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El Liberal - Opinión

La tentación del ‘choque de trenes

Las banderas de España y Cataluña, unidas en el 12-O de Barcelona

La metáfora ‘choque de trenes’ ha dejado de utilizarse por el independentismo. Pero sigue vigente en el entorno de Puigdemont, los CDRs, la CUP y los antisistema en general. Otros sectores del independentismo, personalizados en Junqueras y ERC y en Mas y los asistentes a Poblet, apuestan por una respuesta mesurada que no provoque la aplicación del 155 u otras medidas de control total o parcial de la Generalitat. También en el mundo no independentista hay quien piensa que el ‘choque de trenes’ es la mejor opción para intervenir de una vez por todas en Cataluña y desalojar al independentismo del poder.

El secesionismo radical no piensa en una victoria imposible sino en generar una situación de máximo conflicto que les permita su visualización internacional. Los daños económicos y sociales, incluso el riesgo de muertes o la intervención de la Generalitat, no son más que daños colaterales necesarios para conseguir el objetivo de la independencia en el futuro. Es la teoría de cuanto peor mejor. Además, los ‘revolucionarios’, algunos independentistas instrumentales provenientes de otros países, cuentan con el visto bueno tácito de todos aquellos interesados en debilitar Europa creando un foco de conflicto abierto en Cataluña. A ello hay que unir el interés de Puigdemont de legitimar su fantasmagórico gobierno en el exilio con una Generalitat intervenida. Los dos años de exilio ya le han hecho comprender que la normalización de Cataluña es sinónimo de su muerte política definitiva.

Hay que afrontar el reto de combatir el nacionalismo dominante en todos los frentes y para ello es imprescindible un Pacto de Estado

Entre los no independentistas no son pocos los que creen que la única forma de frenar el secesionismo es alejarlo del poder y poder intervenir así en la raíz del problema: el adoctrinamiento escolar y mediático, la reducción del castellano a lengua extranjera, la amplísima red clientelar creada durante cuarenta años usando y abusando del dinero público. Consideran que una tregua ahora es dar vida al independentismo y aplazar el problema unos pocos años. Si se sigue con la dinámica actual, piensan, Cataluña profundizara su decadencia, seguirá la ingeniería social y el próximo rebrote quizás pueda tener éxito. Piensan que en la Cataluña actual no se dan las condiciones para una confrontación electoral en igualdad de condiciones. El nacionalismo es la ideología del régimen y la democracia en Cataluña es sólo aparente. Como en todas las dictablandas solo tienen oportunidades los partidos del régimen nacionalista. Se desaprovecho el 155 posterior al intento de Golpe de Estado. Ahora no se puede cometer el mismo error. Mejor una vez colorado que ciento amarillo.

Frente a estas tesis, la postura social y política mayoritaria, pero que en estos momentos ha perdido la iniciativa, tanto en el secesionismo como entre los constitucionalistas es evitar el choque de trenes. En primer lugar por razones de conciencia. El riesgo de daños personales y de conflicto violento son evidentes y deben minimizarse.  Pero también por intereses personales y políticos. Para la mayoría de secesionistas perder la Generalitat sería un drama económico. Perderían su ‘modus vivendi’ políticos, asesores, subvencionados de toda índole, empresas del régimen que han proliferado y hechos fuertes al calor de los Presupuestos de la Generalitat. Son los partidarios del ‘más vale pájaro en mano que ciento volando’. Entre los no independentistas, además de las razones morales ya señaladas, una respuesta u otra en caso de situación extrema cambia la correlación de fuerzas, las ideas dominantes en la sociedad, y por tanto, altera el mapa electoral no sólo en Cataluña sino en toda España.

Esta es una descripción de las posturas. ¿Que pasará? Por razones éticas y morales espero que el choque de trenes no se produzca. Que al final el rio baje con fuerza, pero no se desborde. Pero si ocurriera la única alternativa es enfrentar la raíz del problema. Y si, afortunadamente, la sangre no llega al río, los partidos constitucionalistas no pueden limitarse a respirar tranquilos y seguir igual. Hay que afrontar el reto de combatir el nacionalismo dominante en todos los frentes y para ello es imprescindible un Pacto de Estado para establecer un contra programa 2000 para reestablecer el estado de derecho y la democracia y el pluralismo en Cataluña.

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