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Contra Madrid 2020: la falacia de que organizar los JJOO ayudaría a España a superar la crisis (II)

¿Son los Juegos Olímpicos un factor de regeneración económica? Asumiendo que a través de este argumento parece filtrarse la teoría económica que predica la necesidad de aumentar el gasto público en tiempos de crisis para reactivar la economía, nos encontramos, sin embargo, con una aparente contradicción: si las infraestructuras están terminadas en un 80%, como asegura la propia candidatura madrileña, ¿de qué manera podrían los Juegos ayudar a España a superar su crisis? Lo más sencillo sería que la candidatura hiciera públicos los estudios económicos que obren en su poder y avalen sus tesis, para someterlos a la crítica de los expertos. Esperemos expectantes, aunque sentados, y entretanto avancemos algunas consideraciones.

En primer lugar, ese 80% de instalaciones terminadas precisa de algún tipo de explicación. A la espera de que el Ayuntamiento que preside la señora Botella aclare la cuestión, lo más seguro es que se requieran inversiones en infraestructuras olímpicas en el entorno de los 2.000/2.500 millones (sin contar las inevitables desviaciones). Evidentemente, estas inversiones crearán puestos de trabajo en el sector de la construcción y afines durante unos años; mejorarán las cuentas de resultados de las empresas que ganen los contratos, y afectarán positivamente, al menos a primera vista, al crecimiento económico madrileño. Sin embargo, al tratarse de inversiones no productivas, es muy dudoso que el gasto en infraestructuras deportivas no necesarias, en viviendas de protección oficial (Villa Olímpica) o en más oficinas (Centro de Comunicación), pueda ayudar a España, siquiera un poco, a salir de la crisis en un mercado inmobiliario saturado y a la baja como es el nuestro. Las construcciones planeadas incrementarán nuestra deuda pública sin ofrecer retorno económico alguno, más bien lo contrario, ya que muchas de estas instalaciones supondrán una losa económica importante para las administraciones públicas encargadas de mantenerlas y darles uso.

La inversión que nos ayudaría a salir de la crisis ya está hecha, y la que queda por hacer engordaría la deuda. 

En realidad, el ahorro de la candidatura madrileña en este capítulo no lo es tanto en infraestructuras deportivas o estrictamente olímpicas como en todas las demás. Madrid es posiblemente una de las ciudades del mundo mejor dotadas en infraestructuras de todo tipo. Dispone ya de un aeropuerto de la máxima categoría; de numerosas autopistas, tanto de circunvalación como radiales; de una de las mejores redes de transporte público integrado del mundo, en la que destaca su magnífico Metro; de conexiones ferroviarias de alta velocidad, y de infraestructuras hospitalarias y hoteleras de primer nivel.  Contrariamente a otras organizadoras, como Atenas en su momento o Río de Janeiro ahora, no es necesario realizar este tipo de inversiones porque ya están hechas.  Madrid ha realizado incluso obras de regeneración urbanística típicamente olímpicas y no estrictamente necesarias, caso del Proyecto Madrid Río, antes de obtener los Juegos. Que todo este trabajo ya esté realizado no significa, sin embargo, que se trate de “ahorros” a futuro, ya que muchas de estas infraestructuras y obras están aún por pagar y computan en la deuda de nuestras administraciones. En suma, la inversión que podría ayudar a España a salir de la crisis ya está hecha (a veces, para desgracia nuestra), y la que queda por hacer (del tipo “Plan E”), sólo conseguirá aumentar nuestra deuda, pero no nos ayudará a salir del atolladero.  

Un aumento de turistas extranjeros durante los Juegos tampoco nos sacará del embrollo. Hay que recordar que España ya es una potencia turística que recibe a más de 50 millones de visitantes al año, de los cuales varios millones pasan por Madrid. Sin duda, hoteles, restaurantes y el sector servicios en general de la capital se beneficiaría de los Juegos. Pero el aumento de actividad que pueda suponer un evento de tres semanas en las cifras antes mencionadas no cambiaría el destino económico del país. Incluso es posible que lo que se gane por un lado, acabe perdiéndose por otro, como le está ocurriendo a Londres. Fuera del sector de la construcción, los empleos que se creen estarán mayoritariamente concentrados cerca de las fechas de celebración del evento olímpico y, en su mayoría, desaparecerán tras él. En cuanto a la marca Madrid, ya está suficientemente representada por otras iniciativas e instituciones (caso del Real Madrid) sin necesidad de Juegos y a un precio mucho más económico. Por poner un ejemplo, el retorno por euro invertido de un evento como las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en la capital en el verano de 2011 es mucho mayor que el que puede obtenerse en unos Juegos. Antes que embarcarse en esta aventura, saldría más barato invitar a un millón de extranjeros a venir a Madrid regalándoles 1.000 euros a cada uno.

Londres espera un déficit de al menos 4.000 millones

A estas alturas ya sabemos que los Juegos de Atenas de 2004 no sirvieron a Grecia para eludir ninguna crisis, ni mejoraron su competitividad. Podemos sospechar, en cambio, que una parte importante de su enorme deuda pública tuvo su origen en la organización del evento olímpico. Londres, por su parte, espera un déficit de al menos 4.000 millones, y a otras sedes anteriores tampoco les fue mucho mejor. Madrid dice querer organizar unos Juegos económicos pero, no nos engañemos, al COI no le gustan los Juegos austeros. No está en su naturaleza. La última candidatura que trató de ajustarse a su presupuesto y realizar una gestión profesional de ingresos y gastos fue Atlanta 96, motivo por el cual fue muy criticada y tachada de “cutre”. Francamente, no vemos a nuestros políticos, sean nacionales o autonómicos, luchando a brazo partido por el presupuesto como lo hicieron sus colegas norteamericanos de Atlanta en 1996.

Saldría más barato invitar a un millón de extranjeros a venir a Madrid regalándoles 1.000 euros a cada uno.

Además de las inversiones en infraestructuras que la Administración española tendrá que sufragar con cargo a la deuda pública, más deuda, el presupuesto del Comité Organizador (llamado “COJO”) no será inferior, tirando muy por lo bajo, a  otros 2.000 millones. Los presupuestos, ya se sabe, pueden fallar por dos sitios: por las partidas de gasto o las de los ingresos. Los presupuestos públicos suelen hacerlo por ambos lados a un tiempo. La previsión de ingresos, en efecto, suele pecar de optimista en exceso (en este caso, patrocinios, venta de entradas, etc.), mientras que la expectativa de gastos (operaciones, ceremonias de inauguración y clausura, publicidad, etc.) lo hace de conservadora y poco previsora. El resultado, por tanto, suele ser un déficit más o menos grande del que se hace responsable solidario el Estado, según las condiciones impuestas por el COI. A todos estos gastos habrá que sumar costes adicionales como la seguridad, un nuevo Plan ADO durante muchos años y la celebración de eventos internacionales como prueba de cara a 2020, entre otros.

En un momento en que la calificación de la deuda pública española roza la del bono basura y la deuda del sector público se acerca al 100% de nuestro PIB, puede resultar un ejercicio sumamente excitante el ver de qué manera logrará España obtener los recursos necesarios para financiar pabellones y canales de remo, y cubrir el déficit del presupuesto del COJO. Aunque se trate “sólo” de unas décimas de nuestro PIB, la tarea se antoja bastante complicada. En realidad, sólo si conseguimos salir de la crisis lograremos los recursos para pagar los Juegos, y no a la inversa. Y si lo consiguiéramos en pocos años, lo que es mucho suponer dada la situación actual, ¿a qué renunciaremos a cambio de tener más estadios y una fiesta de tres semanas en Madrid? ¿Aceptará el resto del país, exigido por toda clase de recortes, un nuevo “Plan E” exclusivamente para Madrid, es decir, un “Plan M”?

Madrid necesitará ayuda del Estado para hacer frente a su deuda

En el fondo de todos estos argumentos subyace el hecho de que Madrid, junto a Cataluña, es la única Comunidad que, de manera significativa, es contribuyente neta al presupuesto nacional.  Quizás se piense que un gasto de unos cuantos miles de millones invertidos en la capital estarían justificados por la contribución que Madrid hace al resto de España cada año. Sin embargo, como se ha indicado más arriba, Madrid ha obtenido ya todas las obras básicas de infraestructuras que necesitaba, no siendo incluso descartable que en un futuro cercano el Estado tenga que venir en ayuda de la ciudad para hacer frente a su ingente deuda de 8.000 millones (el doble que el resto de las ciudades españolas juntas).

En realidad, sólo si logramos salir de la crisis conseguiremos los recursos para pagar los Juegos, y no a la inversa.

En estas circunstancias, no parece razonable seguir aumentando la deuda municipal. Asusta pensar que Madrid pueda estar inmersa en una especie de huida hacia adelante del tipo “no importa lo que haga: soy tan importante que ya acudirán a rescatarme cuando sea menester”. En términos de ejemplaridad, será complicado exigir a otras Comunidades Autónomas que afronten los sacrificios exigidos si Madrid se empecinara en dilapidar varios miles de millones en una actividad superflua y en el peor momento posible. Por poner sólo un ejemplo deportivo, ¿por qué habría de renunciar Valencia a organizar cada año su Gran Premio de Fórmula 1 y alternarse con Montmeló? Seguro que el Gran Premio de Valencia también atrae turistas y contribuye a reforzar la marca Valencia.

Los Juegos se han transformado en un evento tan caro, con tantos participantes y tantos deportes, que hoy sólo están al alcance de unos pocos países con capacidad y medios económicos bastantes para organizarlos. Con las naciones occidentales, principalmente los Estados Unidos y la Unión Europea, perdiendo importancia económica relativa, otras naciones, entre las que destacan los llamados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), están tomando el relevo. Y éstos son los que pujan ahora con más fuerza por esta clase de eventos deportivos. Como sabemos, con sus Juegos de 2008 China se presentó al mundo como la próxima potencia hegemónica del planeta. Brasil, además del Mundial de fútbol de 2014, organizará también los Juegos en 2016 como potencia latinoamericana y actor internacional con ambiciones globales. Rusia, que nunca ha dejado de ser una potencia política, acogerá en 2018 los Juegos de invierno y el Mundial de fútbol, a lomos de unos precios de sus materias primas energéticas que no dejan de crecer.

Por los Juegos compiten países de gran potencial económico

Sudáfrica, líder africano y una de las pocas democracias estables en el continente, organizó el Mundial de fútbol de 2010. India acaba de albergar, aunque sin mucho éxito organizativo, los Juegos de la Commonwealth en 2010 y los mundiales de Cricket en 2011, y se prepara ya para retos mayores. Catar, que ya ha obtenido los Mundiales de fútbol de 2022, y Azerbaiyán, sentados ambos sobre reservas inmensas de petróleo, son también contendientes de futuro en la carrera olímpica. Son países, todos ellos, que desde hace años crecen a un ritmo que en España no podemos ni imaginar y que desean presentarse ante el mundo como actores con los que hay que contar. Los Juegos (y los Mundiales de fútbol) son para ellos la carta de presentación y el reto organizativo que hay que superar para obtener a escala global esa respetabilidad que solo el gran dinero puede comprar. 

Londres, una megalópolis que vive de su apertura al mundo, se presenta como un caso aparte. El valor añadido per cápita en Londres es el 175% del que disfruta el Reino Unido en su conjunto, lo que se traduce en que la capital británica subvenciona al resto del país con 19.000 millones de euros al año. El déficit estimado de al menos 4.000 millones (que va a asumir en su mayoría la propia ciudad) es algo que la gran urbe se puede permitir. El Reino Unido, cuarta economía mundial, ha registrado, por cierto, un retroceso de su PIB del 0,7% en el segundo trimestre del año en curso. Un optimista, tal vez incluso la señora alcaldesa de Madrid, diría que el “efecto” de los Juegos empezará a notarse más adelante.

No es, concluimos, el supuesto desarrollo económico que traen aparejado los Juegos lo que impulsa a una ciudad y un país a solicitarlos. Además del interés por poner en valor una ciudad, las Olimpiadas se han convertido, junto al otro gran evento de alcance planetario, el Mundial de fútbol, en una gigantesca operación de mercadotecnia para aquellos que pueden costearla, con el objetivo de presentar sus credenciales de forma contundente en la escena global y ante su propia opinión pública. Aunque los Juegos se piden por y para una ciudad, los elementos de todo tipo que implica su organización trascienden con mucho al ámbito municipal. En consecuencia, los Juegos deben ser también un proyecto de Estado.

Juan Antonio Escudero, ex gerente del Instituto Madrileño del Deporte (Comunidad de Madrid).

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