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El Liberal - Opinión

Las ocho o nueve naciones de Miquel Iceta

Miquel Iceta

Miquel Iceta ha dicho que en España hay ocho naciones. Que las ha contado. La afición de la izquierda a reabrir debates conceptuales por interés político me parece profundamente desafortunada.

A mí las naciones, un concepto sociológico, son algo que nunca me ha emocionado. La cuestión de las identidades colectivas es un melón que cuando se abre siempre acaba mal. De entrada, deberíamos definir que se entiende por nación y cuales son las consecuencias políticas de tal definición. No voy a entrar en que se entiende por nación, existe abundante literatura sobre el tema, sólo señalar que dónde Iceta ve ocho, otros verán menos, por ejemplo los nacionalistas catalanes que consideran que la nación son los Países Catalanes, y por tanto, Baleares y Valencia, que el señor Iceta incluye en su relación de naciones, no lo serían. Ni Navarra para los nacionalistas vascos. Ni ninguna otra que la española para los nacionalistas españoles. Y otros verán más: ¿por qué negarle tal ‘dignidad’ a Castilla y León? Dirá Iceta que porqué no lo dice su Estatuto. Si la cuestión ya esta resuelta por los Estatutos y nacionalidad y nación son sinónimos ¿por qué tanto interés por reabrir la cuestión?

El concepto de nación es un concepto excluyente. Es un melón que cuando se abre siempre acaba en confrontación

Los argumentos de los nacionalistas son siempre los mismos. Para Iceta la nación catalana justifica la inmersión lingüística y la formación del espíritu nacional en la escuela, en los medios de comunicación, en todo el entramado institucional, igual que Franco hizo, en base a la “Una, Grande Y Libre”.  Lo que ahora busca el independentismo es el reconocimiento constitucional, para volver a la carga con el derecho de autodeterminación. Quiere reforzar sus postulados para cuando llegue la nueva asonada. No lo digo yo, lo dicen ellos: “Ho tornarem a fer”.  Iceta dirá que su postura sirve para pacificar la situación, para buscar soluciones políticas. En realidad, es para conseguir la investidura. Para eso puede que le sirva. Aunque todos sabemos, él más que nadie, que nunca contentará a un nacionalista.

Que cada cual se defina como miembro de la nación que le parezca, yo no me identifico con ninguna, más allá de la lógica vinculación con el lugar de nacimiento y la cultura en la que me he educado. El concepto de nación es un concepto excluyente. Es un melón que cuando se abre siempre acaba en confrontación. Para mí lo único relevante políticamente es el estado. Y podemos discutir como se organiza, como se respetan sus lenguas, su pluralismo, los derechos de sus ciudadanos. Pero no en base a unos supuestos derechos históricos, a una supuesta identidad preestablecida, que, inexorablemente, acaban chocando con los que otros creen igualmente legítimos.

Para Iceta la nación catalana justifica la inmersión lingüística y la formación del espíritu nacional en la escuela, en los medios de comunicación y en todo el entramado institucional

Que para conseguir una investidura se profundice en los argumentos que utiliza para legitimarse el independentismo, una clase extractiva insolidaria, que lo que pretende es conseguir la impunidad y la perpetuación en el poder, me parece muy poco socialdemócrata, al menos del concepto de socialdemocracia en que me reconocía. Trazar nuevas fronteras, además de traer la guerra, no es la mejor manera de combatir los problemas que derivan de la globalización que, con todos sus defectos que deben ser denunciados y combatidos, ha sacado de la miseria a centenares de millones de personas en el mundo. Al final resulta que la ‘dignidad del pueblo’ se convierte en el privilegio de los sátrapas que dicen representarlo. Pero ya se sabe, desgraciadamente, que como decía Gustavo Lebon al que no me canso de citar “Se domina más fácilmente a los pueblos excitando sus pasiones que ocupándose de sus intereses”.

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