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El Liberal - Opinión

No lo pagará Sánchez

Tras los resultados del 10 de noviembre la aritmética parlamentaria parecía presagiar un alambicado proceso de negociaciones para formar gobierno y, a tenor de los debates electorales y los mensajes políticos lanzados durante la campaña, con el imperativo de reunir un gran consenso entre los principales partidos. Aunque difícil, era esa la única opción si se querían evitar unas nuevas elecciones.

Quizá fue todo una ilusión. El PSOE, el partido más votado, tardó escasas 24 horas en pactar un pre-acuerdo de gobierno con Unidas Podemos. Las reacciones de asombro e incomodidad no se han hecho esperar, nadie se explica cómo es posible que Pedro Sánchez, quien afirmaba verse obligado a forzar unas nuevas elecciones por “no poder dormir” en caso de formar un gobierno de coalición donde estuviera Pablo Iglesias haya terminado pactando uno donde este último será vicepresidente. Tanto es así que durante la campaña reiteró lo imposible de organizar un gobierno en el cual una mitad estuviese a favor de la Constitución mientras la otra defendiese un referéndum de autodeterminación para Cataluña. Inverosímil ¿Verdad?

Sin duda, estamos ante un pacto de perdedores. Ambos líderes necesitan salvarse mutuamente de una quema política ante sus electores y compañeros de partido tras la caída electoral y su previa incapacidad para dialogar en lo que pareció más una cruzada en la búsqueda de cuotas de poder y cargos que de un proyecto común de gobierno. En este momento, hacer lo que nadie esperaba que sucediese les ofrece a ambos dirigentes la capacidad de sanarse, rehacer la línea, reivindicándose ante la opinión pública como penitentes de la voluntad popular, obligados a escuchar el tañido de las urnas y pactar.

El asunto va más allá de lo ofensivo que puede resultar para la ciudadanía un acuerdo exprés que nos devuelve a la casilla de salida después de 6 meses de parálisis institucional y debates que, ahora, se demuestran estériles. Por el camino, estas elecciones han provocado la debacle de Ciudadanos, un partido moderado, con vocación utilitaria – aunque no siempre bien traída – en la formación de gobiernos, y el auge de Vox, un partido marcadamente conservador y radical que pone a los nacionalismos periféricos frente al espejo. Sin olvidar la entrada de la CUP, cuya única misión será torpedear la labor política en el Congreso. En definitiva, esta nueva convocatoria electoral no sólo no ha resuelto nada sino que lo ha empeorado todo, dejando un hemiciclo más fragmentado, radicalizado y nacionalista. Salivan, los enemigos del Estado.

En cualquier caso, la iniciativa de coalición no puede prosperar por sí sola. Ni PSOE ni UP suman escaños suficientes para ser investidos sin el apoyo de una miríada de partidos regionalistas, nacionalistas o directamente independentistas, como es el caso de ERC y JuntsxCat. Es preocupante la decisión del PSOE cuando tenía la oportunidad de construir un consenso mayor dialogando con el PP y Ciudadanos en lugar de con los populistas y los nacionalistas, una gran amenaza para la democracia y el orden constitucional. La elección de Sánchez divide artificialmente a España en dos mitades de difícil reconciliación, una estrategia equivocada y peligrosa que deja al país en la encrucijada. No se puede dejar el futuro del gobierno en manos de los separatistas. ERC no es un partido moderado, pese a las numerosas capas de maquillaje; su único propósito es la separación de Cataluña del resto de la nación. “Ningún voto es gratis”, acostumbra a decir Gabriel Rufián. Es cierto, ERC pondrá un precio, pero será España quien lo pague y no Pedro Sánchez.

Si Sánchez sigue enrocado en su posición, pactando con populistas y nacionalistas, tendremos una crisis de Estado. Necesitamos una estrategia a largo plazo para Cataluña, de décadas, entre los grandes partidos constitucionalistas. Eso sí, dejando a un lado a aquellos que quieren romper con el acervo democrático con un referéndum ilegítimo y recuperando el Estado en Cataluña. Todavía hay tiempo, Moncloa debe oír la voz del sentido común, tomar nota y rectificar.

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