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Economía

El ridículo de Indra y su presidente florero

El relevo de Abril-Martorell por un cargo no ejecutivo ha dejado estupefacta a la plantilla y los accionistas. Y lanza el mensaje que más preocupa a los mercados: ninguna empresa se salva de la injerencia política

Sede de Indra en Madrid

Ni los directivos, ni los consejeros, ni los empleados, ni los accionistas de Indra han salido aún de su asombro. Nadie en la compañía tecnológica entiende por qué el principal accionista (la SEPI) ha decidido tirar por la borda a un presidente solvente como Fernando Abril-Martorell. Pero lo que ha generado más estupefacción todavía es el nombramiento de un sustituto (Marc Murtra) que tiene poca experiencia para una aventura de tal calibre y que -para colmo- no tendrá poderes directivos.

Las tareas de mando, la labor ejecutiva, recaerá en dos profesionales de la casa, Ignacio Mataix y Cristina Ruiz, que ejercerán de forma solidaria como nuevos consejeros delegados. El sorprendente final de tan rocambolesco viaje tiene que ver por con las presiones que ha recibido en los últimos días el consejo de administración de Indra.

La SEPI no valoró bien el terremoto que provocaría una decisión -expulsar a Abril-Martorell- difícilmente justificable a ojos de accionistas e inversores. También de la plantilla, cuyos representantes sindicales salieron en defensa del directivo, pese a que éste impulsó un ERE para casi 600 empleados. Y del propio consejo de administración, que acabó fragmentado entre los partidarios del cese y de su continuidad.

Fernando Abril-Martorell, presidente de Indra.
Fernando Abril-Martorell, presidente de Indra.

El hasta ahora presidente había sido premiado con un bonus de 2,4 millones de euros hacía tres meses por su buena labor, y su gestión también fue refrendada en las mismas fechas por el conjunto del consejo en un proceso de autoevaluación. Ambos elementos sustentan por sí solos la tesis de que el relevo en la presidencia obedece a razones más políticas que empresariales.

El nuevo presidente, Marc Murtra tiene un currículum sólido. Pero lo que genera dudas es su capacidad para dirigir una compañía estratégica para los intereses españoles, que factura 3.000 millones y tiene presencia en 140 países. Esa falta de experiencia, unida a sus lazos con el PSC (fue jefe de gabinete de Joan Clos cuando era ministro de Industria), fue la que encendió la polémica. Y la que ha llevado finalmente al consejo a aprobar una fórmula tan -por definirlo de alguna manera- 'llamativa'. A saber, una presidencia no ejecutiva respaldada por dos consejeros delegados.

Más gastos para Indra

El incendio en Indra deja un buen puñado de rescoldos. De entrada, el relevo en la cúpula implicará más gastos. Por un lado, para pagar los sueldos a los nuevos altos cargos; por otro, para indeminizar a Fernando Abril-Martorell, que se embolsará un jugoso finiquito de seis millones de euros.

Al mismo tiempo, el difícilmente explicable movimiento de piezas en la dirección -que roza el ridículo, según algunos competidores- ha golpeado a la acción de Indra. Y -lo más grave- ha enviado el mensaje que más preocupa a los mercados: en España ninguna empresa se libra de la injerencia política.

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