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España

Una obsesión llamada Ciudadanos: el PP no da con la fórmula para hundir a Albert Rivera

Mariano Rajoy, presidente en funciones.

La batalla por el voto del centroderecha será uno de los ejes fundamentales en los cincuenta días que faltan para llegar de nuevo a las urnas. La crispación en las relaciones entre el PP y el partido de Albert Rivera ha subido de tono, hasta alcanzar niveles inéditos. Juan Carlos Girauta, portavoz parlamentario del grupo naranja, llegó a comparar a Mariano Rajoy con el franquista Arias Navarro, al asegurar que “está incapacitado” para liderar la nueva etapa política.  

Mariano Rajoy transmite una aparente calma, no exenta de firmeza. “Nosotros, a nuestro aire, no voy a buscar enfrentamientosni polémicas; nuestra campaña es en positivo"

Rajoy transmite una aparente calma, no exenta de firmeza. “Nosotros, a nuestro aire, no voy a buscar enfrentamientos ni polémicas. Vamos a hacer nuestra campaña, en positivo”, explicó a los periodistas esta semana en Guadalajara. Desde su pacto programático con el PSOE, Ciudadanos ha basado su estrategia en descabezar al PP, forzarle a un cambio de liderazgo, atacar sin pausa a la figura de Rajoy, a quien se le relaciona insistentemente con el pasado, la corrupción y la vieja política. La reacción en el seno de la fuerza conservadora ha sido de manual: hacer piña, unir fuerzas, prietas las filas frente a la agresión interior.

Dirigentes nada marianistas como Juan Vicente Herrera, quien en su día le reclamó a Rajoy que se mirara al espejo antes de repetir como candidato, le mostró este martes su adhesión sin fisuras y fue el primero en lanzarse al aplauso en el momento en que su jefe hizo aparición en la sala donde se encontraba reunido el Comité Ejecutivo. Herrera gobierna en Castilla y León gracias a la abstención de Ciudadanos. El veterano barón popular evita atacar al partido de Rivera, pero en las últimas semanas se ha alineado firmemente en torno a presidente, un giro muy ostensible que no ha pasado inadvertido.

"Si quieres votar al PSOE, tienes dos posibilidades, votar al señor Sánchez o votar al señor Rivera", dijo este viernes en Orense el candidato del PP ante las juventudes de su partido, en esa línea de ofrecer una fotografía permanente de Ciudadanos junto al PSOE. Una estrategia que va a ser una constante a lo largo de los próximos días. Sin incurrir en excesos, comentan algunas voces serenas de la formación conservadora, que pretenden mantener un fino equilibrio entre poner a Ciudadanos en su sitio sin apostar por los venablos estridentes, por las estridentes invectivas.

El espejismo del CIS

El último barómetro del CIS refleja un aumento creciente del partido naranja frente a una leve caída del PP, que sin embargo se mantiene al frente de las expectativas de voto. Un resultado natural, apuntan los estrategas de Génova, desde una posición de notable desconcierto, ya que el sondeo se efectuó hace semanas, en pleno estallido de los ‘papeles de Panamá’ y después del intento fallido de la investidura de Pedro Sánchez. Esta tendencia favorable a Rivera irá declinando, el CIS es un espejismo, piensan las mencionadas fuentes. La campaña de diciembre se le hizo muy larga a Ciudadanos, que siempre aparece en los sondeos mucho mejor de lo que se traduce luego en las urnas. Ciudadanos, con todo, se ha convertido, para muchos dirigentes del PP, en una obsesión.

El punto flaco de Rivera emerge por el sur, por Andalucía, donde están ocurriendo muchas cosas que empiezan a tener un reflejo nacional

El punto flaco de Rivera emerge por el sur, por Andalucía, donde están ocurriendo muchas cosas que empiezan a tener un reflejo nacional. El desalojo del PP de la alcaldía de Granada para entregársela al PSOE, en un conciliábulo entre Ciudadanos, podemos e IU ha llamado poderosamente la atención.

No menos estruendoso ha resultado el respaldo ofrecido al consejero de Economía, Antonio Ramírez de Arellano, investigado por prevaricación y falsedad en documento público. Francisco Villegas, número dos de Ciudadanos, evidenció las contradicciones en las que está sumido su partido al anunciar, primero, que el miembro del Gobierno de Susana Díaz debía renunciar para, al día siguiente, justificar su continuidad en aras de que se trata de ‘un error administrativo’ y no de un caso de corrupción. Un zigzag espídico, mal explicado, y de difícil digestión.

La confrontación dialéctica entre las huestes naranjas y populares no han cesado a lo largo de estos largos cuatro meses de intentos negociadores por desatascar la formación de Gobierno. Los ataques han sido intensos y sin cuartel. Rivera incluso declaró que nunca se le ha agredido tanto como en el Congreso de los Diputados. “Ni siquiera en el Parlamento catalán se ha llegado a tanto”, comentó con énfasis victimista. Rajoy también quiso dejar claro en su momento, al cerrar la ronda de audiencias ante el Rey, que algo quedó claro de estas rondas negociadoras: Ciudadanos quiso hacer presidente a Sánchez. Aviso a los navegantes del PP que en su momento escucharon los cantos de sirena de Rivera.

El equipo electoral de Moncloa, que vuelve a dirigir Jorge Morgas, pretende que en esta nueva etapa que ahora arranca se matice el tono, se ponga sordina a la refriega. Los estrategas de Moncloa piensan, al igual que Rajoy, que no hace falta recurrir a los ataques directos  contra Ciudadanos, tan sólo hay que poner el foco en cada uno de los errores que están cometiendo. “Andalucía es su talón de Aquiles, han permitido la continuidad de un Gobierno con casi 200 imputados y dos mil millones defraudados”, esgrimen como argumento. El goteo de las “pifias” andaluzas va a continuar. Y la camiseta naranja mostrará cada día nuevos lamparones. 

Necesidad de un acuerdo

El PP necesitará a Ciudadanos para gobernar, si se atienden los estudios que ahora arrojan los institutos de opinión. Si Rajoy no logra superar los 130 escaños, debería confiar en que la suma con los de Rivera le permita alcanzar la investidura e incluso una fórmula de Gobierno. “No hay que cargar las tintas porque el día 27 de junio tendremos que hablar”, insisten las voces más sensatas del equipo de Moncloa. Pablo Casado se ha quedado sólo en el PP a la hora de tender puentes, de mantener una línea de diálogo abierto con Rivera. Se llevan bien, son de la misma generación, han compartido muchas tertulias y ambos tienen claro que, sin Rajoy, todo resultaría más fácil. Junto a esta actitud, las diatribas que lanzan insistentemente otros dirigentes populares como Javier Maroto o Rafael Hernando resultan muy llamativas. "Es legítima defensa", explican en el entorno del portavoz parlamentario.

Casado es uno de los jóvenes dirigentes que aparecen en las quinielas de un futuro y renovado PP. Trabaja muy bien con Moragas y ofrece una imagen bien valorada entre los jóvenes de su formación. Uno de sus objetivos es intentar que el voto joven que se fugó a Ciudadanos regrese al PP. Casi un imposible. Rajoy no lo considera una prioridad. Su campaña se centrará de nuevo en la economía y en mantener bien atado el respaldo de pensionistas y mayores de 55 años. Su encuentro de este viernes en Orense con las Nuevas Generaciones del partido es un guiño a ese sector del votante al que apenas dedica una caricia, un mensaje, una atención. También se trata de un respaldo explícito a Núñez Feijóo en su ardua pelea por mantenerse en la presidencia de la Xunta en las elecciones del próximo otoño. Sólo faltó un detalle: que el presidente del partido se hubiera quedado en Galicia para asistir al congreso regional del partido, misión que quedó encomendada a los vicesecretarios Fernando Maíllo y Andrea Levy

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