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El Liberal - Opinión

ERC era prescindible Sr. Sánchez

Sánchez llamará este miércoles a sindicatos y patronal para informarles sobre la investidura

Resulta difícil de digerir, por mucho que la persuasiva voz de Iñaki se esfuerce en convencernos que todas las alianzas en el Congreso son igualmente patrióticas y constitucionales. ¡Y un cuerno! Entre las alianzas que Gabilondo pretende equiparar están, por una parte, las que se pueden hacer con partidos que defienden los derechos fundamentales y la igualdad de todos los españoles recogidos en la Constitución de 1978; y, por otra parte, las alianzas con grupos políticos que el propio Sánchez descartaba hace pocos meses: partidos populistas liderados por mentirosos que nunca han ocultado su intención de hacer tabla rasa con el ‘régimen’ del 78, ni han dudado en emplear la violencia para coartar la libertad de expresión de partidos y asociaciones constitucionalistas o para enfrentarse a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No Sr. Gabilondo, no son en absoluto equiparables estas dos clases de alianzas.

Ya nos había sorprendido Gabilondo hace unas semanas cuando encabezó una Petición pública en la que sin ningún pudor se calificaba como conflicto político el proceso insurreccional impulsado y financiado desde la Generalitat de Cataluña y se instaba al gobierno de España a entablar negociaciones con sus promotores para encontrar una solución política, ajena al ordenamiento jurídico. Colectivos de profesores, intelectuales y simples ciudadanos respondimos de inmediato a semejante dislate publicando varios manifiestos con puntos de vista opuestos. En la Petición pública que impulsé, junto con el historiador Gabriel Tortella y el filósofo Calixto B0adesa, pedíamos al gobierno de la Generalitat que cese en sus continuas provocaciones;  al gobierno de España que adopte todas las medidas necesarias para obligar a las instituciones de la Generalitat a cumplir sus obligaciones constitucionales y estatutarias; y a los jueces a que apliquen sin reservas las leyes aprobadas democráticamente y juzguen, con todas las garantías procesales, a quienes las incumplan.

Quizá haría bien Gabilondo en releer el editorial Procés ilegal y violento, publicado en El País el 6 de abril de 2018, donde se afirmaba que “ni Puigdemont ni los independentistas van a lograr cambiar los hechos que caracterizan su gravísimo proceder, su deslealtad a la democracia, a la Constitución española, a las instituciones del autogobierno catalán y, en definitiva, a los ciudadanos de este país, cuyos derechos políticos han lesionado de forma deliberada en su empeño de promover un proceso de secesión ilegal y de ruptura de nuestro país”. Con esos líderes desleales y torticeros (Puigdemont y Junqueras), o con sus imágenes deformadas en los espejos del callejón del Gato (Torra y Aragonés), es con quienes Gabilondo pretende que negocie y pacte el gobierno de España.   

A ‘lastras’ con todos los rufianes

En las últimas semanas, se han ido sumando voces de antiguos líderes del PSOE, contrarios a unos pactos que ruborizan a cualquier socialdemócrata a quien no le ciegue el ansia de mantenerse en La Moncloa a cualquier precio. La imagen de Lastras y Ábalos arrastrándose ante la rufianesca pandilla de ERC, mendigando su abstención en el debate de investidura, a cambio de reconocer la existencia de un conflicto político en Cataluña y poner en marcha una comisión bilateral para negociar la liberación de los delincuentes condenados por el Tribunal Supremo y reconocer el ‘derecho’ a la autodeterminación de Cataluña –no otras cosas quiere negociar ERC– ha sido tan esperpéntica que, ni siquiera por respeto a las siglas centenarias han podido permanecer callados ante semejante humillación. ¿Qué pensará González, un líder que se codeaba con los principales mandatarios mundiales, al ver a Lastras negociando en nombre de su partido con Rufián el futuro de todos los españoles? No se puede caer más bajo.

Y no sólo han sido los principales referentes del socialismo durante la transición, González, Guerra, Leguina, Redondo, Corcuera, Vázquez, Rodriguez de la Borbolla, Ibarra, etc., ahora desterrados al ostracismo por la actual cúpula del PSOE, quienes han levantado su voz para criticar el acuerdo con Podemos y las penosas negociaciones con ERC, sino también varios líderes en activo: Lambán en Aragón y García Paje en Castilla-La Mancha han manifestado su oposición a un acuerdo que saben perjudicará al conjunto de los españoles. Por si no les había quedado claro a Lastra y Ábalos, ERC les ha vuelto a recordar que su partido no renuncia ni a la autodeterminación ni a la unilateralidad. ¿Qué más necesita Sánchez para convencerse de que se ha equivocado de bando al sentarse a negociar con independentistas que cobran sueldos muy superiores al suyo del Estado cuyo ordenamiento constitucional y división de poderes incumplen y desprecian? Nada satisfará a los líderes de ERC y a la banda de Puigdemont salvo la desaparición de los últimos vestigios del Estado en Cataluña: las delegaciones del Gobierno y, sobre todo, la independencia del poder judicial y de la Agencia Tributaria.

Los únicos apoyos explícitos a la patética negociación han provenido de Iceta (PSC) y Elorza (PSPV), acostumbrados uno a pactar con ERC y el otro con EH-Bildu. A las críticas de Iceta, García-Paje respondió que no quiere que los Reyes Magos le traigan vaselina y Lambán que el supremacismo independentista está haciendo estragos en Cataluña. En relación a Iceta y al PSC, piezas claves del inicio del proceso insurreccional en Cataluña durante los gobiernos tripartitos presididos por Maragall y Montilla, hay algunos hechos que conviene recordar. Primero, el Pacto del Tinell urdido por Iceta en 2003 sacó de la marginación a ERC y propició la aprobación del Proyecto de Reforma del Estatut de Cataluña en el Parlament en septiembre de 2005, un documento inconstitucional por los cuatro costados que dio alas al movimiento independentista en Cataluña. Segundo, el PSC es un partido estrictamente catalán que incluyó en su programa electoral de 2012 el derecho de Cataluña a decidir su futuro en un referéndum legal y exigió en 2014 que ese derecho fuera reconocido en la Constitución. Y, tercero, el PSC es un partido tan extremadamente sectario que no contento con haber puesto en circulación la idea de que “no habrá solución para Cataluña si no echamos fuera al PP”, la ha aplicado en todas las ocasiones que se le han presentado, aliándose con partidos independentistas para impedir al PP gobernar en municipios donde había sido el partido más votado.

La alternativa existía, Sr. Sánchez

Hace tiempo que la alternativa estaba ahí. Rajoy lo intentó tras las elecciones de 2015 y 2016, pero su propuesta de formar un gobierno de coalición fue rechazada por Sánchez, pese a haber obtenido los peores resultados del PSOE desde 1978. Y podría haberse intentado de nuevo ahora, si el Sr. Sánchez se hubiera querido sentar a negociar con el PP y Ciudadanos. Frente a la amenaza que representa para la estabilidad económica y presupuestaria el programa de gobierno pactado con Podemos, sometido al chantaje permanente de independentistas catalanes y vascos, el pacto con PP y Ciudadanos podría haber permitido formar un gobierno sólido y estable capaz de afrontar los dos principales retos a que se enfrenta la sociedad española: la desaceleración económica y el proceso insurreccional en Cataluña. ERC (y el PNV) era prescindible y el hecho de que Sánchez haya preferido pactar con quienes insultan y afrentan al Jefe del Estado, a Ministros y jueces, revela que el sectarismo del PSC se ha enseñoreado de la acomplejada dirección del PSOE, dispuesta a claudicar ante los desleales empeñados en “promover un proceso de secesión ilegal y de ruptura de nuestro país”.

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