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El Liberal - Opinión

La doble moral de la izquierda populista

Pedro Sánchez (dcha.) y Pablo Iglesias, tras la presentación de su acuerdo de Gobierno.

No soy de dar lecciones morales a nadie. Bastante tengo con conllevar mis propias contradicciones. Pero no soporto la doble moral. Los que se llenan la boca de bonitas palabras y dan sermones mientras hacen lo contrario a lo que se supondría que sería lo coherente con sus principios.  

Ahora la doble moral esta muy en boga en la izquierda populista, amante de los derechos colectivos frente a los individuales. Se blanquea a los herederos de ETA y se pide olvidar el pasado, lo que sería entendible si hubiera una voluntad real de superar conflictos, pero no cuando se juega a dividir la sociedad y se utiliza el franquismo y la Guerra Civil como arma política. Se crítica el nepotismo, pero vamos a tener un matrimonio en el Gobierno. Se presume de paternidad-maternidad responsable llevando a los hijos al Parlamento, pero se aceptan dos cargos en un Gobierno que, al menos teóricamente, exigen una dedicación muy intensa, incompatible con la conciliación familiar. Se demoniza el nacionalismo español, pero se alientan los nacionalismos periféricos. Se predica un puritanismo calvinista a los heterosexuales, pero no a los homosexuales. Se pide, con razón, no criminalizar a los inmigrantes por lo que puedan hacer algunos de sus miembros, pero se criminaliza al hombre blanco heterosexual en su conjunto por los hechos de algunos de ellos. Se alardea de vivir en el barrio de toda la vida y, en cuanto se puede, se adquieren magnificas casas en zonas residenciales. Se critica mezclar la política con los negocios y se hace todo lo contrario a la menor ocasión. Se defiende la libertad de expresión pero se quiere imponer el silencio a quien no comulga al cien por cien con lo políticamente correcto.

Desde luego la doble moral no es exclusiva de la izquierda, pero quienes así se definen siempre han presumido de sus valores éticos. Decían que la doble moral era cosa de la derecha o de la iglesia.  

La izquierda española ha roto con la tradición de la socialdemocracia, adalid de la defensa de los derechos de las personas y el estado de derecho, y ha abrazado el populismo con entusiasmo. Ya conocemos, por los ejemplos de otras latitudes, que las ansias de poder, y, lo más peligroso, la voluntad de permanencia ilimitada en él, de los líderes con pretensiones revolucionarias y cargados de una pretendida superioridad moral, son infinitas, salvo honrosas excepciones como la de expresidente uruguayo José Mujica. Estan convencidos de que el fín justifica los medios, pero como la permanencia en el poder es su único fin, abusan permanentemente de los medios, Y, para autojustificarse, necesitan tensionar al máximo la sociedad y buscar enemigos. Este es el riesgo que correremos los próximos años.

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