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El Liberal - Política

Ecos de la prensa independentista: Puigdemont recupera protagonismo

Un momento del discurso de Carles Puigdemont en Youtube.

El libro de Carles Puigdemont, 'M’explico', se hace esperar, por razones obvias, pero conviene mantener vivo su liderazgo. Y para actualizar el mensaje, nada como una larga entrevista en Vilaweb: Hay que ir más allá de la política parlamentaria para llegar hasta el final. Está casi todo dicho en el título, pero veamos algunas respuestas.

Preguntado sobre el "crecimiento del fascismo que se ve en Madrid" —ésta es una premisa que se llevará mucho esta temporada— y la posibilidad de un golpe de estado, cree que es innecesario porque "el golpe de estado ya triunfó, en octubre de 2017". Vivimos en un mundo orwelliano en el que la secesión es normalidad, y el restablecimiento del orden constitucional, subversión.

Prosigue, con retórica republicana, y apuntando hacia arriba: "Hubo un señor, que es el heredero del franquismo, el rey de España, que además pertenece a una monarquía corrupta y sin ningún prestigio en Europa, que se puso al frente de un golpe de estado. Un golpe de estado avalado por el poder judicial que tuvo la complicidad total de una gran parte de la clase política española, económica y mediática".

No hace falta pues otro golpe de estado, que sería redundante: "¿Qué harían? ¿Recentralización? ¿Anularían las autonomías? ¿Amenazarían con detener o detendrían a dirigentes políticos? ¿Pondrían límites a la libertad de expresión? Estas cosas ya las vamos teniendo ahora".

Sobre el papel discreto que asumió durante los momentos más críticos de la pandemia, afirma que, "con otra gente que está en el exilio, nos pusimos al servicio cada día del equipo del presidente Torra para ver cómo podíamos enderezar la situación y ayudar a su liderazgo".

Es decir, que la presidencia de la Generalitat realmente existente perdía parte de su valioso tiempo en conversaciones de alto calado político pero irrelevantes en cuanto al drama sanitario.

Error, inmenso error histórico

Hace pocos días, en una entrevista a otro medio, declaró que fue un error histórico congelar la declaración de independencia el 10 de octubre de 2017.

Lo hizo "porque había no sólo datos e indicios sino elementos probatorios de una voluntad real del Estado español de iniciar un proceso de diálogo que venía avalado por mucha gente de fuera de España".

Ahora añade que "me parecía veraz y fiable porque no era sólo de una fuente sino de tres, que había una voluntad clara de iniciar un proceso de negociación o de diálogo con Cataluña que pudiera conllevar una negociación".

Del engaño al desengaño y a extraer conclusiones: "Algo que el conjunto del independentismo debería aprender es que no nos podemos engañar, no hay voluntad ni posibilidad de un pacto a las buenas de España con Cataluña para negociar el ejercicio del derecho de autodeterminación. Y el día 10 esto quedó demostrado".

No había que esperar a ese día. Nadie pudo creer realmente que el gobierno de España concedería el derecho de autodeterminación, porque lo dejó claro en todo momento.

Es curioso que no le pregunten por las "estructuras de Estado" que durante meses su gobierno decía que estaba preparando y que ya debían de estar a punto. De no haber cometido el error de congelar la declaración el día 10, ¿qué despliegue de estructuras habríamos visto el día 11?

Nuevas organizaciones en tiempos de caos

Puigdemont sigue perteneciendo al PDECat, el nuevo avatar de Convergència, y aprueba su actuación en contraste con la de ERC: "No es el PDECat quien ha frenado la política de firmeza ante el gobierno español. No ha sido el PDECat quien ha investido a Pedro Sánchez". Aunque, sobre todo y como siempre, la unidad es lo más importante: "Que nos reconozcamos como partes aliadas del conflicto y actuemos con el respeto y la lealtad debidos".

Más allá de su partido, preside un movimento más grande que no habría que llamar partido sino un "espacio complejo, muy transversal y heterogéneo". Aunque por ahora no es más que una sopa de letras, el suyo es el modelo de organización que conviene a todo el mundo: "Creo que en el futuro en que apelaremos a nuestros ciudadanos a hacer una república en la que se deberá tener un papel muy activo de debate y decisión permanente, las organizaciones políticas deberían adaptarse a eso".

¿Tal vez un nuevo modelo de partido único? Es donde acaban todos los experimentos revolucionarios.

El futuro que viene

Dado que "el estado español no se sentará nunca a negociar la  autodeterminación de Cataluña (…) hemos de gestionar una confrontación inteligente con el estado" —deducimos que la anterior no fue muy inteligente— para la cual debemos prepararnos. Y “preparémonos” es el inspirado lema de la fase actual.

"Preparémonos por cómo podemos hacer frente a las ofensivas del estado en el ámbito económico, financiero, estratégico, y ahora precisamente en estos días de confiamiento debemos pensar también la forma en que hemos podido sobrevivir y soportarlo basándonos en nuestros propios recursos. ¿Qué significa parar un país en un momento determinado? ¿Qué consecuencias jurídicas, económicas y sociales tiene? Qué paradiplomacia debemos poner en marcha, porque la diplomacia pública y oficial no nos da para mucho más pero en cambio hemos de hacer un trabajo que no habíamos hecho y que podemos hacer".

Parar el país —"un momento de confrontación abrupta"— sigue siendo el remedio mágico que nos llevará al paraíso independiente. Y lo dice en un grave momento de crisis que sólo se superará restableciendo la confianza y no dejando de trabajar sino trabajando más.

Como si no estuviésemos sufriendo ya las consecuencias de estar casi parados del todo durante un par de meses, ¿puede haber alguien que piense seriamente en proponernos parar de nuevo, esta vez por gusto y a ver qué pasa? 

El ahora eurodiputado Carles Puigdemont persiste y se prepara para subir la apuesta, «para llegar hasta el final».

Un trilero en la Moncloa

La capacidad de Pedro Sánchez de hacer y deshacer pactos saca de quicio a cualquiera, aunque nadie ha llegado a decir que contra Rajoy vivíamos mejor.

Tian Riba, en el Punt-Avui, destaca el caos que genera un gobierno capaz de pactar "algo tan importante como prorrogar el estado de alarma con Ciudadanos y el PNV ocultándoles que han acordado con Bildu la derogación íntegra de la reforma laboral del PP, para después afirmar que donde dije digo, digo Diego".

 

Esther Vera, en el AraPaso en falso del Dr. Jekyll—, lo resume así: "La actuación del grupo parlamentario del PSOE para hacer compatibles los votos de Bildu con los de Ciudadanos y, sobre todo, las profundas contradicciones internas de su gobierno en la concepción de la política económica han culminado en un fiasco que ha envenenado el diálogo con los agentes sociales, en un momento en que es necesaria la máxima concertación porque los indicadores económicos y de creación de empleo son preocupantes y la confianza de los ciudadanos en su futuro se diluye".

Para José Antich, en el Nacional —El circo, la política y el caos—, "el circo de la política no había tenido nunca un timador de la dimensión de Pedro Sánchez en el puesto de mando de la política española", alguien que "disfruta y disfruta con el caos sembrado".

Y evoca con ironía un momento poco glorioso del movimiento independentista: "No vamos a ser los catalanes los que exijamos, a partir de ahora, un relator para que certifique los acuerdos con el gobierno español en una inútil mesa de negociación. Van a ser todos los que se reúnan con Sánchez, si no quieren quedar desnudos cada vez que cierran un acuerdo".

Jordi Juan, en la Vanguardia¿Dónde está la bolita?—, subraya que siempre ha tenido "habilidad para ganar batallas imposibles sin tener reparos en cambiar su doctrina sobre la marcha si con ello se garantizaba la victoria", pero considera que "la legislatura no puede funcionar siempre gracias al regate en corto como si estuviéramos en una mesa de trileros" y que "el Gobierno necesita emitir un mensaje de confianza y garantizarse un apoyo serio y estable".

Joan Serra, en Nació DigitalLa reforma mil veces derogada—, saca esta conclusión: "La condición de ERC como socio prioritario se ha deteriorado, la Moncloa ha jugado tanto con la geometría variable que cuesta adivinar el rumbo fijado y la legislatura del diálogo parece ahora mismo un anacronismo. Si parte del independentismo pretendía sacar réditos al Estado en este mandato, hoy debe ver una nebulosa. La misma que divisarán el PSOE y Podemos cuando toque afrontar la negociación de los presupuestos generales del Estado, las cuentas de la reconstrucción".

Torra en jaque

Duro editorial de Jaume Reixach, en el Triangle: Quim Torra no es el presidente que Cataluña necesita ahora.

A pesar de ser una publicación tradicionalmente adversa a los gobiernos nacionalistas, su juicio refleja un estado de opinión bastante extendido en ámbitos diversos: "Quim Torra transmite estrés, inseguridad y precariedad. Sabe que su continuidad pende de la decisión del Tribunal Supremo sobre su ridículo acto de desobediencia con la pancarta del balcón del Palau de la plaza de San Jaime. Por su dignidad y la de la institución que representa no puede vincular la agenda política, económica y social del país al desenlace judicial de este episodio, menor y anecdótico. Es despreciar a la Generalitat y a Cataluña, en unos momentos de gran dramatismo y dolor colectivo".

Evoca Reixach la restauración de la Generalitat, hace cuarenta años para subrallar la importancia de tener en ella un liderazgo responsable: "El contraste entre aquellos días de la primavera del 1980, rebosantes de optimismo y de esperanza colectiva, con estos días de la primavera del 2020, marcados por la tristeza y el vértigo de la incertidumbre, produce escalofríos".

La necesidad de sustituirle cuanto antes se impone: "No tiene energía, no tiene empatía, no tiene capacidad de convocatoria —más allá del círculo de convencidos acríticos que le rodean—, no tiene genio creador ni innovador, no tiene carisma, no tiene credibilidad. (…) Hoy, Quim Torra es un hombre cansado, desbordado y anonadado".

Sin necesidad de cargar las tintas en la persona, no es una opinión sino una realidad que Torra preside la institución por accidente, no ha superado su condición vicaria, sigue supeditado a su antecesor residente en Waterloo, su gobierno se sustenta en una coalición que ya se ha roto y se comprometió a convocar elecciones en cuanto se aprobasen los presupuestos.

La crisis sanitaria justifica que la convocatoria se aplace unas cuantas semanas pero no indefinidamente, porque, como dice Reixach, "precisamente porque los efectos de la pandemia han estado y son catastróficos y hay que proceder, con urgencia, a la reconstrucción del país es por lo que hay que hacer elecciones ya".

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