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España

Zapatero opina que España será intervenida en junio y lo achaca a la mala gestión de la crisis por parte del Gobierno de Rajoy

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el expresidente, J.L.R. Zapatero, en la toma de posesión del presidente del Consejo de Estado

La historia reciente dice que fue el último en ver la crisis y que solo cuando la tuvo ante sus narices, bien entrado el año 2008, intentó reaccionar. En su currículo figura también que solo amagó con aplicar una cura de caballo a la economía española cuando en mayo de 2010 su ex vicepresidenta económica Elena Salgado, entre lágrimas, le comunicó por teléfono desde Bruselas que la fiesta había terminado. Dos días más tarde, anunció a los españoles la rebaja del sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones y la desaparición del famoso cheque bebé.

Han pasado dos años desde entonces y ahora Zapatero acude de lunes a viernes al Consejo de Estado y reserva los fines de semana para la pesca de la trucha hasta que en agosto se cierre la veda. En su trabajo comparte confidencias con la ex vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, refugiada en el mismo organismo, y de vez en cuando intercambia llamadas telefónicas con algunos empresarios del Ibex. Pues bien, desde este oasis institucional el ex presidente comenta estos días que lo peor para España llegará en junio, mes en el que el propio Gobierno se verá obligado a solicitar formalmente el rescate. Zapatero asegura también que este mal augurio no es solo de su cosecha, pues es compartido por importantes personalidades del país bien conectadas con el poder financiero. La razón principal que el ex presidente esgrime para argumentar este triste vaticinio es tan simple como esta: “El Gobierno lo está haciendo rematadamente mal…”.

"El Gobierno lo está haciendo rematadamente mal", opina el ex presidente del Gobierno para justificar su vaticinio

En su partido le han comprado, en parte, este mal presagio. Tanto es así, que desde la dirección de Ferraz y desde el Grupo Parlamentario han empezado a jalear el ofrecimiento de un gran pacto de Estado limitado, de momento, a lo que se receta como “el mantenimiento del Estado de bienestar”. Este jueves, se vota en el Congreso el recorte de 10.000 millones de euros en sanidad y educación endosado a las comunidades autónomas, mientras que el Gobierno sigue en conversaciones con el PSOE para que apoye el decreto sobre la banca aprobado el viernes. Los socialistas creen que carecen de margen para respaldar estos ajustes, pero intentarán no quedar del todo al margen de las medidas que ha cocinado el ministro Luis de Guindos para auxiliar, es un decir, al sistema financiero. A día de hoy, su abstención es el escenario más probable, después de que el PP haya decidido no forzar su tramitación parlamentaria y haya ganado tiempo hasta la semana que viene para llevar al pleno la convalidación del decreto.

En el PSOE se cree que Rubalcaba intenta limpiar sus responsabilidades con el ofrecimiento de un gran pacto de Estado

Las consideraciones de Zapatero respecto al futuro de España corren estos días por las filas del PSOE como si fueran una especie de resina pegajosa. Por una parte, el rescate del país supondría, además de una desgracia sin paliativos para el conjunto de los ciudadanos, un golpe durísimo para el prestigio del Gobierno que preside Mariano Rajoy. Pero es obvio  que también tendría efectos secundarios inmediatos para un liderazgo tan provisional como el que en estos momentos encarna Alfredo Pérez Rubalcaba en su partido. Así se explica, según fuentes socialistas, la insistencia con la que desde sus propias filas se va a ofrecer al Gobierno un gran pacto de Estado, pues es el único camino desde el que el actual líder del PSOE podría limpiar mínimamente sus responsabilidades como ex número dos del Gobierno de Zapatero e intentar así conciliarse con el electorado.

Los sindicatos, se recuerda en Ferraz, también se han apuntado al peor de los escenarios, aunque con una diferencia sensible de fechas. El secretario general de UGT, Cándido Méndez, opinaba hasta hace poco que lo peor para España no llegaría en junio, como vaticina Zapatero, sino en el otoño.

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