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El Liberal - Política

Albert Soler, el 'punk' del procés: “La gran paradoja de Cataluña es que los oprimidos son los ricos”

Albert Soler, nacido para jugar.

El periodista Albert Soler (Girona, 1963) mantiene una costumbre desde hace años. Camina cada tarde desde la redacción a su piso y, a mitad exacta de trayecto, hace una parada en el mismo bar. Entra a tomar una caña en Els Fogons “para que el camino se haga menos largo” y pasar un buen rato con otros vecinos. "Hasta que me dejan irme", puntualiza. Últimamente, incluso desconocidos le paran por la calle para darle impresiones, no siempre negativas, acerca de sus artículos de opinión, polémicos, ácidos, divertidos, muy críticos con los dirigentes independentistas catalanes.

Soler es el columnista punk catalán que desquicia desde Diari de Girona al separatismo con un sarcasmo y un humor que tal vez harían arquear una ceja al mismísimo Julio Camba. "Un hombre me dijo ayer que mi carrera se ha relanzado. A mis 56 años. Es que te tienes que reír", explica Soler con retranca durante una larga entrevista hecha en catalán.

El encuentro con el columnista más corrosivo de Cataluña tiene lugar junto al edificio del centro de Girona en el que trabaja como redactor, opinador y entrevistador a contracorriente. Cantamañanas, puede leerse en la camiseta que luce bajo su cazadora de cuero. Lleva la misma ropa que la noche anterior, la de la presentación de su segundo libro, Estàvem cansats de viure bé, editado por Sagesse, que pronto lo publicará en castellano. Como el anterior, el libro compila parte de los artículos de opinión publicados por Soler durante los dos últimos años.

“Soy capaz de enviar un jamón a Waterloo por Navidad, se le ve que pasa hambre”

La desvergonzada apuesta de Soler por el humor salvaje puede llegar a ser recibida por sus víctimas como un brutal hachazo. Él ha venido al periodismo a joder al poder. A Soler le va la marcha. Si hay listas negras, él quiere estar en ellas. Defensa central leñero en ligas regionales durante 20 años, la criatura gerundense parece no respetar más que a dos personas en el mundo. Son su jefe y su mujer, aunque no todo el tiempo.

Los tres viven en una ciudad de provincias donde todos se conocen. En Girona, para unos cuantos, Soler es un héroe anti procés que dice alto y claro lo que muchos piensan pero no se atreven a decir. Para los “llacistes; en castellano, lacistas, por el lazo amarillo” –como identifica en sus artículos a los independentistas- es un botifler (traidor), un “españolista” menos querido que una cirrosis.

Con unos se hace fotos, otros piden a su periódico que le corten la cabeza. Y da la impresión de que casi ninguno le importa lo más mínimo. Todos son material periodístico y parte de un juego con el que disfruta. Play.

-¿Cómo le van la vida y el trabajo?

-Bien, tengo empleo, amigos, mujer y cuatro hijos en Girona. A pesar del procés, mantengo mis hábitos y me divierto, quizás porque a mí me la suda todo. Pero hay personas que viven dentro del armario político, no se atreven a decir que no son lacistas.

-¿Miedo al estigma?

-Temen que les llamen españolistas, unionistas y fachas. Todo el que no comulga con la fe lacista es un facha para ellos: los socialistas, los comunistas, los anarquistas y, por supuesto, los de PP, Ciudadanos y Vox. Girona, una ciudad rica, es la zona cero del lacismo. A mayor calidad de vida, más oprimidos nos sentimos los catalanes. 

-¿Cómo reaccionan?

-A mí me encanta que un idiota me llame facha, pero no todo el mundo lo lleva bien. Un hombre me dijo hace unos días en privado que no me daba like en Facebook porque le traería problemas en su oficina. Hay personas que me saludan por la calle como si estuvieran a punto de comprar droga. Otros fingen no verme por la acera.

“Girona es la zona cero de la Cataluña 'lacista'. A mayor tamaño del chalet y del coche, más 'esteladas'. No falla”

-¿Hay zonas por las que vaya más o menos relajado?

-Cuanto más rico es una urbanización o pueblo gerundense, más lazos hay. A mayor tamaño del chalet y del coche, más estelades. No falla. La gran paradoja de Cataluña es que los oprimidos son los ricos. En barrios obreros, no verás tantos lazos amarillos como en el centro de Girona.

-Y es una de esas ciudades en que todos se conocen.

-Es muy pequeña. En Barcelona, supongo que pasaría más desapercibido. Pero no me afecta casi. Además, ya me paran más para felicitarme por mis columnas que para criticarlas.

-¿De qué se alimenta?

-De la sátira, que es la única arma de los indefensos contra los poderosos, tal y como dijo mi admirada columnista Molly Ivins. La poesía, que dicen que es un arma cargada de futuro, no sirve para nada… Como mucho, para ligar.

-El sarcasmo incomoda más.

-Claro. Si a esta pandilla de idiotas del procés les dices las cosas con sarcasmo, les molesta más. A mí sólo me hacen reír, no sé cómo alguien los tomó en serio y escribió artículos elogiosos sobre ellos. A los lacistas les joden mis columnas porque tengo ocho apellidos catalanes y escribo y hablo el catalán mejor que ellos.

“La prensa catalana se ha tragado las mentiras del procés desde el inicio. Es culpable por no haber dudado sobre lo que se nos decía: habrá una República en 18 meses”

-¿Qué opina del papel de la prensa catalana en el procés?

-Ha tenido mucha culpa en lo que ha pasado. La prensa catalana es culpable por no haber dudado sobre lo que se nos decía: habrá una República en 18 meses. Dudar es la obligación de los medios. ¿Somos periodistas o no? Yo dudé cuando empezaron a vendernos el procés. Entiendo que TV3, la cadena pública del Govern, no lo haga. Pero mucha prensa catalana se ha tragado las mentiras desde el inicio. Se creyeron todo lo que se nos dijo. No me entra en la cabeza.

-Sin escepticismo, no hay periodismo.

-Es la primera norma. Grandes plumas de este país, como Francesc Marc Álvaro [columnista de La Vanguardia], se creyeron esa mierda. Pilar Rahola, dentro de cien años, aún dirá que pronto habrá una República, montará viajes a Waterloo y seguirá organizando paellas en Cadaquès con los herederos de Carles Puigdemont. Son los freaks del procés, te tienes que reír.

-Hábleme, en concreto, de los gerundenses.

-Ramón Cotarelo vive ahora en Girona. Si ves por la calle a alguien de 70 años que viste como  uno de 15, es Cotarelo. Perdón, que viste y piensa como uno de 15 años. Ha llegado al otoño de su vida sin ser reconocido. Y, al creer que está aún a tiempo, ha hecho algo que sabe que gusta en la Cataluña lacista: que llegue un español, se ponga de su parte y dé palmaditas en la espalda.

-Uno más.

-Albano Dante Fachín. Vivía en la provincia de Girona y hacía una revista crítica con Convergència. Se fue con los comunes pero ahora va de la mano de Puigdemont, del vivales. Y se enfadó conmigo hace poco por llamar vivales a un vivales.

-Explíquese.

-Según la RAE, vivales es una persona vividora y desaprensiva. Una palabra española rescatada hace poco por mi padre y que no está admitida aún en lengua catalana. La uso cada dos por tres, y volvió a surgir en una reciente entrevista mía a la ahora diputada de Podemos por Girona, Laura López. Ella la usó para definir a Puigdemont, dando a entender que me lee. Menuda se lió. Fachín se ofendió.

-Usted está acostumbrado a ofender.

-Escribo con la misma libertad con la que comento las cosas con mis amigos en el bar Cuéllar de Vila-Roja. Soy así. No he creado ningún personaje. Me tomo la vida así.

 

Albert Soler, escritor punk.

-¿Quién le interesa?

-Julio Camba. Si vas a la naturaleza, verás árboles, dijo. A él le inspiraban la ciudad y el movimiento. A mí me pasa igual, y salgo de noche de vez en cuando. Camba es el columnista.

-¿Quién más?

-De los columnistas actuales, me gustan Manuel Jabois, David Gistau, Ramón de España y Sergi Pàmies. Pàmies es crítico con el procés.

-Usted fue al colegio Maristas con Javier Cercas.

-Sí. Desde los cinco a los 18 años. Cercas es buen escritor y buena persona, pero además ha tenido otra función muy positiva para Cataluña. Ha servido para descubrir que la gente de la cultureta de Girona es gilipollas. Los mismos que antes le hacían mucho la pelota por ser famoso, ahora le giran la espalda y lo crucifican en las redes por no ser independentista y escribir artículos contra el procés. Sé que él ya sospechaba que eran idiotas.

-Usted no da puntada sin hilo.

-Lo paso muy bien con lo que hago. Tengo un sueldo de mierda en el periodismo, pero me divierto mucho. Me va la marcha. Me insultaron mucho en los campos de regional. Disfruto enfadando a personas sin sentido del humor. Soy un poco tocacojones, ya me lo dice mi mujer.

- 'El Punt Avui' es otro diario gerundense. ¿Podía escribir en sus páginas?

-No. Trabajé hace años allí y Puigdemont fue mi jefe. A día de hoy, me echarían tras la segunda columna. En Diari de Girona tengo la misma libertad que tienen otros columnistas que sí son independentistas. No me quiero mover.

“A los 'indepes' les joden mis artículos porque tengo ocho apellidos catalanes y escribo en su lengua que ellos”

-¿Con qué frecuencia piden su cabeza?

-He perdido la cuenta. Llegan mensajes de lectores que reclaman que no dejen seguir escribiendo en el diario. Con lo fácil que sería que no me leyeran… Pero los lacistas prefieren que no escriba, que no tenga trabajo.

-¿Quién más?

-El senador Josep Maria ‘Jami’ Matamala, amigo íntimo del vivales, volvió a Girona de su segundo exilio de Waterloo y se encontró un día por la calle a mi director. El senador le dijo que a ver si dejaba de publicar los artículos de Albert Soler. Ésta es la gente quería montar un Estado independiente.

El indomable Soler publicó ‘Un tendero vuelve de vacaciones’, un artículo sobre el regreso de Matamala, mano derecha de Puigdemont que desde Waterloo ha dado el salto al Senado. A continuación, un extracto de uno de los mayores puñetazos del columnista gerundense:

“Matamala se fue porque quiso, ha estado un año y medio viviendo en Waterloo porque le ha dado la gana, y ha vuelto cuando le ha salido del haba, ya que nadie lo reclamaba […] Entiendo las lágrimas de la familia, seguro que no esperaban ver nunca más al padre/marido. No son muchos los hombres que una vez acostumbrados a la buena vida, sin trabajar y lejos de la familia, vuelven a casa. Matamala pasará a la historia por ser de los pocos hombres que fue por tabaco y han vuelto, es normal que sus seres queridos desborden emoción, la estadística no jugaba a favor del reencuentro”.

-¿Se quedan cortos al llamarle cosas como el azote del procés?

-No soy el único. Hay otros columnistas críticos en Barcelona. Lo curioso de mi caso es que soy de Girona, la capital de los lacistas. Creo en la libertad de prensa y estoy agradecido por tener un director que también crea. Cuando alguien le pide mi cabeza, él suele explicármelo riéndose. En los tiempos que corren, es algo que está bien.

-¿Recibe amenazas?

-La más gorda fue una pintada en la puerta del diario: Albert Soler, vigila tu espalda. Llamé a mi fisioterapeuta para ver si había sido él. Fuera bromas, son unos cobardes, sobre todo en las redes.

-¿Y cara a cara?

-Estaba entrevistando en un bar a Àngel Casas cuando pasó un conocido empresario de Girona que me gritó: “Soler, eres un desgraciado”. “Y tú más”, le contesté. Casas se acojonó. Al contarlo después en Facebook, el empresario contestó que le gustaría cogerme a solas en un ascensor. En un as-cen-sor. Bah, ni amenazar saben estos idiotas.

"A mí me encanta que un idiota me llame facha, pero no todo el mundo lo lleva bien"

-¿A qué ha venido usted al periodismo?

-A tocar los cojones al poder. A qué se viene si no… ¿Qué es eso de elogiar algo en una columna? Hay que hablar de lo malo. Por suerte, con el procés, no faltan temas. Y que siga así.

-¿Entonces no piensa abandonar el modo salvaje?

-Claro que no. Yo quiero que haya otro procés. No sabes la de encuentros que he tenido con gente anónima de la provincia a la que he conocido gracias a escribir sobre esta mierda. Y, además, he conocido a periodistas: Guillem Martínez, Ramón de España, Víctor Amela, Salvador Sostres, Jordi Bianciotto. Ojalá hubiera un nuevo procés. Lo estoy pasando en grande.

-Pues sea un poco agradecido.

-Estoy agradecido, y mucho. Y voy a mostrarlo con un gesto. Soy capaz de enviar un jamón a Waterloo para Puigdemont esta Navidad.  Porque se le ve que pasa hambre.

-¿Qué tal jefe suyo fue?

-Nada hacía pensar entonces que estaba como una regadera. Al menos, no se notaba. Fueron tres años buenos. Era educado. No tengo nada en contra él. Y, como decía, estoy agradecido al vivales por las risas del procés.

"Ojalá hubiera un nuevo procés el año que viene. Yo lo estoy pasando en grande y me ha permitido conocer a mucha gente"

-Defina el proceso soberanista.

-Una gran farsa que ha ilusionado a una masa de catalanes idiotas que se han creído un intento de revolución de las clases altas, promovida por las personas que mejor viven en Europa, al negarse a compartir su dinero con Extremadura y Andalucía.

-No cabe en un titular.

-El procés ha sido la revolución de los ricos de Sant Cugat del Vallès que quieren seguir viviendo bien.

-El título de su libro hace referencia a algo así.

-Los catalanes nos cansamos de vivir bien. Se lo oí a un pescador gerundense. Es una frase que define a los lacistas. Llamarles lacistas me gusta porque los ridiculiza. Les jode que les diga algo así alguien que tiene bisabuelos catalanes, como es mi caso. Disfruto ridiculizándolos. Es como si les pellizcara los huevos.

-Su mujer, permítame que se lo diga, debe de ser una santa.

-Hay cierta imagen de mí como un tío que va con un martillo dando hostias, pero mi mujer me reconoce como una buena persona. Tras años juntos, nos casamos hace unos meses. Como he explicado, los lacistas me llaman facha, pero conservo amigos independentistas y antaño escribí contra el Rey, Aznar, Rajoy…

-¿Contra el procés se escribe mejor?

-Es un tema inagotable. El otro día, Lluís Llach actuó en una autopista cortada por los CDR. Yo le admiraba como músico. ¿Y sabe una cosa? No he encontrado a nadie que hable bien de Llach. He encontrado personas que me hablan bien de Puigdemont. Pero de Llach, nadie.

Una mujer de unos 35 años se acerca a Soler: ”¿Eres Albert? Ahora mismo iba a comprar tu libro. Qué casualidad. ¿Nos hacemos una foto?”, le pregunta. “Sí, claro. Y un beso también nos podemos dar, ¿no?”, responde el pícaro. “Si te hace ilusión, me lo puedes dar, sí”.

-¿Usted iría a tertulias?

-No. Te explico por qué. Estaría educadamente en silencio ante una Pilar Rahola incapaz de dejarme hablar. Entonces, el público pensaría que el tonto de los dos soy yo. A mis tres hijos mayores de edad, independentistas los tres, no les gustaría. Pero eso me da igual, es por la primera razón.

-¿Hay algo que no le dé igual?

-El Barça. Algo que, por cierto, también me recriminan en mi ciudad.

-¿Por qué?

-Que cómo, siendo gerundense, no soy del Girona Futbol Club, me reprochan. Es que te tienes que reír con el provincianismo.

Portada y contraportada del segundo libro de Albert Soler, 'Estàvem cansats de viure bé', que también será traducido al español.

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