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España

El rechazo empresarial a la apuesta independentista provoca una fractura en el nacionalismo catalán

La larga historia de desencuentros protagonizados por Convergencia y por los democristianos de Unió desde que ambos decidieron  viajar  juntos hace 34 años atraviesa ahora otro bache como consecuencia de la huida hacia adelante emprendida por Artur Mas aprovechando como trampolín el éxito de la reciente Diada.

La convivencia personal entre Mas y el líder de Unió, Josep Antoni Durán i Lleida, nunca ha sido confortable desde que la sucesión de Jordi Pujol favoreció al primero y se estableció una especie de reparto de poderes que situó al segundo al frente del grupo parlamentario en Madrid, escaparate desde el que se ha convertido en interlocutor de buena parte de los sectores empresariales acostumbrados a pescar en el rio revuelto de las enmiendas a las principales leyes económicas. Cada uno desde su sitio y por separado, Mas y Durán han tenido oportunidad en las dos últimas semanas de escuchar las alarmas que Isidro Fainé, desde La Caixa, Josep Oliú, desde el Sabadell,  e importantes empresarios ligados a Gas Natural, a Abertis y a otras compañías con fuerte implantación en Cataluña, les han hecho llegar ante la deriva soberanista en la que se ha embarcado el Gobierno catalán. El desafío ha colocado también entre la espada y la pared al presidente de CEOE, Juan Rosell, respetuoso con la postura de la patronal Fomento del Trabajo, y obligado a responder a la vez a los intereses de las grandes multinacionales con el grueso del negocio en el extranjero, de las medianas empresas que viven de la exportación de sus productos al resto de España y de los pequeños boutiguers, estos últimos bastante más radicalizados e identificados con las bases de Convergencia.

Fainé, Oliú y las cabezas visibles de las principales empresas implantadas en Cataluña le han trasladado a Mas y Durán sus alarmas

Gestionar este cóctel va a resultar muy complicado, admiten fuentes de Unió, sobre todo porque en las filas democristianas se comparte ampliamente la idea de que Artur Mas ha cometido la torpeza de vincular la reivindicación de un concierto económico para Cataluña, el llamado ‘pacto fiscal’, con la exigencia de un Estado propio. Esta actitud del presidente de la Generalidad ha motivado serias fricciones con Durán i Lleida, remiso a concurrir a las elecciones autonómicas del 25 de noviembre con un programa electoral independentista y favorable al derecho a la autodeterminación.

El propio Durán, que recibió una sonora pitada cuando acudió a regañadientes a festejar en la calle la fiesta de la Diada, desinfló ayer, en declaraciones a la SER, las aspiraciones nacionalistas. ¿Se siente cómodo con la deriva soberanista de su partido?, le preguntó la periodista. Y el dirigente de Unió respondió resignado: “Es lo que hay y a mí me ha tocado este momento…Pero no vamos a cometer ningún disparate”.

En la coalición se especula con las posibilidades que hay de que Artur Mas se queme en esta aventura sin aparente retorno y que, al final, el ganador sea, precisamente, Durán i Lleida, quien esperó su oportunidad de liderar a CiU cuando Mas intentó por tercera vez, esa vez con éxito, alcanzar la presidencia de la Generalidad tras las elecciones de 2010. Cuatro años antes, le fue imposible hacerlo porque, a pesar de encabezar la lista más votada, se le cruzó por medio el tripartito presidido por

Durán puede ser el ganador de la partida si al final el presidente de la Generalidad se quema en esta aventura, advierten fuentes de la coalición nacionalista

Jordi Pujol mandaba mucho, afirma un veterano diputado nacionalista, y Mas solo se pondrá a su altura si su cálculo electoral, el que le ha llevado a anticipar los comicios a mitad de legislatura, le acerca a la mayoría absoluta. Lo tiene cuesta arriba porque tendría que arañar los ocho escaños que le faltaron hace dos años y Esquerra Republicana es un serio competidor ya que aspira también a rentabilizar su ADN independentista. Lo lógico, afirman las mismas fuentes, es que aproveche la previsible debacle del socialismo catalán, pillado con el pie cambiado y sin un líder consolidado, pero sin poder llegar a los 68 escaños donde se sitúa el umbral de la mayoría absoluta en el Parlamento autonómico.

La fractura dentro de CiU vivirá también otro capítulo cuando comience la negociación de las listas electorales, motivo tradicional de disputa entre las dos fuerzas de la coalición. Con posterioridad, en la nueva legislatura catalana, las cosas se complicarán todavía más si se confirma la formación de una mayoría soberanista ya que las relaciones con el Gobierno central serán causa de discordia. En la actual legislatura, CiU ha sido compañera de viaje de Mariano Rajoy en todos los momentos clave. Le apoyó en el primer paquete económico de ajuste nada más constituirse el Gobierno, le avaló también en la reforma laboral, así como en asuntos más espinosos como el de la amnistía fiscal. Esta colaboración parece que toca a su fin.

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