarse e incluso a negar la mayor, pero que a cambio don Jordi tenía que retratarse: quería quedarse con los servicios jurídicos de los Ayuntamientos de Cataluña controlados por CiU, que a la sazón eran casi todos, para el gran despacho de abogados que iba a crear con los Segura de Luna, y que iba a ser el más importante de Barcelona.

Desde entonces el despacho Roca Junyent ha crecido de forma espectacular como bufete político de referencia en Cataluña. La mayor parte de sus letrados son “asociados”, que trabajan a comisión. El alma mater sigue siendo el poliédrico Roca, un tipo que no se corta a la hora de llamar a María Santísima pidiendo asuntos, pleitos, facturación en suma, como corresponde a un avaro irredento, especializado en el comercio del favor y la intermediación del contacto, a quien el Rey Juan Carlos hizo un hombre en abril de 2013 cuando, por razones para muchos inexplicables, lo eligió para liderar la defensa de su hija Cristina, aunque el verdadero experto es el penalista Jesús Silva, dada la lejana relación que Roca guarda hoy con la práctica del Derecho. Tan proclive al negoci, tan codicioso, al final Miguel Roca ha terminado adaptando su ideología a su modus vivendi, su forma de pensar a su ritmo de vida. Del que antaño pasaba por ser decidido defensor de la Constitución y de la cultura del pacto, no queda nada. El adalid en Cataluña del “espíritu del acuerdo”, la “voluntad integradora” y el “reconocimiento del pluralismo y la diversidad como garantía de estabilidad y progreso” se ha convertido, decididamente desde finales de 2012, en una de las puntas de lanza más insidiosas del nacionalismo, tal vez por puro cálculo o conveniencia.

Vivir a costa de España y de las empresas españolas

Su radicalización reciente es notoria. ¿Su tesis? “Yo conozco al dedillo la Constitución española y no hay nada en ella, ni un solo artículo, que impida a Cataluña convocar una consulta para decidir su futuro (…) El de Cataluña no es un problema jurídico, sino político y hay que resolverlo por vía política”. Para el letrado Roca, la Constitución del 78 que él ayudó a parir es hoy papel mojado, porque frente a la “legalidad española” se yergue la “legalidad catalana” en condiciones de igualdad. “El futuro de Cataluña depende de los catalanes y de nadie más”. Siempre en cenáculos, en conversaciones privadas. Nunca de cara al público. Siempre de tapadillo, siempre ayudado por su verbo refinado, fluido, tópico. El letrado tiene columna semanal en La Vanguardia en la que nunca ha escrito nada de interés, porque jamás se ha mojado. Es el estilo de este hipócrita consumado, con dos discursos -público y privado- y tres caras –empresario, estadista, nacionalista- siempre a punto. Es la esencia de la radical deslealtad de un individuo que sigue medrando sin ningún problema moral a costa de España y de las grandes empresas españolas.

Roca necesitaría ser un superhombre para poder atender todos los compromisos contraídos

Don Miguel Roca necesitaría ser un superhombre para poder atender tantos compromisos como tiene contraídos, tantos Consejos, tantas Fundaciones… Solo la secretaría del Banco Sabadell, por ejemplo, con el lío regulatorio en curso, requeriría la dedicación a tiempo completo de un equipo jurídico. Nuestro hombre, en cambio, comparte esa tarea con la presencia en los Consejos de Endesa, de ACS, de Abertis, de TYPSA, de Accesos de Madrid y de mil cosas más, fundaciones y sociedades más o menos culturales, casi todas estupendamente pagadas, como corresponde al personaje. Los ingresos anuales de este fenómeno podrían rondar los 10 millones, muchos de ellos logrados en esas empresas españolas a cuyo Estado ahora denigra.

A finales de octubre de 2013, el diario ABC, en un duro editorial titulado “Miguel Roca se quita la máscara”, le exigió que eligiera entre “atizar el separatismo o ser el discreto y prudente abogado de una infanta de España”. Lo más probable es que Roca escoja seguir con ambas cosas al tiempo, sin ningún tipo de cuestionamiento moral, y con todas aquellas que puedan contribuir a engrandecer su personal peculio, porque él no conoce más ideología que la suya, ni más interés que el personal. Y si mañana el procés constituent se desinflara, Roca cambiaría de bando sin problema. Tipos como este, alejados de la cordura de la que un día presumieron, convertidos ahora en vendedores de patrias a tanto el folio, de pronto mudos ante el escándalo provocado por la “confesión” de Pujol, son los que han contribuido de manera decidida, casi siempre en la sombra, a cavar la trinchera que hoy separa a una parte de la sociedad catalana del resto de España.   

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