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España

Fin del juicio del procés: qué pasó en Cataluña

El abogado Javier Melero pidió un futuro en el que los españoles solo discutan por Faulkner. Extenuados todos tras cuatro meses de intenso juicio, el letrado apeló al humor y los lazos afectivos a través de la figura de José Sazatornil, un actor catalán que interpretaba a un guardia civil en la tan castellana Amanece que no es poco. “¿Es que no sabe que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por ‘Fulkner’ (sic)?”. El autor estadounidense escribió en seis semanas Mientras agonizo (1930), el lúgubre relato de una familia que arrastraba un ataúd por Yoknapatawpha County, un condado tan imaginario como los Països Catalans. Y con el paso del tiempo, claro, el ataúd de la empecinada familia Bundren pasó a emitir un hedor insoportable.

Uno de los méritos de Faulkner era su capacidad por explotar la descripción de la nada, eso mismo que pronosticó Chaves Nogales en Cataluña. En febrero de 1936, el periodista sevillano dejó escrito en el diario Ahora que “en Cataluña no pasará nada. Es decir, no pasará nada de lo que español no catalán recela”. Si bien es cierto que la bandera no se arrió, algo sí ha pasado por lo que se puede decir ya que a veces Chaves también falla. Esto no dejará de ser un consuelo para muchos teniendo en cuenta que el artículo en el que plasmó esta reflexión lo tituló De presidiario a gobernante.    

En esas mismas fechas también dejó escrito que, “para anticipar algo de lo que pueda pasar en Cataluña, habrá que buscar, no a las masas que gritan entusiasmadas en un momento dado y vuelven luego a sus tareas de siempre, sino a los hombres representativos del pensamiento de Cataluña porque estos arrastran tras ellos a la multitud”. En su turno de última palabra, Jordi Turull dijo que era al revés y que ellos eran el mero instrumento del clamor de la gente. Ahí está para desmentirle la otrora conflictiva Euskadi apaciguada ahora por el nacionalismo tranquilo y rentable de Urkullu.

El mundo al revés

El lehendakari fue el notario perfecto lo que pasó en Cataluña con Santi Vila de telonero. Pocas dudas quedan de que aquello se les fue de las manos. Esto no es un eximente, pero sí deja la duda de si la respuesta judicial hubiese sido la misma en caso de que Puigdemont hubiese convocado elecciones como pactó con Moncloa. A esa intermediación apeló el abogado de Junqueras obviando que su cliente fue precisamente uno de los que empujó al abismo de la DUI con la ayuda de Rufián y aquel tuit de las 155 monedas de plata. Mientras los letrados del partido con sede en Waterloo optaban por rebajar la magnitud de aquella revolución de las sonrisas: “al día siguiente fuimos a trabajar tranquilamente”. Y eso que el 28 de octubre de 2017 era sábado.  

Los acusados niegan la rebelión porque el Gobierno no desplegó el Ejército ni declaró el Estado de sitio, el fantasma que ellos tanto agitaron. Marta Rovira, ya con el 155 aplicado, dijo que fuentes de toda solvencia del Gobierno central habían amenazado a Puigdemont con un escenario de violencia con muertos en la calle. Llegó a decir tener información de que estaban entrando armas en el cuartel de Sant Climent Sescebes. Sin llegar a esos extremos, hubiese bastado con escuchar las advertencias de los Mossos, le pieza suelta de este juicio.

El abogado Melero dijo hablar como defensor de la Policía y la Guardia Civil y cargó las tintas contra sus superiores a los que acusó de mandar a los agentes al matadero. Dijo que en Interior eran conscientes de que no podían parar el referéndum, pero el plan era que lo pareciese, lo cual no significa tampoco cumplir la orden judicial. Enmarcó el caos posterior en un conflicto de egos tan propio de las películas americanas cuando llegan los federales a la escena del crimen. Trapero no se fiaba de Pérez de los Cobos y viceversa mucho antes de la recta final del procés, que no arranca en el referéndum, sino en 2012.

La sentencia del Estatut

Los del incumplimiento sistemático de sentencias, los de la independencia unilateral alegan ahora que su oferta siempre fue el diálogo. Los de los “presos políticos”, el “presidente en el exilio” o la “policía española” acusan ahora al Estado de haber impuesto el lenguaje en el relato con términos como “asedio” o “rebelión”. La última de las 18 semanas del juicio en el Tribunal Supremo regresó a la tesis de la sentencia sobre el Estatut como pecado original del colonialismo en Cataluña y la mecha que prendió la revolución de las sonrisas. Pero obviaron de nuevo que aquella norma que ellos mismos derogaron por las bravas apenas fue a votarla un 36 por ciento del censo

Hasta Josep Rull recordó que la Constitución, en cambio, tuvo en Cataluña uno de los mayores apoyos de toda España, pero rápidamente alegó que eso fue porque se entendió como un punto de partida, nunca de llegada. Todo un mensaje para quien piense en que a estas alturas el souffle se rebajará con alguna oferta confederal que no sea seguir avanzando hasta la ruptura final. Desde su minoría no solo anuncian que habrá otro problema similar si les condenan, sino que avisan de que lo volverán a hacer si les absuelven.

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