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España

Rajoy al límite: la regeneración tendrá que esperar

“Además del saqueo de fondos públicos y privados, aquéllos fueron años de amenazas, extorsiones y chantajes”. La frase pertenece a las Memorias (Ed. Planeta, página 115) de José María Aznar. “Quien más, quien menos, se jactaba de manejar informaciones comprometedoras para tal o cual persona o institución. Los constantes rumores, las intimidaciones más o menos veladas, los anuncios de que alguien iba a tirar de la manta convertían la vida pública en un terreno tóxico, realmente irrespirable, en un patio de monipodio, con golfos trajeados y pillos de aspecto impecable. El Gobierno socialista proyectaba una imagen de creciente descomposición. Su reacción fue intentar transformar sus problemas en un problema estructural del país; intentar diluir su responsabilidad particular en una suerte de disfunción generalizada (…) Esta descomposición dio pie a uno de los debates más ásperos de la legislatura y probablemente de mi trayectoria política: el debate sobre el estado de la nación celebrado el 19 y 20 de abril de 1994. Fue entonces cuando desde la tribuna pronuncié una frase que ha quedado como eslogan de aquel fin de ciclo socialista: ¡Váyase, señor González!”.

“Hay quienes han interpretado esa frase como una exigencia de elecciones anticipadas. No lo era. El ¡Váyase! pretendía reflejar la gravedad de una situación en la que no bastaba con decir “dimita” o “renuncie”. Era el colofón argumental a los motivos por los que yo consideraba que González debía presentar su renuncia y proponer a otro miembro de su partido que le sustituyera. Yo no negaba la legitimidad al PSOE para gobernar. De hecho, hacía menos de un año que los socialistas habían ganado las elecciones. Lo que negaba era que González tuviera la autoridad política y moral necesaria para seguir siendo presidente del Gobierno después de lo que estábamos viendo y viviendo. En pocos meses, había dilapidado la confianza recibida en las urnas, la credibilidad para gobernar y la legitimidad moral para pedir nada al país”.

“Textualmente, lo que dije fue: 'En las actuales circunstancias, no le queda más que una salida honorable: presentar su renuncia al Rey y aconsejarle respecto a qué miembro de su partido reúne las mejores condiciones para sustituirle. Váyase, señor González. No le queda ninguna otra salida honorable. Porque usted es el principal y primer responsable de la situación económica. Porque usted es el principal y primer responsable de los casos de corrupción y el clima general de corrupción en España. Porque usted es el principal responsable de la degradación de la vida pública española. Porque usted es el principal y primer responsable de un Gobierno incapaz'. González me contestó: 'No voy a dimitir, señor Aznar'. Y aseguró que asumiría su responsabilidad”.

El “váyase, señor González” ha sido sustituido por el “dimita, señor Rajoy”

Mutatis mutandis, la situación que vivía España aquel año de 1994 y en aquel debate se parece como dos gotas de agua a la que hoy, 19 años y tres meses después, vive el país a la sombra de la bronca sesión parlamentaria celebrada el jueves 1 de agosto. Han cambiado los protagonistas: ahora el cuestionado es Mariano Rajoy, presidente de un Gobierno del Partido Popular, mientras el jefe de la oposición es un tal Pérez Rubalcaba, ya por aquel entonces figura prominente (ministro de la Presidencia) del último Gobierno González. El “váyase, señor González” ha sido sustituido por el “dimita, señor Rajoy”. La misma retórica; los mismos escándalos; la misma insoportable corrupción; el mismo encanallamiento de la vida pública. Idéntico hedor a sistema en descomposición. Diecinueve años y tres meses como testigo de cargo de la incapacidad de nuestras elites para convertir el Régimen salido de la Transición en una democracia sigan de tal nombre. Precioso tiempo perdido, pena de país que se niega a desprenderse de sus viejos atavismos, a enterrar de una vez sus demonios familiares históricos.

Políticos metamorfoseados con el Régimen

La crisis económica del 92/93, aquellos 18 meses en los que un millón largo de españoles perdió su empleo, crisis que también era política en tanto en cuanto la semilla de la corrupción estaba dando sus primeros perversos frutos, debió de servir de advertencia sobre la necesidad de proceder, sin la amenaza de golpe militar que tanto condicionó en 1978 la redacción de la Carta Magna, a un alicatado hasta el techo de nuestra Constitución, para adecuarla a las demandas de tantos sectores que ya reclamaban una democracia de mayor calidad. Lo pudo hacer Aznar al frente de una derecha democrática condenada a abanderar las reformas si quiere mantenerse en el poder. Lo pudo hacer con la mayoría absoluta de la que dispuso en su segunda legislatura. Dilapidó lastimosamente ese caudal, porque creyó que el crecimiento, el dinerito en la calle, iba a tapar las miserias de esta democracia sin demócratas construida a la muerte de Franco. González, Aznar, Rajoy, Rubalcaba, por no hablar de los Rato, Cascos, Arenas y demás familia, son políticos adosados, metamorfoseados con el Régimen en el que prosperaron, condenados a morir con él, a desaparecer con él, si los españoles quieren dar vida a algo mejor. Cuando las aguas de los 12 años de burbuja inmobiliaria iniciaron su bajamar, sobre el cauce de la ría aparecieron los cadáveres que la crecida del dinero fácil había arrastrado de entre el desolado vecindario. Paisaje decrépito y sin futuro, sin alma, sin ilusión.

Estos partidos no van a propiciar la regeneración que el país necesita

De eso va el debate al que asistimos este 1 de agosto; en ese marco hay que encuadrarlo: en la imposibilidad del Régimen para regenerarse a sí mismo. Ese es el desafío. La antigua Filesa del PSOE ha devenido en el 'caso Bárcenas' del PP. O en el 'caso Gürtel'. O en ambos dos. Canto del cisne de un Régimen fundido por la mayor crisis económica y político/institucional de nuestra historia reciente. De la crisis económica se puede salir, porque una sociedad desarrollada es capaz de plegarse sobre sí misma y sufrir y ajustar y cambiar a mejor al margen del Gobierno de turno. La salida de la crisis política, que se halla aguas arriba de la económica, se antoja mucho más difícil, por no decir imposible, con el actual panorama de partidos, porque estos partidos no van a propiciar la regeneración que el país necesita.

En lo más álgido del escándalo Bárcenas, cuando la publicación de los famosos sms puso de manifiesto que el presidente se había mensajeado con su presunto delincuente incluso después de descubierta la cuenta en Suiza, cuando desde Bruselas llamaron alarmados preguntando si el Gobierno de España estaba a punto de caer, en aquel momento, el más dramático, la iniciativa clave de Rajoy consistió en reunir en los jardines de Moncloa a lo más granado del empresariado del Ibex para hacer piña y dar sensación de unidad, de bloque, de permanencia. Ninguno de los ilustres empresarios allí presentes le reprende; ninguno le dice que esas prácticas –pedir pasta a las empresas a cambio de contratos o favores legislativos, pasta con la que financiamos el partido, pagamos sobresueldos y hacemos rico al tesorero- no son de recibo, no son admisibles en una economía moderna y competitiva, y menos en una democracia digna de tal nombre.

Mariano tiene el camino despejado hacia el otoño de 2015

¿Qué va a pasar a partir de ahora? Seguramente nada. Mariano Rajoy se ha ido a Galicia más contento que unas pascuas, después de haber salvado con solvencia un match ball que le tenía contra las cuerdas. Con un discurso efectista y bien construido, un texto recitado desde la azotea del PP, porque al despacho de los horrores donde se cuentan los dineros no podía entrar, derrotó a un candidato socialista que lleva demasiado plomo, demasiados años, demasiado barro, en las alas, obligado por mor de las circunstancias a actuar de parapeto al frente de un PSOE cuya ala izquierda reclama la ruptura del statu quo. Rubalcaba se comporta muy razonablemente como lo que es: un hombre del establecimiento, encargado ahora de vigilar, hasta nueva orden, el encuadre del PSOE en las filas del Régimen.

El presidente ha superado la que seguramente sea la mayor crisis política de la legislatura, regalando al PP el balón de oxígeno que necesitaba. A partir de septiembre le tocará rodar por la cuesta debajo de dos trimestres con crecimiento del PIB positivo, con señales alentadoras sobre la paro y con un 2014 en el que la economía –atrapada en la red de una atroz política fiscal que comprime su potencial de crecimiento- irá mejor lo de que el propio Gobierno pronostica. El camino hacia el otoño de 2015 parece despejado. Rajoy, sempiternamente perseguido por esa imagen de tipo delicuescente y lánguido, ha vuelto a demostrar que solo reacciona con vigor cuando se halla al pie del abismo, a lomos de ese instinto de supervivencia que le permitió ganar las gallegas o el congreso de Valencia. Parodiando los escritos de Aznar sobre González, está por ver, sin embargo, si va a disponer de la autoridad política necesaria para seguir siendo presidente del Gobierno, si va a contar con “la legitimidad moral para pedir nada al país”. El escándalo Bárcenas se ha cerrado en falso. Y sangrando sigue España por las costuras de un Estado de Corrupción al que nadie quiere poner coto. La regeneración democrática tendrá que esperar. Feliz verano a todos.

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