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España

La increíble metamorfosis del juez Ruz: de mirlo blanco de la Audiencia a 'bestia negra' del PP

"Quería la cabeza de un ministro y ya la tiene". El juez Pablo Ruz ha pasado de ser un buen chico, un 'mirlo blanco', la perita en dulce de la judicatura, a tornarse en una verdadera pesadilla para el Partido Popular. La caída de la ministra de Sanidad, primer miembro del Gobierno de Rajoy que sucumbe por un asunto de corrupción, ha rebasado toda la paciencia y ha laminado todos los disimulos. "Hay hostilidad hacia el partido, eso se nota", comenta en privado un miembro de la Ejecutiva. Es una opinión muy extendida en sus filas. 

Su salida de la Audiencia está a punto de concretarse. Pero antes de volver a su juzgado en Móstoles, Pablo Ruz quiere resolver la pieza del asunto Bárcenas, los dineros negros del Partido Popular, otro auto que se espera con inquietud en los altos despachos de Génova. Seis años de instrucción tocan a su fin. Será el último arreón del juez contra los intereses de la formación en el Gobierno, según manifiesta la mencionada fuente.

Fuentes del Ejecutivo insisten en que Ruz debe irse de la Audiencia Nacional

Ruz debe irse. Tiene que abandonar la Audiencia Nacional, insisten. El próximo 24 de diciembre, en plena Nochebuena, concluye su periodo semestral al frente del juzgado central de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, al que llegó en junio de 2010 en sustitución de Baltasar Garzón, que había sido suspendido de sus funciones. Su aterrizaje en el corazón judicial del 'caso Gürtel' se recibió como una bendición en las filas del Partido Popular. Garzón era la bicha y el horror, y, de pronto, se ponía al frente de la causa un joven magistrado de 35 años, nacido en Liébana (Santander), licenciado por la Universidad Pontificia, hijo de abogado, nieto de un vocal del Tribunal de Cuentas, bisnieto de juez y sobrino de notario. Un admirador de los Beatles, guitarrista en sus horas libres, con tres hijos y una formación jurídica de primer orden. Minucioso hasta los límites de lo razonable, estudioso (aprobó las oposiciones en dos años), entregado a su trabajo, siempre ha sido muy bien valorado por sus colegas y compañeros.

La pugna con el colega Bermúdez

Ruz no sólo sucedió a Garzón en el endiablado sumario de la Gürtel sino que, en abril del 2013, se quedó con la investigación de los papeles de Bárcenas en ardorosa pugna con su colega Gómez Bermúdez, el presidente del tribunal del 11M, quien por entonces no mantenía unas relaciones demasiado amigables con el PP. La formación de Mariano Rajoy respiró relativamente tranquila con el resultado de la pugna. Había ganado el bueno, se decía.

"Qué error. Cómo nos equivocamos", confiesan ahora al recordar aquel episodio. Pensaban que Ruz era una especie de Ransom Stoddard, el abogado justiciero que encarnaba James Stewart en 'El hombre que mató a Liberty Valance'. Pero ha resultado ser más bien Roy Bean, el juez de la horca, implacable perseguidor de los implicados en la Gürtel y pesadilla permanente para los inquilinos de Moncloa.

En el PP echan de menos a Bermúdez. En especial tras el episodio de Ana Mato

Y aunque no lo reconozcan, echan ahora de menos a Bermúdez. En especial tras el episodio de Ana Mato. Ruz soltó el demoledor auto que laminaba políticamente a la ministra la víspera en la que Rajoy se preparaba para acudir al Congreso a presentar su paquete de medidas contra la corrupción. Un bombazo en la línea argumental del Gobierno. ¿Casualidad? Pocos lo creen. Ruz suele emitir sus autos en viernes, como es bien sabido en la Audiencia. Pero esta semana lo hizo un miércoles. "De haber esperado 48 horas a cerrar la primera fase de la Gürtel, no cabe duda de que Mato seguiría siendo ministra", comentan. Y la fórmula elegida para señalarla, "partícipe a título lucrativo', una figura rara, poco frecuente, extremadamente singular y algo forzada, según las mismas fuentes, alimenta esa teoría de que "quería una cabeza de ministro". El PP focaliza en Ruz algunos de sus muy serios problemas con la Justicia. El partido está inquieto, temeroso de la próxima cita con las urnas y sabe que el libreto de la economía ya no da votos. Pero la corrupción y los jueces, restan. He ahí el problema.

El relevo en la puerta

Pablo Ruz ya es un juez bajo sospecha para los cuadros directivos de la formación conservadora, donde no se ve la hora en que abandone la Audiencia y regrese a Móstoles, donde tiene su plaza ganada desde hace dos años. Es posible que la comisión permanente del Consejo General del Poder Judicial decida esta semana sobre su futuro. El CGPJ debería sacar a concurso ya 300 plazas judiciales que están a la espera. Si lo hace, Ruz, cuyo plazo de sustituto en la Audiencia cumple a finales de año, no tendría posibilidad alguna de mantenerse en el juzgado número 5 ya que la designación es por estricto orden de antigüedad. Ahí Ruz tiene las de perder. Se estudia, eso sí, la posibilidad de que aunque la plaza salga a concurso, Ruz se mantenga como refuerzo del nuevo titular, dada la importancia de los casos que ahora inundan el codiciado juzgado. El caso del primogénito de los Pujol, por ejemplo, entre ellos.

El episodio andorrano protagonizado hace unos días por Mercè Pigem, vocal de la Comisión Permanente del Consejo, ha provocado su salida. Carlos Lesmes, presidente del gobierno de los jueces, le solicitó su renuncia. Pigem fue descubierta en la frontera de Andorra cuanto introducía en España 9.500 euros en compañía de su hermana, que llevaba 10.500. Todo en metálico. En pleno ataque de transparencia y guerra contra la corrupción, no puede una vocal del CGPJ ser interceptada y sorprendida pasando fajos de billetes de un país a otro, aunque la cantidad no incurría en la ilegalidad. Pigem llegó a la dirección del Consejo en noviembre pasado a propuesta de CiU. Su primera reacción fue vincular su patinazo transfronterizo con el proceso soberanista que impulsa el partido que le apadrina. Un disparate más del nacionalismo catalán, cuya tendencia irrefrenable a manejar dineros hacia Andorra, o viceversa, resulta ya patológico.

Ruz está a la espera de lo que decida Carlos Lesmes, presidente del CGPJ, sobre quien ahora caen presiones de todo tipo. Y el Gobierno también. Su extrema meticulosidad, su afán perfeccionista, la dificultad de la investigación y las interferencias de las defensas han hecho que la Gürtel se prorrogue ya más de cinco años sin que haya pasado aún de la fase de instrucción. Esta semana se cerró una pieza. La más importante. Más de 40 imputados con vínculos directos con el PP. Y una ministra, a casa. No es raro que en el partido de Rajoy a Ruz, a quien se adoraba, tengan tantas ganas de devolverlo a su plaza. Parece que su viaje de vuelta a Móstoles está ya en huertas.

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