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Mercados

Después de Grecia, los inversores centran su atención en la deriva secesionista de Cataluña

Los inversores estarán pendientes de las elecciones autonómicas catalanas del próximo domingo.

Los mercados se mueven por emociones más que por razones. Por eso les gusta la estabilidad. Y cuando aparece en el horizonte un asunto que puede complicar la inversión se ponen nerviosos y encienden las alertas.

Es lo que ha ocurrido ahora con Europa. Después de la hecatombe bursátil que provocaron en agosto las dudas sobre la economía china y pospuesta hasta finales de octubre la expectativa de la subida de tipos de la Reserva Federal norteamericana, los países europeos han vuelto a concitar de nuevo su interés.

Los motivos son varios. Las elecciones del pasado domingo en Grecia, la rebaja de calificación crediticia a Francia y unas elecciones catalanas convertidas en plebiscitarias, con amenaza de declaración unilateral de independencia, han situado de nuevo en el radar al Viejo Continente. En los análisis de las firmas internacionales no se prevé que los acontecimientos lleguen tan lejos y estiman que habrá esperar al resultado de las elecciones generales en España para saber de qué forma se puede iniciar un proceso de negociación fiscal con los catalanes.

Pero el período de incertidumbre que se abriría de aquí a final de año podría ser la puntilla para un mercado que no termina de recuperarse de la extrema volatilidad de 2015. Teniendo en cuenta que podría coincidir con el inicio de la primera subida de tipos de interés en Estados Unidos y pendientes los inversores de la evolución de la economía china, el panorama no es el más propicio para introducir más dudas entre los inversores. De momento, la prima de riesgo ha subido casi un 4% hasta los 133 puntos y la rentabilidad del bono español a diez años se ha incrementado un 3,7%, hasta el 2,010%, no por el problema catalán especialmente pero sí por la inquietud que ha vuelto a posarse sobre España.

Victoria de Syriza en Grecia

Grecia es otro ejemplo. La victoria de Syriza en las elecciones del pasado domingo han devuelto otra vez el archipiélago heleno al primer plano. El nuevo gobierno de Alexis Tsipras deberá poner en marcha en pocas semanas varias reformas de calado recogidas en el tercer programa de rescate acordado con la troika, antes de recibir una ayuda de 3.000 millones de euros en noviembre y poder iniciar el diálogo sobre la refinanciación de la deuda griega, un tema que sigue siendo tabú.

El período de incertidumbre que se abriría hasta final de año podría ser la puntilla para un mercado que no termina de recuperarse de la extrema volatilidad de 2015

Pese a la contundente victoria que ha cosechado, en los comicios que convocó de manera urgente para frenar la escisión de su partido se ha presentado sin haber puesto en marcha todavía las duras medidas exigidas en temas como las pensiones o del sistema financiero. Pero pocos dudan de que el coste político que acarreará implementar las condiciones exigidas por sus socios europeos dañarán su imagen de luchador contra la austeridad. Y no está claro que tenga más fácil alcanzar acuerdos sobre la deuda, si su gobierno no demuestra con hechos que está comprometido con el programa de medidas firmado antes del verano.

Países como Francia e Italia, que han sido más impuntuales a la hora de adoptar medidas de recorte del gasto, miran con lupa la situación de Grecia porque ellos a su manera también se encuentran en una situación parecida. El gobierno de Françoise Hollande no tuvo más remedio que emitir un comunicado urgente asegurando que profundizaría en su programa de reducción del déficit cuando se conoció la rebaja de calificación crediticia que le había impuesto la agencia Moody's, de Aa1 a Aa2, con perspectiva estable debido a la debilidad del crecimiento de la economía gala durante los últimos meses.

Y en Italia el gobierno de Matteo Renzi mira de reojo al resto de los países periféricos europeos por cómo puede terminar afectando al suyo, inmerso también en un programa de reformas que saque del atolladero a la economía italiana, que podría terminar el año con un crecimiento cercano al 1%. De momento, el diferencial de la deuda española respecto a la italiana se ha incrementado más de 20 puntos básicos, lo que refleja el interés que ha vuelto a captar de los inversores. Pero cualquier circunstancia que afecte a las economía del sur de Europa podría perjudicar los planes del gobierno de Renzi.

Quien sí está recogiendo el beneplácito de los inversores es Portugal, que ha recibido durante los últimos días la noticia de su mejora de calificación crediticia por parte de Standard and Poor's a un solo nivel de superar la consideración de bono basura, quince día antes de que se celebren elecciones generales en el país ibérico, después de una legislatura cargada también de un programa de recorte del gasto.

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