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España

Duran se ve atrapado "en una ratonera" por el apaño electoral de Mas

Artur Mas y Josep Antoni Durán i Lleida, durante una comparecencia conjunta.

La fractura de Convergencia i Unió era uno de los temores que venía sopesando Artur Mas desde hacía meses. Josep Antoni Durán i Lleida le había advertido de que cualquier acuerdo electoral con Esquerra Republicana que abriera paso a unas elecciones plebiscitarias tendría como consecuencia una ruptura entre las dos formaciones que integran la coalición, después de un matrimonio de conveniencia que ya dura 35 años.

Fuentes nacionalistas informan de que este riesgo ha condicionado la elección de la fecha electoral por parte de Mas. El presidente de la Generalitat cree que colocando las autonómicas dentro de ocho meses, ha conseguido blindar la unidad dentro de CiU hasta, como mínimo, las elecciones municipales de mayo. El precio que ha pagado por ello no ha sido muy elevado, pues Esquerra Republicana se ha comprometido a seguir respaldando al Gobierno catalán hasta el 27-S siempre que mantenga la tensión sobre el proceso soberanista y éste no se enfríe. Ello incluye el apoyo a los Presupuestos de 2015 y una cobertura exenta de sorpresas en la comisión parlamentaria que investiga a la familia Pujol.

Unió teme pagar un precio muy alto por participar en un proceso soberanista que no controla

Sin embargo, el coste para Unió Democrática, el socio democristiano de Convergencia, sí puede ser alto. “Durán se ve metido en una ratonera, no tiene margen para romper y Mas va a seguir sin contar con él en la conducción de un proceso que nadie sabe dónde puede acabar”, informan fuentes cercanas al líder de Unió.

Durán y sus hombres de confianza tenían preparado desde hace tiempo su propia plataforma política para iniciar la andadura en solitario. A través de Cataluña al Centro aspiraban a aglutinar al nacionalismo no independentista, una operación que hace tiempo ha recibido las bendiciones de los sectores empresariales con mayores intereses en esta comunidad, partidarios de que Unió aguante el tirón, y de la que venían recibiendo periódica información tanto Mariano Rajoy como la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, en buena comunicación con el propio Durán.

Durán siempre ha medido el coste electoral del divorcio

En sus contactos con el Gobierno, el líder de Unió siempre ha insistido en que para romper CiU, la iniciativa tenía que partir de Artur Mas y de Convergencia, nunca de los democristianos, pues entonces tendría un alto coste electoral para ellos. El aplazamiento electoral al otoño, que implica la no aceptación de las exigencias iniciales de Oriol Junqueras (ERC), frena esta salida. En Unió se recuerda que si Mas se hubiera entregado en los brazos de los republicanos, se hubiera visto obligado a remodelar su Gobierno. De los 12 consejeros, tres son democristianos y militan en las filas de Unió. Se trata de Ramón Espadaler, responsable de Interior, Joana Ortega, que ejerce como vicepresidenta y titular de Gobernación, y Josep María Pelegrí, en la cartera de Agricultura. No obstante, hay quien ve a Ortega cada vez más próxima a Mas que a Durán.

Los democristianos mantendrán viva la plataforma que podría permitirles concurrir a las elecciones en solitario

En mayo, aseguran fuentes nacionalistas, no está descartado que CiU se rompa, siempre dependiendo de la gestión de los pactos postelectorales que Convergencia y ERC hagan en los ayuntamientos. Hace tiempo que Unió dispone de encuestas internas y tiene pergeñado el escenario en el que le tocaría proseguir su carrera política en solitario, en caso de una voladura traumática de la coalición. Los democristianos cuentan en estos momentos con 16 diputados sentados en el Parlamento catalán dentro del grupo de 50 que CiU tiene asignados tras las elecciones autonómicas celebradas en noviembre de 2012. Si Unió concurriera por separado, podría reducir su presencia hasta 8 o 10 diputados, pero el batacazo de Convergencia sería de tal magnitud que Esquerra Republicana se convertiría en la primera fuerza política de Cataluña, recuperando el empuje que tuvo con Lluís Companys en la Generalitat durante la II República.

Al haberse dado ocho meses de plazo para intentar salvar a CiU de la quema, el objetivo ahora de Mas, señalan estas fuentes, es evitar que Esquerra continúe alimentando su granero de votos después de la recomposición de la unidad, aunque sea solo formal, dentro del bloque soberanista.

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